“No se trata de
saber si persiguiendo la justicia lograremos preservar la libertad. Se trata de
saber que sin libertad no realizaremos nada. Y perderemos a la vez la justicia
futura y la antigua belleza” (Albert Camus, del “Discurso de Suecia”)
Insiste
mi amigo en su primera pregunta, vale,
pero ¿cuándo empieza y cómo se organiza la revolución integral? porque, hasta
ahora y que yo sepa, no hacéis otra cosa que hablar y escribir…
Tienes parte de razón, todavía no existe una organización, sólo tenemos una comunidad virtual,
que es bastante difusa y un comunal sin acabar de definir, que es el propio
concepto de revolución integral. Pero yo pienso que ésta no
es una innovación ideológica de ultima
hora, creo que tiene raíces muy antiguas, casi tanto como el tiempo que
llevamos poblando la Tierra, desde que los individuos y las comunidades humanas
tuvieron conciencia de vivir sometidos y tomaron el propósito y la voluntad de
emanciparse y convivir en igualdad. Por lo que pienso que la revolución de la que
hablamos no es cosa nuestra y que ya está iniciada, que no necesita ser inaugurada, ni de nadie que la
lidere.
Lo que es innovador es que ahora estamos actualizando el diagnóstico
que corresponde al tiempo actual y que hemos aprendido de todas las
experiencias históricas anteriores y sus fracasos, pero yo creo que sí podemos afirmar que tenemos un programa, al menos en su formulación básica, pero es
verdad que carecemos de estrategia, porque ésta presupone una organización que la
acometa y aún no tenemos esa organización...y en ello estamos, hay gente
haciendo aportaciones teóricas y prácticas muy valiosas; y no olvides que desde diferentes líneas de pensamiento humanista y libertario, pensadores y activistas,
actuales y ya desaparecidos, de aquí y de otras partes del mundo, ya vienen
trabajando en esta dirección (*); tampoco que la mayoría de quienes participamos en esta comunidad virtual, también lo hacemos activamente en los movimientos
sociales; que algunas experiencias alternativas, como la de la Cooperativa Integral Catalana, están identificadas con el proyecto de revolución
integral…y que en el seno de los movimientos sociales hoy activos en todo el mundo existe una
corriente de pensamiento que yo creo favorable a la democracia integral que propugnamos…
Puede que tengas razón, pero yo, que
sé algo de vuestro movimiento, si alguien me preguntara en qué consiste, cuál
es su programa, no sabría qué decir, en qué se concreta…
A
mi me parece que se puede formular, en forma clara y entendible a la
primera, con muy pocos puntos y a modo de sencillo manifiesto. Algo así como ésto:
“QUEREMOS
Y DEBEMOS: 1. Ser personas plenamente autónomas y responsables de nuestros
actos, subordinando nuestras necesidades materiales a las espirituales derivadas de la libre convivencia en igualdad. 2. Vivir
en comunidades democráticas y soberanas, autónoma y solidariamente asociadas al
resto de comunidades humanas. 3. Cuidar la Naturaleza de la que somos su
parte consciente y, por tanto, responsable de preservar el equilibrio
ecológico que hace posible la continuidad de la vida. 4. Enfrentar todos los
obstáculos que se oponen a los anteriores objetivos y que hoy constituyen un sistema integral y global de
dominación bajo la forma estatal-capitalista”. 5. Construir en el presente espacios de autonomía personal y
comunitaria, que sirvan tanto para la confrontación radical con el sistema dominante, como para la anticipación de la democracia integral que habrá de sustituirlo, para aproximarnos al estado de emancipación personal y social que
nos proponemos alcanzar”.
Entonces, tú crees que para comenzar a actuar ¿habría que esperar a que todo el mundo hiciera su revolución interior, esperar a
que todos dejemos de ser los “seres-nada” –como dice Felix Rodrigo Mora- en que
nos ha convertido el actual sistema, para empezar a organizar la revolución
integral?, ¿esperar a que se derrumbe el sistema estatal-capitalista para
empezar a construir la democracia directa de la que habláis?
No, al menos a mí no me agobia la prisa; sé que, de ser posible, la revolución ocupará a varias generaciones; pero también creo que tampoco podemos esperar, porque pensamos que
hoy existe una ventana de oportunidad que puede durar unos años -no más de una
o dos décadas-, un periodo de tiempo en el que el sistema al que nos enfrentamos
está descolocado, obligado a hacer su propia revolución, para fortalecerse
aún más, para adelantarse a la corriente de contestación social que hoy recorre el mundo, con el objetivo de integrar las demandas de esa contestación, como ya lo ha hecho anteriormente con la izquierda
marxista y socialdemócrata, con el anarquismo individualista, el sindicalismo, el ecologismo y el feminismo.
