Mi amigo Luis Félix Bartolomé Peláez fue compañero de aventuras en las montañas durante los años de juventud que compartimos. El mucho tiempo pasado sin vernos, ya en la madurez, no pudo borrar ese poderoso vínculo que es la amistad; menos aún si ésta se forjó entre riesgos y alegrías compartidas en común, como esa cuerda que usamos para escalar, algo así como un “seguro de vida”, que nos unió en la vertical de las muchas montañas que subimos juntos. Descanse en paz mi gran amigo.
Apenas acababa yo de publicar en mi blog un texto rescatado de una vieja revista de montaña (“Cordada”), donde recordaba el alud que nos cayó encima (a Luis y a mí) en los Pirineos, en 1971, durante nuestra “mili montañera”, que pasamos juntos en la Escuela Militar de Montaña. Me disponía a publicar otro texto, que en ese mismo número de la revista yo dedicaba a narrar la aventura que también viví junto a Luis F. Bartolomé (mi querido amigo “Bartolo”) en el Naranjo de Bulnes, solo dos meses antes de la publicación de la revista. Era un texto en el que narraba cómo ambos fuimos testigos directos de la primera escalada invernal al Naranjo de Bulnes por su mítica pared oeste.
Resulta que habían pasado cincuenta años justos desde aquello, y buscando información al respecto encontré muchas referencias en internet y en las hemerotecas de la prensa de entonces, en torno al 50º aniversario de aquella mítica primera escalada invernal al Naranjo por su temida cara Oeste.
Pues bien, mientras preparaba ese texto, me sucedieron dos acontecimientos enlazados: primero, que en varias de esas reseñas de prensa e internet, con gran sorpresa encuentro una foto en la que aparece mi amigo Luis junto a otros montañeros que estaban en el refugio de Urriello aquel invierno de 1973; y segundo, solo un par de días más tarde me llega un triste mensaje, de un amigo común, diciéndome: “siento comunicarte que Luis acaba de morir”.
Eso fue el pasado 15 de diciembre de 2023. Al día siguiente bajé muy temprano a Valladolid, para estar en la despedida y dar un abrazo a su compañera Carlina y a sus hijos Laura y Marcos.
1973, DE COMO FUIMOS TESTIGOS DIRECTOS DE LA PRIMERA ESCALADA INVERNAL POR LA OESTE DEL NARANJO DE BULNES (EL PICU)
EL CORREO del 8 de febrero de 2023: “Cuatro hombres y una fecha. José Ángel Lucas y Miguel Ángel García Gallego, César Pérez de Tudela y Pedro Antonio Ortega 'El Ardilla'. Seis de la tarde del día 8 de febrero de 1973. Todo quedará inscrito con letras de oro en la historia del alpinismo español».
Así
contaba El Diario Montañés hace hoy 50 años una de las hazañas
del montañismo que tuvo en vilo a media España y también a buena
parte de la prensa internacional, que no pudo evitar por aquellos
días estar pendiente de lo que ocurría en el Picu Urriellu, el
Naranjo de Bulnes, situado en el Macizo de los Urrieles, en los Picos
de Europa, con una altitud de 2519 metros. La invernal por la cara
oeste se convirtió en ejemplo de montañismo como espectáculo de
masas. «Recuerdo que había más periodistas allí que en la Vuelta
Ciclista a España», desempolva de su memoria César Pérez de
Tudela, una figura inolvidable del alpinismo español y uno de los
protagonistas de esta historia”.
