“¿Se quiere que haya siempre
gobernantes y gobernados, o bien se quiere crear las condiciones para que la
necesidad de existencia de esta división desaparezca?” (Antonio Gramsci)
Cuanto
antes, conviene dejar de alucinar con urgentes ensoñaciones “revolucionarias” y
ser conscientes de que la Democracia no es posible a corto plazo; entre otras,
por la razón principal de que el pensamiento crítico y democrático es todavía muy
débil, muy minoritario en la sociedad actual, masivamente colonizada por la
ideología antidemocrática del capitalismo, incluyendo a toda la izquierda reformista
y estatista.
Quienes
defendemos la idea de una revolución integral que nos conduzca a un cambio
radical de las estructuras que impiden la Democracia, estamos emplazados a
construir una estrategia en esa dirección, todavía muy lejana, pero debemos
hacerlo a todos los niveles, también en el corto y medio plazo. Es verdad que no
podemos caer en la trampa del hiperactivismo reactivo, que cada día nos provocan
tanto la crisis como la corrupción, como
cada acción del gobierno o la prisa de la izquierda por hacerse con los
asientos del poder. Pero tampoco podemos derivar hacia una parálisis
expectante. Se ha abierto una posibilidad de transformación y hay que
aprovecharla con inteligencia colectiva.