Por otra parte, no concibo la revolución como una secuencia
“interior”, personal, a la que sigue otra secuencia “social”, realizada por
ciudadanos virtuosos y preparados para vivir en democracia; yo creo que la
virtud, tanto personal como social, se adquiere con la experiencia, con acción
y reflexión constante, simultáneamente, en un proceso de autoconstrucción al tiempo personal y colectivo, en la confrontación con el
sistema y en la construcción del sistema democrático alternativo. Esa
educación, autoeducación revolucionaria, es la “paideia” de la que tanto han
hablado Castoriadis y Takis Fotopoulos.
A mí me parece que cuando habláis de
democracia directa estáis pensando en los concejos de pequeñas poblaciones
rurales, como si aquella forma de democracia directa, propia del mundo rural, fuera
posible en el mundo hiperurbanizado de hoy, o como si hubiera que despoblar y
ruralizar las metrópolis actuales para implantar los concejos…
Está bien repensar los antecedentes
históricos de la democracia directa, como la democracia ateniense, los concejos
medievales, las comunas de la revolución francesa, las prácticas comunales
durante la guerra civil española e, incluso, los concejos abiertos que perviven, residual y extremadamente limitados, en algunas aldeas de nuestras
comarcas rurales; está bien conocer esa historia para extraer de ella
aprendizajes útiles a nuestro tiempo.
Pero el mundo en el que hoy vivimos, el
que queremos transformar, es un mundo
hiperurbanizado en el que el sistema de dominación hegemónico ha impuesto un
modelo de poblamiento, el de la metrópolis, que no sólo ha desintegrado los
territorios rurales y sus comunidades, sino que también ha logrado el mismo
efecto desintegrador con la ciudad industrial que fue modelo en la modernidad liberal. La metrópolis es el modelo adaptado a los objetivos de dominación de la
revolución neoliberal y que involucra al
conjunto de la humanidad en el tiempo presente de la globalización. Para
ese mundo real y mayoritario, el de las grandes concentraciones urbanas, es
para el que hay que pensar hoy la democracia directa, lo que supone una complejidad inédita, a la que tan sólo nos hemos asomado con ensayos
asamblearios como los del 15M.
Sin duda que debe ser objetivo
revolucionario la transformación radical de las actuales metrópolis, la creación
de un nuevo modo de habitar el territorio en el que la vida en comunidad sea
posible, en el que sea posible reintegrarnos en la naturaleza. Pero ésto es lo que tenemos y de donde partimos, la metrópolis es el escenario real en el que ha de prender la revolución,
no existe otro. Lo que todavía seguimos llamando "mundo rural" no es sino un apéndice de la metrópolis, un submundo plenamente subsidiario y dependiente de sus
dinámicas de control social, de concentración de poder y crecimiento económico...tan destructoras
de las personas y las comunidades como del propio territorio, sea éste urbano o
rural.
A mí me parece imposible que una gran
ciudad se pueda autogobernar en asambleas, no veo la forma…¡si en mi comunidad
de vecinos o en la oficina en la que yo trabajo es prácticamente imposible que nos
pongamos de acuerdo para cualquier cosa... si todas las reuniones y asambleas acaban a voces,
como el cristo de la aurora!...¿no te acuerdas de las desastrosas asambleas del 15M?
Es
lógico que sea así, porque no hemos sido educados para participar, sólo para
escuchar y ser espectadores, no para hablar y actuar, carecemos de toda experiencia
realmente participativa y democrática, estamos acostumbrados a que otros planifiquen y organicen nuestras vidas y a
que a nosotros, como mucho, sólo nos corresponda protestar cuando nos sentimos perjudicados
personalmente por sus decisiones.
Me
parece muy importante no confundir la asamblea
comunal, como organización revolucionaria, con una asamblea ciudadana. En
la asamblea ciudadana puede participar
cualquiera, incluso los que son contrarios a cualquier forma de democracia, sus objetivos
son siempre reivindicativos, se mueven siempre en la lógica de la lucha
partidaria y electoralista, en el contexto parlamentarista del propio sistema. Sin embargo, la
asamblea comunal ha de ser una asamblea revolucionaria, antisistema, en la que
participen los vecinos y vecinas que coinciden en los objetivos
revolucionarios, al margen de las facciones políticas y sindicales, al margen y
en contra de la lógica partidista y parlamentaria; una asamblea comunal, como
yo la concibo, no puede ser una
oposición municipal en la ciudad o en la comarca en la que actúa, sino una
oposición integral y radical, a todo el sistema y en todos
los frentes, incluido el municipal.
Así pues, las asambleas comunales serán
necesariamente minoritarias en sus principios, no importa, lo que importa es la
calidad de la práctica democrática y del aprendizaje revolucionario consecuente
que, eso sí, ha de ser ejemplar y capaz de contagiar al resto de la ciudadanía.
No acierto a vislumbrar otra estrategia de organización revolucionaria más
coherente que aquella que ensaya y anticipa en sí misma la nueva sociedad por
la que lucha; no soy capaz de concebir ninguna forma de organización
genuinamente antisistema si no es embrión
de la futura sociedad democrática.