El Diario Vasco del 27 de febrero de 2020 se refería a aquel acontecimiento deportivo con el subtítulo de “La carrera de 1973”:
El foco informativo tardaría solo tres años en regresar al Naranjo: en febrero de 1973, se estableció una singular 'carrera' entre tres cordadas que intentaban completar la invernal por la cara oeste, la persistente obsesión de los montañeros. Una de ellas estaba encabezada por el popularísimo César Pérez de Tudela, la gran figura mediática del alpinismo español de aquellos años; otra la lideraba José Ángel Lucas, que tenía el récord de subida por la cara oeste en verano, y en la tercera aparecía otro nombre bien conocido, el de Gervasio Lastra, que no pudo sustraerse al poderoso magnetismo del Urriellu. La gente cruzaba apuestas sobre qué equipo iba a llegar primero a la cima y los periódicos editaban suplementos especiales que daban minuciosa cuenta del pique, en el que no faltaron acusaciones de juego sucio. En Arenas de Cabrales se llegaron a reunir cuarenta redactores, locutores, fotógrafos y cámaras de televisión, ansiosos por recibir alguna noticia de lo que estaba ocurriendo allá arriba. Al final, Lastra se retiró y los otros dos equipos alcanzaron juntos la cumbre.
.../...Todos los medios se hicieron eco de la noticia: César Pérez de Tudela, Pedro Antonio Ortega, ‘El Ardilla’, José Ángel Lucas y Miguel Ángel García Gallego, ‘El Murciano’, se convierten en los primeros alpinistas que hacen cumbre en el Picu Urriellu en invierno, a través de las vía abierta por Rabadá y Navarro en su cara Oeste. La expectación generada en torno a aquella escalada, convertida en espectáculo mediático, en buena parte tenía origen en los fallidos intentos que la habían precedido, en los que habían perdido la vida varios escaladores.
* * *
Luis y yo llegamos al refugio de Urriellu el 7 de febrero y según nos contaron los que estaban por allí, la cordada de Pérez de Tudela y el Ardilla habían iniciado la escalada el día anterior (6 de febrero) a primera hora; las otras dos cordadas lo hicieron ese mismo día en que nosotros llegábamos al Naranjo procedentes de Arenas de Cabrales, por el camino habitual de Bulnes y la majada del Cambureru.
Veníamos sorprendidos por el ambiente tan animado que encontramos en el pueblo, con los bares llenos de curiosos y periodistas venidos de todas partes. La verdad es que estábamos un tanto escandalizados. La radio y la televisión estaban montando un verdadero espectáculo, cosa inédita en aquellos años, para un deporte todavía minoritario como el montañismo. La estrella mediática era el periodista deportivo Jose María García, que estaba retransmitiendo todos los días aquel evento, conectando directamente con los escaladores que estaban colgados en la pared Oeste del Picu. En el mismo refugio vimos cómo tiraban desde la pared cartuchos de negativos que eran recogidos en la base por compañeros de los que estaban escalando, para hacerlos llegar a los periodistas lo más pronto posible.
Al día siguiente, cuando se preveía la llegada a la cumbre, junto con un escalador asturiano yo me sumé a la propuesta de subir por la cara sur, para ayudar a dos cámaras de televisión que a pesar de su escasa experiencia en escalada, estaban dispuestos a llegar a la cumbre para filmar allí la llegada de Pérez de Tudela y compañía.
Tras una penosa aproximación a la pared sur del Picu por la Canal de la Celada, debido a la mucha nieve allí acumulada, ya metidos en la pared uno de los cámaras de TVE me fue contando que tenían muy reciente el trabajo que habían hecho en Nicaragua, donde habían estado filmando un documental sobre el terremoto que el 23 de diciembre pasado (1972) había destruido la capital de Nicaragua.
