Lo peor
de la crisis actual es que empieza a sernos familiar, que nos estamos haciendo
a ella, gracias a las tertulias radiofónicas,
al parlamento, a la tele, a la impotencia, al aburrimiento, a la costumbre. Y
por eso, el capitalismo volverá a salir de este atolladero momentáneo, reajustando su
cuenta de resultados gracias a la colaboración pasiva de la buena y comprensiva gente, la ciudadanía, sus clientes, que hemos vuelto a entender que tenía que ser así, “porque no había otro remedio”.
Lo
mejor es que la crisis puede representar una buena oportunidad para analizar los errores que nos han
traído hasta aquí, para encontrar una explicación al fracaso histórico del
socialismo. Para encontrar una explicación a esa incapacidad que hasta ahora
nos ha impedido organizar nuestra
vida colectiva de un modo más racional y sensato, con más sentido y eficiencia,
con más calidad. Los fracasos no sólo son caminos que se cierran, son también
caminos de aprendizaje, nuevos caminos que se abren. Y es por eso por lo que
tánta gente andamos dándole vueltas a cuestión tan importante. Y es por eso, por lo que un servidor lee, analiza, conversa y
apunta en este blog algunas notas al respecto:
Socialismos
religiosos. Existe un nebuloso
socialismo ecuménico, ampliamente representado por el cristianismo utópico
(amarás al prójimo como a tí mismo), que nunca llegó a concretarse políticamente. Ni podrá hacerlo jamás,
debido a su componente mágico-irracional, una patología constituyente que
inhabilita por siempre al pensamiento religioso, porque conduce a sus seguidores a severos
trastornos de la razón, que les lleva a conversar con estatuas, con
extraterrestres y con otros seres imaginarios. El islamismo fundamentalista,
aquejado de trastornos similares, está en la actualidad intentando su
concreción política por caminos tan
violentos como los que empleara el cristianismo en la Edad Media.
Pero, por idénticas razones, también está condenado al fracaso.
Socialismos
estatales. Los
abundantes ensayos de socialismos estatales (soviético, nacionalsocialista,
fascista, cubano, venezolano, albano, chino o vietnamita) también han fracasado
o están fracasando, aquejados por patologías próximas a la religiosa,
sustentados por contradictorias
e incoherentes oligarquías locales y sectarias, lógicamente corruptas y, a los
efectos, equiparables a sacerdotes y talibanes. Socialismos mal
diseñados y construidos en falso que, como grandes caballos troyanos, están
huecos por dentro, donde alojan un arma biológica de
resultado letal: el pensamiento
individualista/totalitario. Todo un gran rodeo histórico, sembrado de
cadáveres, para llegar al exitoso Estado Chinoamericano, de
pensamiento y mercado único, ese sitio, esa intemperie, en la que habitamos desde hace ya
demasiado tiempo.
¿Y
la socialdemocracia?...pues también, a
mi entender, es otro fallido ensayo, al que hay que reconocerle algunos avances, ¿el ensanche de la clase media?, ¿en materia de derechos sociales?... Si bien -como estamos comprobando en la actual crisis-, dichos avances son papel mojado
ante el poder de los inversores anónimos, los llamados mercados, propietarios definitivos de toda nuestra Deuda (nacional, municipal, familiar y, quizá, espiritual). Sin que apreciemos la diferencia
con otras políticas de derechas y resultando que la única socialización que
percibimos es la del reparto de las pérdidas, del desempleo y la pobreza.
Empleados
con nómina al servicio de la
Propiedad , los partidos socialdemócratas están mansamente
entregados a las mieles y promesas del bicho capitalista, que sigue
creciendo, con esas cuatro patazas que nos aplastan, pero que lo sostienen: 1,
la ideología egoísta-depredadora-individualista que se concreta en la apropiación privada
de la Tierra y sus recursos; 2, las dictaduras y el
marketing político de las democracias excluyentes; 3, la dictadura económico-financiera de los
mercados y 4, la utopía suicida del crecimiento
contínuo.
Valorar
los obstáculos del camino y reconocer
las debilidades propias, es
un buen inicio para corregir los errores de navegación. Identificados éstos, el
siguiente paso pudiera ser localizar el rumbo que nos permita corregir la dirección y efectuar una calculada y tranquila travesía hacia el destino deseado. Teniendo
muy claro ese deseo (la libertad en igualdad de todos los seres humanos), tenemos la certeza de haber identificado bien el problema-clave: la apropiación privada de la Tierra. También sabemos que no tardando, lo comprenderá la mayor
parte de la sociedad humana. Para que eso ocurra, primero le toca abrir los ojos a la gente más proclive a estos entendimientos, la gente de la izquierda, la radical y la moderada, la gente libertaria, la ecologista, la feminista, la gente razonable, sensata y solidaria...
Armados de razones y con geológica paciencia, en ello estamos.
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