En memoria de Elinor Ostrom, que
desmontó la teoría trágica de los bienes comunes |
Acertadamente,
otro economista, Carlos Marx, había identificado con anterioridad que el
sistema capitalista tiene su origen en la acumulación primitiva, a partir del
cercamiento y apropiación progresiva de los recursos comunales. Con ello, la
tarea de garantizar la reproducción social pasó a manos de los Estados, que sustituyeron
lo comunal por lo público, proveyendo de servicios públicos a través de
sistemas impositivos y múltiples regulaciones legales. Ese proceso de saqueo de
lo comunal continúa hoy, con total evidencia en la actual crisis, en la que el
sistema capitalista utiliza a los Estados para privatizar los recursos comunes
(naturales, sociales y culturales) creados por distintas comunidades.
Hasta hace
poco tiempo he venido siguiendo con interés, al tiempo que con cierta decepción, los estudios e iniciativas
que desde distintas instancias se producían en torno a los bienes comunes, algunas
de ellas en España, como la del Laboratorio del Procomún de MediaLab Prado. La mayor parte me parecían decepcionantes, porque contribuían a perpetuar una idea muy limitada acerca de los bienes
comunes, considerados como una relación de bienes residuales, reducida tan sólo
a aquellos bienes que han logrado sobrevivir a la codicia expropiatoria y
acumulativa del interés privado. Son ideas positivas, que abren caminos, pero
que adolecen siempre de lo mismo: no impugnan el sistema capitalista. Algo
parecido sucede con las propuestas de Renta Básica, de Economía del Bien Común
o del Decrecimiento. Son brindis al sol, alternativas pensadas para aplicar en
un contexto capitalista, alternativas que el capitalismo sólo podría adoptar
para reforzarse.
Afortunadamente,
están surgiendo otras propuestas, que nos hacen entrever una dimensión mucho
más amplia y trascendente de los bienes comunes. Que empiezan a dar respuesta a
mi vieja pregunta al respecto, que no se refería a la propiedad y gestión mancomunal
de bosques, aguas o pastizales de un sitio en particular y desde antíguo; mi
pregunta apelaba a la cuestión original ¿De quién es el planeta Tierra en el
que vivimos, del que somos parte viva y consciente?, ¿Quién tiene la
legitimación para apropiarse de un trozo de la Tierra, por pequeño que sea, y
utilizarlo como una mercancía? ¿Acaso no es la Tierra nuestro más concreto,
físico y universal Bien Común, que compartimos con el resto de seres vivos,
acaso su vida y la nuestra no depende del uso inteligente y solidario de los
recursos de la Tierra común?
La propiedad
y gestión de los recursos de la Tierra no es sólo una cuestión legal y
parcelable, es cuestión vital y universal, que trasciende a todas las dimensiones
de la vida humana: ecológica, ética, social, económica y políticamente. Por eso doy la bienvenida a la Carta de losComunes, planteada como hipótesis política, surgida del Observatorio
Metropolitano de Madrid y publicada por Traficantes de Sueños; o a la
iniciativa para la Declaración Universal del Bien Común de la Humanidad, que
intenta abrirse paso como paradigma postcapitalista, por impulso del Foro Mundial de las Alternativas y que será presentado en Túnez este mismo año, con ocasión del Foro Social Mundial.
Bienvenidas
todas las iniciativas que cuestionen la apropiación privada de los recursos
naturales y productivos. Bienvenidas todas las iniciativas realmente
democráticas y, por tanto, anticapitalistas. Sólo una sugerencia: bastaría una
Declaración Universal de la Democracia para corregir los errores de todas las
declaraciones universales, todas decepcionantes y fraudulentas, como la de los Derechos Humanos, que es sistemáticamente burlada por los Estados en todos sus artículos, excepto en el más fundamental para el
capitalismo: el derecho de apropiación sobre lo que es del Común.
1 comentario:
Interesante presentación para conocer y reconocer los comunes.
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