En el ascenso, coincidimos con la cordada de Lastra y Fernando Martínez, que habían abandonado la escalada de la Oeste utilizando la escapada por los Tiros de la Torca. Llegados a la salida del anfiteatro, donde terminan las dificultades de la escalada por la cara sur y ya se sube caminando hasta la cumbre, yo estaba medio congelado, con todas las emociones que estaba viviendo había subido hasta allí sin guantes y sin ropa de abrigo suficiente. Así que decidí rapelar la pared para llegar al refugio cuanto antes. En el descenso por la cara sur y luego por la Canal de la Celada bajé con Fernando Martinez, que no había querido acompañar a Gervasio Lastra hasta la cumbre para recibir a los vencedores de la oeste invernal, Pérez de Tudela y compañía...y me fue contando que estaba “quemado” con el “circo” que allí se había montado...y que por eso Gervasio y él habían decidido retirarse. También recuerdo que después, ya bajando hacia Bulnes con toda la gente que estaba en el refugio, y con todos los que habían hecho cumbre, hice un rapidísimo descenso en esquís junto a Fernando Martínez, parando de vez en cuando para contemplar y esperar a la numerosa comitiva. Llegados a Puente Poncebos, ya vimos la que se había liado...nunca habían visto por allí tal multitud de montañeros, guardias civiles, periodistas, cámaras de televisión, fotógrafos y muchísimos curiosos que allí nos estaban esperando.
Llegados a Valladolid yo publiqué en el Norte de Castilla un amplio reportaje a dos páginas con algunas fotos, que titulé algo así como “No fue una alegre conquista”. Supe después que no le había gustado a César Pérez de Tudela, pero es que a mí tampoco me había gustado aquel espectáculo, ver tanta publicidad y competencia en la montaña, acostumbrados a vivir nuestro deporte en soledad y tranquilidad...ni saber que se habían dejado cuerdas fijas desde la cumbre, en los últimos largos de la pared.
No he podido recuperar un ejemplar de aquel reportaje, pero espero hacerlo pronto, si un día de éstos me decido a hacerme suscriptor de “El Norte de Castilla”, que es condición necesaria para acceder a su hemeroteca, donde supongo se conserva copia de aquella publicación.
Esa fue mi experiencia en aquella excepcional ocasión que pude vivir aquel invierno de 1973, junto a mi amigo Luis Félix Bartolomé, en el Picu de Urriellu, donde ambos fuimos testigos de la primera escalada invernal por la Oeste...pero, para quienes como yo, nos sentimos muy ligados a esa montaña, nos parece de justicia recordar a quienes primero abrieron aquella magnífica vía, me refiero a la cordada Rabadá-Navarro y a todas las cordadas que después lo intentaron en condiciones invernales:
1962, LA PRIMERA VEZ: ALBERTO RABADÁ Y ERNESTO NAVARRO
De la revista “Desnivel”: “El 21 de agosto de 1962 Alberto Rabadá y Ernesto Navarro alcanzan la cima del Naranjo de Bulnes tras realizar la primera ascensión de la cara Oeste, trazando un ruta que ha sido la referencia hasta hoy de generaciones de escaladores. El comentario que escriben en el libro de cima, tras realizar esta escalada, no solo muy difícil sino también arriesgada, no puede ser más humilde: «Escalada realizada por la cara Oeste, con un tiempo formidable para lo que nos esperábamos de Picos. Algo de niebla durante la excursión por esta pared, la más hermosa y formidable que hasta la fecha hemos conocido. Somos dos excursionistas zaragozanos que nos sentimos orgullosos de poderla ofrecer desde estas líneas a todos los montañeros españoles que alguna vez han soñado con la escalada de esta provocadora pared. Cordada Navarro-Rabadá”.
La historia de la cordada Rabadá-Navarro, ó Navarro-Rabadá (como firman en la cima del Naranjo tras ascender su cara oeste) es muy breve: son solo cuatro años desde su primera apertura (1959) hasta su trágica desaparición (15 agosto 1963) en la norte del Eiger.
En los cuatro años que escalaron juntos, Rabadá y Navarro trazaron algunas de las rutas mas míticas de la escalada en roca de nuestro país: las del Gallinero, Mallo Firé, Tozal de Mallo y, sobre todo, la oeste del Naranjo de Bulnes, que fueron y siguen siendo aún una referencia para todos los escaladores.
