viernes, 4 de febrero de 2011

LA ESTRATEGIA CAMPESINA



En el pasado año 2010, la mayoría de la población mundial ha dejado de ser campesina. Y en Europa, como en el resto del llamado primer mundo, el campesinado está a punto de desaparecer, con apenas un cinco por ciento de población dedicada a las actividades agropecuarias. Se trata de una desaparición programada, siguiendo la inequívoca lógica del capitalismo, inevitablemente orientada a  concentrar la propiedad  de los medios de producción, a producir masivamente y a reducir todos los costes al mínimo, al objeto  de conseguir el máximo de beneficio de quien ostenta  la propiedad.
Como consecuencia inmediata de esta exterminación, estamos asistiendo a un acelerado proceso de hacinamiento de la población mundial en grandes metrópolis, al mismo ritmo que se produce  el abandono de las zonas rurales. Son las dos caras de una misma moneda, en una tendencia que parece  imparable en un  momento  en que, por primera vez en la historia de la humanidad, la población de las grandes urbes supera a la que habita en las zonas rurales.

En todas las partes del mundo el campesinado fue siempre una clase  social especial, una clase de supervivientes, que en los años de la revolución industrial estuvo situada en los márgenes de la economía y del poder, hasta llegar a su absoluta decadencia actual. En las épocas de guerra y de crisis, los campesinos  siempre supieron resistir y  sobrevivir, gracias a su conocimiento sobre el manejo de la tierra y de otros  saberes  prácticos y fundamentales, que les permitían  fabricar herramientas, vestidos o viviendas.  No era una cultura de progreso sino de supervivencia, asentada sobre una estrategia básica de autosuficiencia y autonomía personal. Nada comparable a lo que nos sucede a sus actuales descendientes, completamente ignorantes de aquellos valiosos saberes  de nuestros  abuelos campesinos. Somos completamente dependientes de un empleo que no controlamos porque no  nos pertenece. No sabemos sobrevivir sin los subsidios del Estado. Las crisis capitalistas nos producen pánico cuando vemos a cientos de miles de personas  excluidas por el sistema, indefensas y debilitadas, absolutamente dependientes del llamado “estado de bienestar”, absolutamente incapacitadas para la supervivencia por sí mismas, lo que es mucho más grave  y evidente en  situaciones de crisis económica como la que padecemos en la actualidad.   
El panorama es alucinante: millones de personas sin trabajo, personas que ni tienen ni contemplan  otra opción que la  desesperada espera en la cola de las oficinas de empleo, nada preparadas para la supervivencia, absolutamente privadas de autonomía y de dignidad personal. Y a poco que lo pensemos, se nos revolverán las entrañas al ver como comunidades enteras están inermes, sometidas, atrapadas en la rueda caótica de un sistema económico que  sólo sirve al beneficio de muy poca gente, que destruye los recursos naturales  al igual que los humanos, que pulveriza la cohesión social de las comunidades locales y que implanta la barbarie del  individualismo consumista.

Promover la autonomía personal y la autosuficiencia es una medida inteligente en todo caso, que debiera empezar en la educación infantil, en la escuela y en la familia, convirtiéndose en un objetivo básico de cualquier sistema educativo, social y político responsable. Históricamente sólo el socialismo libertario ha promovido estos valores y ello desde una óptica sindicalista, asentada sobre una ideología del trabajo hoy absolutamente cuestionable. Deberíamos hacer esa transformación por convencimiento, por simple inteligencia social y por instinto de supervivencia. Si no lo hacemos ahora, en el próximo futuro  estaremos abocados a esa tarea por pura necesidad, forzados por el  abismo  al que inexorablemente nos conducen las  crisis capitalistas. Por eso, mientras tanto, hay que resistir y prepararse, promoviendo  en  proximidad  los principios de autosuficiencia y autonomía personal y comunitaria. De ahí  mi empeño en apostar por la recuperación de  la estrategia campesina de supervivencia, que concreto en proyectos  como “Habitapple”, enfocado en el surgimiento de un nuevo urbanismo, social y comunitario, a partir de arquitecturas inteligentes que nos permitan transformar nuestro modo de vivir, haciéndolo más responsable y comunitario, ayudándonos a recuperar nuestra autonomía personal  junto a los conocimientos y las tecnologías precisas para lograr la máxima autosuficiencia económica posible. Viviendas inspiradas en las productivas casas campesinas. Donde podamos tener un espacio de trabajo autónomo, un espacio comunitario donde compartir recursos y para la ayuda mutua. Espacio y tecnología  para producir la mayor parte de nuestros alimentos y  la energía necesaria para el funcionamiento de la vivienda y para cubrir  nuestras necesidades de movilidad y comunicación.
Así, pues, la muerte del campesinado no será estéril. Porque sus descendientes urbanos, sus nietos, estamos empezando a proyectar  la recuperación  de su sabia estrategia de supervivencia, para adaptarla  a nuestro tiempo antes de que el capitalismo  arrase  con Todo.

Nota: Añado a continuación un enlace al prólogo que escribió Jhon Berger para su libro “Puerca Tierra”, que junto a “Una vez en Europa” y con “Lila y Flag” conforman la magnífica trilogía “De sus fatigas”, escrita en los años ochenta y que está centrada en  el relato del drama histórico que supone la aniquilación del campesinado europeo. 

Leer y/o descargar  el  Epílogo de “Puerca Tierra”


Jhon Berger



No hay comentarios: