Patas de cerdos (foto de Juan Luis Cebrián) |
España es el primer productor mundial de jamón. La variedad del cerdo ibérico es el alimento más considerado en la gastronomía nacional. En
política sucede lo mismo con la soberanía, que es la quintaesencia de la
democracia. Jamón y soberanía vienen a cuento en un día tan señalado como el de
la reciente conmemoración del 34 aniversario de la Constitución. Según la estadística, tocamos a casi
tres kilos de ibérico por ciudadano al año, si bien, todo el mundo sabe que esa media expresa una ficción, ya que hay muchos que ni lo huelen y hay algunos que, para que cuadren los datos oficiales, tienen que ponerse ciegos
de comer jamón.
El artículo 1.2 de la constitución dice que “la
soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del
Estado”; las conmemoraciones de la Constitución suelen culminar con un ágape en el que las autoridades asistentes, representantes de los poderes del Estado, como de toda la Nación, y me quedo corto, se juntan a degustar en su nombre una buena
ración de jamón ibérico, previamente abonado por la hacienda pública. Esta escenificación, tan estatal y jamonera, es todo un clásico, un ritual tradicional y elegante, a la par que plenamente aleccionador y coherente, un magnífico retrato de la realidad oficial, la única y realmente
existente.
Siguiendo el símil, las elecciones son como las
estadísticas. En teoría, cada ciudadano tiene un voto que representa su porción
de soberanía; pero en la realidad, ¿quién se come el jamón?...fácilmente
llegamos a la conclusión de que el
consumo de jamón no se corresponde con la porción de soberanía y que, a
los efectos de su consumo real, nada tienen que ver lo uno con lo otro, ni con las elecciones ni con las estadísticas y, todavía menos, con la soberanía
o con la democracia.
De ahí que cuando queramos hablar de democracia o de soberanía
en serio, nos veamos obligados a recurrir a la ficción, pensando en esos tres kilos de
jamón ibérico que cada ciudadano “consume” de media al año según la estadística oficial. Y de ahí también que
sus señorías no soporten que se hable del bicho, de la democracia directa, es lógico, pongámonos en su lugar: privados de representarnos, se acabarían para ellos las conmemoraciones oficiales, incluídas la de la
Constitución y, lo peor de todo, se verían privados de su ración extra del ibérico jamón…¡con lo rico que
está!
Lo cierto es que en estas navidades la mayoría de los
ciudadanos volveremos a conformarnos con ver el jamón en el limbo de los
escaparates, como la soberanía, como la democracia…pero no hay que preocuparse, se mantiene el consumo medio de jamón, todos contribuimos a la media estadística, votantes como abstemios, ¡ale, pues, a celebrarlo!