1969, LA TRAGEDIA DE PATXI BERRIO Y RAMÓN ORTIZ EN LA OESTE
En febrero de 1969, los guipuzcoanos Patxi Berrio y Ramón Ortiz realizaron el primer intento de escalada invernal, que acabaría en tragedia. Encontraron la muerte cuando estaban a punto de culminar la escalada, ya en el último largo de cuerda. Su rescate tuvo un gran impacto social y mediático, tras hallarse sus cuerpos colgando de las cuerdas a cuatrocientos metros de altura, lo que hizo necesario montar un complicado dispositivo de rescate en el que participó César Pérez de Tudela, entre otros. Todos los intentos de rescatar los cuerpos hacia la cumbre fueron infructuosos y, al final, se tuvo que tomar la decisión de cortar las cuerdas para que cayeran al vacío.
Emociona lo que dejaron escrito:
“-29 de enero de 1969. Hemos llegado hoy con buena nieve y nublado para pernoctar en el refugio. Hemos dejado atrás Poncebos y Bulnes, donde pasamos la noche.
-30
de enero de 1969. Nos dirigimos a la Oeste del Naranjo. Que Dios nos
ayude. Hemos salido a las 8,30 de la mañana. Somos Ramón Ortiz y
Pachi Berrio, de San Sebastián”.
El
día 3 de febrero hacía cinco días que Berrio y Ortiz habían
iniciado la escalada del Naranjo. Sus amigos y compañeros de
montaña, conociendo sus planes, comenzaron a impacientarse, y ante
la falta de noticias dieron la alerta.
La Guardia Civil y los
paisanos de la zona no llegaron a alcanzar la Vega de Urriello,
y cuando dos días después los grupos de rescate llegaron al
refugio, pudieron ver, entre las ráfagas de niebla y ventisca,
a los escaladores colgados a más de 400 metros de altura, en la
arista NO. No consiguieron establecer con ellos ningún tipo de
comunicación, ni saber si estaban vivos o muertos. En Arenas de
Cabrales se fueron reuniendo alpinistas de distintas regiones
españolas para tratar de colaborar en aquella angustiosa
situación.
Alcanzaron la cumbre unos cuantos escaladores dispuestos al rescate. Uno de ellos, César Pérez de Tudela, se descolgó por la pared y así recordaba después aquella trágica situación:
“.../...El precipicio era impresionante, pero me preocupaba más ver cómo el cordino rozaba en una roca cercana a la arista. Llevaba colgado de mi espalda un pequeño macuto con unas bolsas de plástico para envolver los cuerpos de los compañeros si fuera necesario, y un pequeño transmisor para decir algo a los de la cima. Cuando terminé el largo descenso, vi unas cuerdas atascadas y un poco más abajo dos cuerpos destrozados colgando de ellas. Pedro Udaondo bajó a mi encuentro para asegurarme, y me descolgué junto a los cuerpos muertos, que se balanceaban peligrosamente cuando los tocaba. Yo buscaba su identidad, pues no sabía quién era uno u otro. Uno de ellos estaba cabeza abajo y ambos tenían los «plumíferos» puestos, signo evidente del frío que habrían pasado. Udaondo y yo estábamos impresionados por el momento que vivíamos. En la difícil posición en la que se encontraban los cuerpos, colgados, cabeza abajo y moviéndose, a mí me resultaba imposible protegerlos con las bolsas de plástico.
El
cordino,
que junto a las cuerdas nos había servido para el escalofriante
descenso, lo até a las cuerdas que sujetaban los cuerpos de
Berrio y Ortiz. Entonces Udaondo y yo ordenamos a los de la cima
que trataran de subirlos, pero los tirones sólo balanceaban más
los cuerpos; una escena que llegó a impresionarnos.
El
transmisor tenía interferencias y se oía muy mal, aun así dije
que sólo podríamos recuperar los cuerpos cortando las cuerdas
y dejándolos caer hasta la nieve. La solución era desde luego
extrema... ¿pero qué otra alternativa teníamos? Yo sé que
fui muy criticado por tomar esta decisión y por ser el autor
material de los hechos, pero cuando hay que actuar no puedes pensar
en «el qué dirán». A mí no se me ocurrió otra decisión
válida.
