En
el haber de la globalización figura la naturaleza líquida de
nuestra cultura, según la metáfora que hiciera Zigmunt Bauman, el célebre filósofo
polaco, y que éste aplicara como crítica
de la modernidad en su conjunto –“Modernidad Líquida”- y en sus efectos
disolventes, en diferentes contextos de la vida humana: amor líquido, vida líquida,
miedos líquidos…En su planteamiento, la búsqueda de la identidad es
la tarea y la responsabilidad vital del sujeto y esta empresa de construirse a
sí mismo constituye la última fuente de arraigo, según Bauman.
Me parece una apropiada metáfora narrativa, útil para describir una imagen comprensible de los procesos de desmembración social y de radical individualismo que caracterizan lo que nombramos como "modernidad". Y, al mismo tiempo, me parece una metáfora insuficiente, puramente narrativa, que se queda en la cáscara de la cuestión, sin nombrar a la infraestructura del proceso, al capitalismo, esa infraestructura que desaloja a la gente de su propia identidad social, que nos sitúa ante una elección comprometida, en un mundo que sólo admite compromisos líquidos, difusos, fugaces, momentáneos y fluyentes. La imposible elección es entre: 1, el gélido abismo de la intemperie (fuera del sistema, donde ya están tres cuartas partes de la humanidad); 2, entre la indiferencia huidiza y autista del súbdito productor/consumidor y 3, entre la autocomplaciente militancia líquida: socialdemócrata, ecologista y feminista, en sus diferentes grados y variables, más o menos críticos en su narración de los acontecimientos..., pero que, como Zigmunt Barman, resultan mudos, sordos y ciegos ante la naturaleza totalitaria/capitalista de la bestia que los produce y, por ende, incapaces de identificar la estructura básica de su poder: la apropiación dela Tierra. Se
trata de un autismo funcional que, aunque con algunas incomodidades e
insatisfacciones, nos permite seguir estando a cobijo, resguardados del helado frío
de la intemperie.
Me parece una apropiada metáfora narrativa, útil para describir una imagen comprensible de los procesos de desmembración social y de radical individualismo que caracterizan lo que nombramos como "modernidad". Y, al mismo tiempo, me parece una metáfora insuficiente, puramente narrativa, que se queda en la cáscara de la cuestión, sin nombrar a la infraestructura del proceso, al capitalismo, esa infraestructura que desaloja a la gente de su propia identidad social, que nos sitúa ante una elección comprometida, en un mundo que sólo admite compromisos líquidos, difusos, fugaces, momentáneos y fluyentes. La imposible elección es entre: 1, el gélido abismo de la intemperie (fuera del sistema, donde ya están tres cuartas partes de la humanidad); 2, entre la indiferencia huidiza y autista del súbdito productor/consumidor y 3, entre la autocomplaciente militancia líquida: socialdemócrata, ecologista y feminista, en sus diferentes grados y variables, más o menos críticos en su narración de los acontecimientos..., pero que, como Zigmunt Barman, resultan mudos, sordos y ciegos ante la naturaleza totalitaria/capitalista de la bestia que los produce y, por ende, incapaces de identificar la estructura básica de su poder: la apropiación de
Conozco a muy buena gente que piensa que el proceso para la superación del capitalismo es cultural y que no hay otra vía para ello que la individual, como si se tratara de un camino místico y cuasi religioso de perfección, en la absoluta soledad y enmismamiento del ego. Piensan que eso producirá cultura y que ésta provocará el cambio. Estoy en radical desacuerdo, porque considero probado que es la infraestructura del poder la que genera la cultura y no al revés, porque la cultura de las sociedades se ha producido siempre a partir de su estructura política (económica-social-ambiental).
Y todo ésto viene a cuento de las reflexiones que me ocupan estos días en torno a la
rehabilitación del sentido de la identidad, en su doble cara, individual-colectiva,
y que para mí se concretan en lo local y en lo común. Stepien y Barnó son dos
arquitectos que he descubierto recientemente, gracias al sitio web de Raquel y Diego( SIETEQUINCE ), que tienen un discurso
interesante sobre el concepto de identidad
desde su perspectiva de arquitectos y
urbanistas, como resultado del diálogo entre la cultura (civitas) y el
lugar (urbis) : “…y para que esta relación
entre la “Civitas” y la “Urbis”
sea posible, tenemos que dar al concepto de identidad el papel que le corresponde. Así
que, intentáremos meter en juego ideas como la
memoria colectiva, la colectividad, la vecindad o el sentido de pertenencia. Todo ello, incidirá en la idea que
subyace detrás de la palabra equidad, y que no es otra cosa que la búsqueda de
la igualdad social".
Cuando escribo ésto, suena en radio 3 una canción del recién fallecido Enrique Morente, al que descubrí hace muy poco,
por razón de mi acusado analfabetismo musical. Es un tema de Leonard Cohen, el cantautor canadiense… música de fusión,
música heterodoxa, con sonoridades de globalidad, pero que en la voz de Enrique Morente me remite a una identidad
local y cultural inequívoca, ubicada en los paisajes culturales de Andalucía. Innovación, evolución sobre la tradición,
rehabilitación de la identidad… Ah, también para no perderse, otro descubrimiento
musical que debo a Radio 3: Mercedes Peón, en las antípodas geográficas y
musicales de Morente pero, que a mí me
suenan mágicamente parecidos. Su música es genuinamente global, a mayores de gallega. Con identidad, con sólida identidad.
Enrique Morente
Mercedes Peón
No hay comentarios:
Publicar un comentario