No entiendo la revolución sin educación, sin paideia, sin el aprendizaje
integral y continuado que proporciona la experiencia del hacer - más que del
decir-, y sin el conocimiento que surge de la convivencia comunitaria, de la
experiencia de autogobierno y de la confrontación radical con el sistema dominante.
Pero una asamblea, en la fase de
lucha política revolucionaria no tiene nada que ver con una asamblea para el
autogobierno de una comunidad…, supongamos que la revolución triunfa, ¿cómo
sería el funcionamiento asambleario para el
autogobierno de una gran ciudad, por poner el caso que a mí me parece
más difícil?
Primero
hay que comprender que cuando hablamos de democracia integral estamos hablando
de emancipación, del paso a la edad adulta en la que todos los miembros de la
comunidad son igualmente responsables. Por tanto, la democracia no es sólo un
procedimiento para el autogobierno, sino un fin en sí mismo, el de la
emancipación. A los adultos les llega la edad de emancipación cuando adquieren
conciencia de plena responsabilidad sobre sus propias vidas y sobre el gobierno
de la comunidad, cuando dejan de confiar esa responsabilidad a un Dios, a un
Rey, a un Estado o a una Empresa. Los vástagos habrán de experimentar una doble
emancipación, familiar y política, y cuando la alcanzan pasan a ser miembros “iguales” de la comunidad, igual y
plenamente responsables, ya no sujetos de derechos (que corresponden al tiempo
de su tutela), sino de deberes, que corresponden al tiempo de su emancipación,
al de la democracia integral.
Cierto
es que la democracia en su forma plena ha de ser necesariamente directa y que
ésta debe sujetarse a procedimientos consensuados por la comunidad. Yo le doy
mucha importancia a los procedimientos y a su calidad, creo que cuando pensamos
en una asamblea soberana tendemos a pensar en un acto único, que se produce en
un solo lugar, en el que están presentes todos sus miembros (cosa imposible
cuando hablamos de varios millones de personas, como en el caso de una gran
ciudad) y pensamos que, además, éstos han de acordar un orden del día, reflexionar
y debatir sobre todas las cuestiones incluidas y, además, tomar las
decisiones en el mismo acto, tiempo y lugar…eso es caótico e ineficiente al
máximo…
…Perdona, ¿estás diciendo que en el
caso de las grandes ciudades, las asambleas deberían de ser virtuales, ya que
son imposibles en su forma presencial?
No,
todo lo contrario, creo que la presencialidad es condición necesaria en el
procedimiento democrático, pero eso no es imposible de lograr en una gran
ciudad, es cuestión de método, me explico: sabemos que una reunión asamblearia
pierde su cualidad participativa y convivencial cuando está integrada por más
de cien o ciento cincuenta personas,
pero en una gran ciudad pueden constituirse miles de asambleas locales
(de comunidades vecinales, de manzanas, barrios o pequeñas poblaciones), éstas
pueden tener su propio orden del día, pero también pueden tratar sobre un orden
del día que sea común a todas las asambleas locales de la comunidad entera, del municipio…Eso
ya sucedió en el siglo XVIII, en la Comuna de París, que entonces tenía más de
medio millón de habitantes.
Por
otra parte, yo creo que habría que separar en el tiempo los procedimientos de propuesta, deliberación, información, reflexión y decisión; yo llamaría concejo a las reuniones previas y preparatorias, esencialmente
deliberativas y propositivas, y para las sesiones decisorias reservaría la asamblea comunal, integrada por todas
las personas de la comunidad, aunque sean varios millones, que previamente han podido participar en los
debates de los concejos locales del municipio, sean dos o varios miles de concejos;
en éstos se presentan propuestas y se debaten, para luego tener un tiempo dedicado
a la información y la reflexión, con medios de comunicación que puedan llegar a toda la comunidad local; la toma de decisiones, mediante la que se ejerce la soberanía real y el autogobierno, sería el final del
procedimiento, un acto múltiple en el que todas las asambleas
locales se reúnen simultáneamente en dos o en mil sitios distintos, constituyendo en su
conjunto la asamblea comunal y soberana, …y sólo en caso de impedimento físico
debería utilizarse el modo virtual de votación, cosa realmente sencilla con la
tecnología informática actual.
Pero todo ese procedimiento es muy complejo, muy difícil de poner en práctica…
Por supuesto que es complejo y difícil, que necesita años de práctica y perfeccionamiento, pero la complejidad no debe asustarnos, ese es el ardid del poder dominante, cuyas élites nos han educado para creer que la democracia directa es imposible, que la política y la economía son asuntos muy complejos y difíciles que sólo pueden ser acometidos por unos pocos y expertos, es decir, por ellos mismos. Las élites desprecian la inteligencia personal y colectiva, porque su inteligencia es otra, individualista y corporativa, sólo enfocada a mantener y fortalecer su posición dominante.
Continúa...
No hay comentarios:
Publicar un comentario