Manuel Monereo |
Ayer ví un vídeo de ATTAC.TV, titulado “El poder somos todos”, en el que Manuel Monereo, analista político, abogado laboralista, investigador del Centro de Estudios Políticos y Sociales, además de exdiputado de IU, hace una serie de reflexiones acerca de la crisis y la alternativa a la misma. Lo recomiendo, porque algunas de sus reflexiones dan en el clavo a la hora de hacer comprensible el análisis de la situación en la que estamos.
Sus reflexiones terminan con la respuesta a la pregunta ¿pero, existe alternativa?, que responde expresando su certeza sobre el cambio que se avecina, que según él ya ha comenzado y que, probablemente, se resuelva en el periodo que va entre los próximos meses de septiembre y marzo.
Sus reflexiones terminan con la respuesta a la pregunta ¿pero, existe alternativa?, que responde expresando su certeza sobre el cambio que se avecina, que según él ya ha comenzado y que, probablemente, se resuelva en el periodo que va entre los próximos meses de septiembre y marzo.
Hace una advertencia previa acerca de la ingenua creencia popular
acerca de la alternativa, como si fuera posible que ésta se resolviera de un
día para otro. Y tiene razón cuando afirma que la alternativa sólo puede
producirse si existe un cambio en la conciencia social, un cambio capaz de producir una nueva mayoría social que, lógicamente, él
como yo, suponemos inclinada hacia la izquierda.
Tiene razón, porque él está pensando en una alternativa “de
gobierno”. Y para ello, seguramente habrán de ponerse de acuerdo las alternativas "oficiales" de la izquierda, PSOE e IU, fundamentalmente. Y como fruto de
dicho acuerdo, saldrá un programa “para
salvar al Estado de Bienestar”, que se implementará con las influencias de
otros pequeños partidos de la izquierda e, incluso, del movimiento 15M, un programa de
gobierno alternativo que se matizará en función de la cuota electoral
resultante.
En el supuesto de que esta nueva mayoría se produjera, cosa
incierta dado el panorama político que presenta la izquierda española actual,
hasta ahí alcanza mi coincidencia con el deseo de Monereo, porque considero
urgente, estratégicamente prioritario, frenar los desmanes del gobierno pelele
del PP, la brutal agresión que sus políticas están causando al sector
más débil de la sociedad. Eso es lo prioritario y, sólo por eso, estamos de
acuerdo. Esa opción puede producirse, -es
deseable que se produzca- en el corto y medio plazo, ¡ojalá se cumplan las previsiones de Monereo sobre la agenda del
cambio político!
Pero esta coincidencia en los deseos a corto plazo -es decir, cuando
se tiene como objetivo exclusivo una alternativa “de gobierno”- es manifiestamente insuficiente cuando se
piensa en una alternativa “de sistema”, cuando se piensa que éste no tiene
arreglo posible, porque el problema es el propio sistema.
Esta opción a largo plazo, la alternativa al sistema, no
compite con la primera; es a mayores de aquella, porque es obvio que se
necesita mucho más que un cambio de gobierno para sustituir al actual sistema capitalista
y a sus instituciones básicas, la economía de mercado y falsa democracia. Pero se
necesita un diagnóstico apropiado de la situación, un programa alternativo al sistema,
acompañado de una estrategia adecuada y, lo más difícil, se necesita crear el movimiento de masas que lo sustente. Y
este movimiento deberá producirse a partir de la confluencia ideológica y
estratégica de los múltiples movimientos autodeclarados como antisistema
–postmarxistas, libertarios, ecologistas, feministas, antiglobalización, etc-
hoy fragmentados y neutralizados por la postmoderna cultura política de la
diferencia identitaria y los individualistas estilos de vida.
Así pues, para cambiar el gobierno como medio de frenar la
agresión capitalista bajo la excusa de la crisis, coincido con Monereo en que ya existe una amplísima base
de confluencia social y política. Para que dicha confluencia vaya más allá,
hacia el cambio del sistema, hay que ser conscientes de que casi todo está por hacer. Y en ese tránsito, a la
izquierda le corresponde hacer su propio viraje ideológico hacia el pensamiento
autónomo, dejando atrás sus trincheras socialdemócratas y más o menos postmodernas,
dejando de contribuir a la retroalimentación del propio sistema capitalista
mediante su recalcitrante y fracasado apoyo a la economía de mercado y a la
democracia representativa.
Necesitamos, pues, un movimiento de masas, global como el
propio sistema al que se quiere sustituir,
verdaderamente alternativo a la
economía de mercado y a la falsa democracia representativa. La ventaja es que
en esta opción, necesariamente de transición y revolucionario, y por tanto, a largo plazo, no tenemos que sacarnos de la manga un programa,
porque éste ya existe. Es la propia
democracia en su pleno e inclusivo sentido: social, económico, político y
ecológico; una democracia incompatible con cualquier forma de concentración de poder, con el dominio de unos
individuos sobre otros y, por racional extensión, de dominio
sobre la naturaleza. Un movimiento global que será una síntesis -socialista,
libertaria, ecologista y feminista- y al que algunos hemos empezado a denominar
“proyecto democracia”.
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