Para las
masas no existe otra política que la oficial, la que sale en la tele. La tele
es una máquina centrifugadora que todo lo amasa en un único y espectacular mondongo
cultural y político, marxistamente conocido como “la realidad” y popularmente como
“es lo que hay”.
¿Quién se
atreve a dudar de la libertad e inteligencia del ciudadano contribuyente, votante y, a mayores, telecliente?
Nadie tendría razones para ello, porque en política, como en la tele, hay libertad ¡y mucha! Hay
mondongo para todos y para todos los gustos, un mondongo de calidad, totalmente
popular y democrático. El mondongo es la materia prima del pensamiento
neoliberal, a la vez conservador y progresista, único y hegemónico, es el gran
milagro de la transubstanciación
de esa mierda (en palabras de John Holloway
que hago mías) que es el capitalismo y su democracia. Es un milagro que merece atención aunque sólo fuera por su origen
religioso: ante un trozo de pan y un vaso de vino alguien dijo hace más de dos
mil años “ésto es mi cuerpo y mi sangre”…respectivamente; sin tanta exageración
y más recientemente, señalando al mondongo
capitalista, alguien dijo, “ésto es la
democracia”. Y desde entonces, todos los creyentes se sintieron
partícipes de tal milagro y aceptaron la comunión con respectiva y entusiasta buena
fe.
A día de
hoy, la renovación del mondongo parece tarea definitivamente inútil. Es darle
vueltas y vueltas sólo para acabar espesando su probada pastosidad y avivar su pestilencia. Así que no me
extraña que Holloway proclame la urgencia de la revolución, que él entiende
como agrietar el mondongo y dejar que se seque poco a poco.
El caso es
que en lo que vulgarmente llamamos democracia, todo nos es presentado como cuestionable,
de ahí que los vulgarmente llamados políticos no se corten un pelo en añadir a
“su política” el adjetivo de “democrática”; dicen que todo es cuestionable
menos la violencia,...lo es el aborto, la monarquía, el matrimonio del mismo
sexo, la banca, incluso la santísima Constitución. Tanto lo es, que hasta
la izquierda de toda la vida encuentra acomodo en el
campo de la democracia real, esa tan ancha como monárquica y parlamentaria. Pero
obsérvese que en esa política, lo que vulgarmente llamamos “Todo” no es sino lo
que está incluido en sus propios límites, los de la realidad oficial, aquello que, a estas alturas, todo el mundo identifica como un elaborado producto
de ficción, diseñado por los mercados. Así
es como “la política” establece una valla infranqueable, sobrepasada la cual entraríamos en un terreno prohibido, en lo definido como “no real” o utópico, es
decir, lo que no sale en la Tele, ni cotiza en Bolsa, ni tiene asiento en el Parlamento.
Fuera de esos límites está el territorio de lo imposible, lo no real, la no-alternativa, resumidos en el
Abismo, considerado éste como metáfora del mal supremo e innombrable, del mismísimo Maligno.
Pues les voy
a decir una cosita a los políticos, a las masas votadoras y a sus telepredicadores
electorales. Resulta que, visto lo visto, hay más que evidencias de que es más que probable que la racionalidad comience ahí mismo, a partir de donde ustedes dicen que acaba la política (incluso
la historia). Díganme, si no, ¿por qué los señores Mariano Rajoy y Cayo Lara (por
poner dos ejemplos cualquiera, y sin ánimo de molestar a mis amigos populares y
comunistas) jamás cuestionarán el trabajo
asalariado, la propiedad privada de los medios de producción o de los bienes
comunes, ni la economía de crecimiento...? Vamos, es que ni se les escurre.
Ellos piensan que “eso” no sólo no cabe
en su programa, ¡qué absurdo!, sino que ni siquiera forma parte de la realidad ni, por
tanto, de la política…y mucho menos, de la democracia. Y como su realidad y su
política “no es totalitaria” -aunque sea la única política realmente existente-,
ellos creen que “eso” excedería todos los
límites de la política…aunque “eso” pudiera ser la condición necesaria para empezar
a hablar de la Democracia con mayúsculas…que, por cierto, es la política en la que yo creo.
Con todo, a
quienes estamos obcecados en tal creencia, tanto los citados señores como el
resto de sus colegas, nos lo están poniendo un poco más fácil, porque cada
día que pasa nos permiten ver más nítidamente
los límites que separan lo que es mondongo y lo que ha de ser la Democracia.
4 comentarios:
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Muy bueno Antón. No conocía esta faceta irónica tuya :)
Un saludo y adelante! :)
Sergio
Gracias, Sergio. En eso estamos.
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