Desde la cima, Tellería me comunicó que los cadáveres
caerían al comienzo de la Canal de la Celada, y allí, en una
rampa de nieve muy inclinada esperarían con las «bolsas de
muerto» para guardarlos.
.../...Transcurrieron largos instantes
hasta que escuchamos dos golpes sobre la nieve, en la base de la
montaña”.
1970, RESCATE DE LASTRA Y ARRABAL
En febrero de 2020, El Diario Montañés recordaba aquella escalada de Lastra y Arrabal:
“Fueron «trece días de angustia y zozobra» –recogía la prensa de la época– que acabaron con una historia de final agridulce grabada para siempre en la memoria del montañismo español. La que iba a ser la primera escalada invernal por la cara oeste del Naranjo de Bulnes (2.519 metros de altitud) terminó convirtiéndose en una pesadilla para el pintor madrileño José Luis Arrabal, de 21 años, y el geólogo Gervasio Lastra, de 27, madrileño y cántabro de adopción, pues se afincó en Liébana, donde llegó a ejercer como profesor de matemáticas en el instituto y montó un negocio en Argüébanes.
Estos días se cumple medio siglo de una operación sin precedentes, «el mayor despliegue de medios y equipos de socorro jamás conocido en España hasta la fecha», se leía en los periódicos. Lastra consiguió sobrevivir, pero Arrabal falleció una semana después en el Hospital General de Oviedo, donde fue evacuado en helicóptero tras ser rescatados. Hasta llegar a ese trágico desenlace, los dos jóvenes vivieron una auténtica odisea”.
Aquel rescate también tuvo una enorme repercusión en todos los medios:
MI PICU DE URRIELLU
He subido muchas veces hasta la Vega de Urriellu, donde está el Naranjo de Bulnes, o mejor, el Picu que dicen por allí. La mayoría de las veces subí por la vertiente asturiana, desde Arenas de Cabrales, por Puente Poncebos, la aldea de Bulnes y la Majada del Cambureru. También he subido desde Sotres, por la majada de Pandébano y por la parte cántabra de Potes, por el Cable y el camino de la Vueltona, refugio de cabaña Verónica, collado de Horcados Rojos y Jou Tras el Picu...sin que se me olviden las subidas por los Tornos de Liordes y desde el refugio de collado Jermoso, accediendo desde la parte leonesa del Valle de Valdeón, por Cordiñanes, o por la Vega de Liordes, para alcanzar la Vega de Urriellu por Cabaña Verónica y los Horcados Rojos.
Da igual por donde subiera, algo me pasaba siempre, que al llegar a la Vega de Urriellu y plantarme cerca de la mole del Naranjo de Bulnes, me entraba algo así como un retortijón de tripas, de la emoción, como una especie de cagalera. Algo muy personal tuve siempre con esta montaña y muy especialmente con su mítica pared Oeste -de donde le viene el nombre, porque se pone naranja cuando le da el sol al atardecer-, esa pared oeste que nunca llegué a subir... del todo. Solo una vez trepé por ahí, fue un verano posterior a aquel 73 de la invernal famosa, no estoy seguro de la fecha. Me metí en la pared junto a un escalador asturiano de cuyo nombre siento no acordarme, al que había conocido allí mismo, en el refugio. Esta vez no fue ni siquiera un intento, solo queríamos probar, para hacernos una idea de las dificultades de la vía antes de afrontar la escalada en serio, que nos propusimos hacer más adelante, cualquier otro día y con más convencimiento. Por eso que llegamos solo hasta el paraje de la Cicatriz, ese punto de la pared que una vez superado ya no deja lugar a la escapatoria, que solo se puede hacer por los Tiros de la Torca. Superada la Cicatriz ya no te queda otra que tirar para arriba y salir por la cumbre.