sábado, 7 de abril de 2012

LA ALTERNATIVA AL CAPITALISMO NO EXISTE, HAY QUE CREARLA




Mientras eso va ocurriendo, no queda más remedio que frenar al máximo sus devastadores efectos para con los más débiles.

Los partidos políticos que funcionan dentro del sistema capitalista, incluso los que intentan reformarlo, no tienen opción alguna para lograrlo, por la evidente razón de que el capitalismo ha agotado con esta crisis todas sus capacidades de reforma, ya desplegadas en la larga sucesión de crisis que jalonan sus dos siglos de historia. Hay que volver a recordar que la que padecemos en la actualidad se alarga desde 2008 y que, a pesar de su apariencia financiera y por mucho que se empeñen en que así nos parezca, todo el mundo intuye que se trata de algo más que eso, que en realidad se trata de una crisis sistémica, que afecta y compromete a todo el andamiaje estructural del sistema capitalista.
Hay que verlo en su auténtica dimensión: el capitalismo ya no tiene arreglo. Incluso, aunque lograra sobreponerse a su actual parálisis financiera. Si a corto plazo pudiera lograr este objetivo, exclusivamente financiero y concretado en recuperar la caída de los bancos y  la deuda de los Estados, sabemos que sólo puede hacerlo a costa del sufrimiento y precariedad de muchos millones de personas en todo el mundo; sabemos que sólo puede hacerlo mediante un incremento brutal de las plusvalías  extraídas a la fuerza de trabajo, con durísimas políticas antisociales desarrolladas  desde los Estados que, junto con la primitiva ley de la Propiedad, constituyen su último y más sofisticado baluarte defensivo. Pues bien, aún así, el capitalismo tendría por delante muchas otras crisis encadenadas, que lo abocan inevitablemente a  su autodestrucción, ya escrita y cantada.
Son muchas las contradicciones que hacen inviable este sistema, no sólo desde un punto de vista moral, sino incluso desde su propia perspectiva amoral y de eficiencia material, económica. Veamos las más significativas:


1. Su funcionamiento se sustenta en el crecimiento contínuo de la producción; si la economía no crece, el capitalismo se cae. Y si crece, agota los recursos naturales de los que depende la vida humana en el único planeta  que tenemos. Cualquier control efectivo de las consecuencias ecológicas del crecimiento es incompatible con las exigencias de la competitividad que impone la fase actual del proceso de mercantilización. Aún así, en esta fase es previsible que asistamos al experimento esperpéntico de un “eco-capitalismo”.

2. En tiempos de expansión, el capitalismo tiende a crear una clase media mínima, que le es cómplice y a la que utiliza como justificación de sus vergüenzas morales; pero en tiempos de crisis, el poder se concentra y repliega en sus primitivas trincheras –propiedad y estado-, en las que no cabe ninguna otra clase social más que la suya. La clase media, tradicionalmente aliada, es progresivamente expulsada, viéndose obligada a oficiar de verdugo.

3. Se ha agotado el tradicional sistema de beneficio a partir de la producción industrial de mercancías, que permitía extraer cuantiosas plusvalías. La mercancía industrial ya no genera valor (capital) en la economía globalizada, sólo queda  la economía especulativa, basada en la producción de dinero, que todavía es capaz de generar y acumular capital. El dinero, que era una herramienta para el comercio de mercancías, ha sido transformado en mercancía misma a través de la deuda, una mercancía ficticia basada en una promesa de futuro. El capitalismo ha agotado, pues, su última etapa, la financiera, dejándonos  la herencia en ruinas de una economía volátil, basada en el humo de la deuda, en nada. Sabemos que en este escenario, sólo el capitalismo estatal de la China “comunista” tiene ganada la batalla en los mercados; eso sí, a muy corto plazo,  lo que tarde en caer el mercado occidental y también “consumista” del que se nutre.  

4. En su fase expansiva, el capitalismo ha generado sistemas políticos estatales, a los que ha denominado “democracias parlamentarias”, fundamentadas en la participación ciudadana intermediada por agentes representativos de la voluntad popular, organizados y subvencionados desde los propios estados. Su apoyo fundamental en esta fase son las clases medias aliadas, utilizadas para constituir mayorías parlamentarias. Los principales intermediarios de la participación política de la ciudadanía son los partidos y los medios de comunicación. Los medios son la artillería que facilita el avance y los partidos son la infantería que ocupa el parlamento, la representación del poder; en la retaguardia trabajan eficazmente los zapadores, un complejo sistema educativo que contribuye decisivamente a preparar el terreno, adoctrinando para la “obediencia democrática” desde la más tierna infancia. En su fases depresivas, el capitalismo pierde en los parlamentos el apoyo de las clases medias y no tiene otra salida que recurrir a la máxima concentración del poder y, por tanto, a la mínima representación de éste, a la dictadura, precedida por un clima previo de conflicto social generalizado y, normalmente, armado.
La historia nos ha demostrado contundentemente que el  poder “democrático” del capitalismo se transmuta en totalitario durante los periodos de crisis. Su problema ahora es que la conciencia global es más poderosa que nunca antes y es previsible que ésta no soporte un regreso al método tradicional de las anteriores crisis, a base de guerras y dictaduras.

5. La globalización y la sociedad del conocimiento son trampas mortales para el capitalismo. Como resultado necesario de su propia evolución, ambas condiciones van de la mano. La globalización es la libre circulación de mercancías, fundamentalmente de la mercancía “dinero”. La desmaterialización de la producción es la esencia de la economía financiera y global del capitalismo, en la que internet y la sociedad del conocimiento prestan cobertura tecnológica al paradigma de dicha desmaterialización. La desconexión entre la dimensión virtual de esa nueva economía y la dimensión real de la economía productiva -asentada sobre las necesidades de la población mundial-, es una contradicción irresoluble. Es más, lejos de producir valor real (capital) de mercado, esa producción virtual de conocimiento se orienta cada vez más hacia la producción libre y social de conocimiento, que se rebela contra el poder y que es difícilmente controlable, como se ha demostrado en los últimos tiempos con el uso de la red por los movimientos sociales de la denominada primavera árabe, del 15M español  o del Ocupy Wall Street en Norteamérica.  

Por lo tanto, es evidente que necesitamos una nueva estrategia no reformista, que nos permita abordar el duro periodo de transición que nos espera. El enfrentamiento violento no es deseable ni viable, siempre ganaría el poder, armado hasta los dientes. Hay que pensar necesariamente en una estrategia de transición pacífica, que aúne dos tareas simultáneas: la de resistir a la brutal agresión capitalista y la de construir el postcapitalismo en el seno del viejo sistema y en permanente confrontación con él. No hay otra opción posible. Y creo que esa nueva estrategia a la que me refiero, está ya naciendo de la síntesis de los movimientos sociales actuales y del pensamiento político que los alienta: los primitivos planeamientos marxistas y anarquistas, junto con los nuevos movimientos ecologistas y feministas.
La dimensión de esa estrategia será global, lógicamente, pero sus tácticas deben concentrarse donde el sistema es más débil, en lo local, allí donde habita la gente y su sentido de la autonomía, allí donde se produce la economía real y el poder tiene rostro próximo y reconocible…pero de esa estrategia seguiremos hablando los próximos días.

1 comentario:

Defensa Capitalista DC dijo...

salida al capitalismo es una salida de más capitalismo.