“Hay andancio”, se dice por estas tierras del norte de Castilla donde vivo. “Dícese de una enfermedad epidémica leve” es la definición de andancio que hace la RAE en su diccionario. Recuerdo que hace unos años por aquí se comentaba que Zapatero, el expresidente del Gobierno de España, propuso recuperar esta palabra en desuso que, según él, por entonces todavía conservaba cierta vida en su tierra natal leonesa. Oficialmente, andancio tiene mi edad, porque no figuró en el diccionario hasta 1952. Decía Zapatero que su uso se ceñía a León, Cuba y Salamanca y que estaba presente en novelas como “Volvoreta”, de Wenceslao Fernández Flórez, o en “Retratos de ambigú”, de Juan Pedro Aparicio. Alguien me comentó que la había escuchado en las islas Canarias. Aunque frecuento mucho la vecina tierra leonesa, lo cierto es que yo sólo he oído la palabra andancio por aquí, en los pueblos de la Montaña Palentina y siempre referida a episodios de “cagalera”, que es como aquí llamamos a la diarrea por gastroenteritis.
Reflexionando sobre el uso de estas palabras, andancio y cagalera, caigo en la cuenta de que ambas se prestan a un uso que se amplía a lo mental, me refiero al contagio de la cagalera mental o miedo. Lo he visto y comprobado más de una vez en mis propias carnes, el miedo es tan contagioso o más que la cagalera. En su forma física la cagalera se pasa en dos o tres días, a base de beber mucho agua, pero la cagalera mental es más grave y duradera, porque te deja deprimido y débil, afloja todas tus defensas, te deja zorrostrado (1), con las tripas al aire, expuestas a coger cualquier otra cosa, todo tipo de enfermedades. En su modo más agudo se sabe que puede llegar a provocar la otra cagalera y que, incluso, se puede llegar a perder el conocimiento, yo lo he visto y me ha pasado.
Lo cierto es que ahora que hay tanto andancio por todas partes, no puedo evitar esta extrapolación del andancio que, sin quererlo, igual me lleva de lo corporal a lo mental y de lo local a lo global, lo que no puede ser más obvio en este andancio que ahora recorre el mundo. No es la suposición ingenua de un aislado aldeano de las españas vacías, que yo también he olido estos aires de cagalera en medianas y grandes ciudades, como Valladolid, París, Londres o Sâo Paulo...y años antes de “aquella infausta primavera de 2020”, que diremos a partir de ahora: esa mirada vacía de la gente cuando camina a toda prisa, como agobiados por un apretón de tripa y les apremiara llegar a casa como si en ello les fuera la vida, temerosos de un andancio que se extiende como la pólvora.
Hoy esas mismas calles, a causa del andancio, andan silenciosas y vacías. Pienso que para la autoridad y el Orden no puede haber momento más sublime que este silencio oficial y esta retirada de la gente, mayormente voluntaria, a sus íntimos cuarteles. Todo por el prójimo y el bien común, se dice, baste que se lea prójimo o bien común, da igual, donde pone "patria" y confiar en que lo entienda la gente...venga, vamos, todo quisqui (2) a casa, sea por dios o por la patria o por el prójimo o por el bien común, por lo que sea, pero ¡no os juntéis, maldita sea!, si no es para trabajar, comprar o haceros un test, que hay andancio y no es broma, ¡mucho andancio!
En los tiempos que corren, con tantas urgencias encima, no me extraña el estado de confusión que padecemos, ni esta cagalera híbrida, entre corporal y mental, local y global, material e intangible, que nos lleva a no saber dónde empieza y acaba una cosa y la otra, ni a qué creencia atenernos. Deambula por todo el mundo, junto al andancio, como sonámbulo recién empadronado, un viejo y contagioso presentimiento de cambio de época, algo así como un andancio de fondo, muy parecido al que anticipara certeramente Antonio Gramsci, el filósofo que fundara el partido comunista italiano, a principios del pasado siglo XX: “el viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Y, sin duda, todavía estamos en la prórroga de ese espacio claroscuro en el que brotan fácilmente fantasmas y monstruos infectos, contagiosos como un andancio, o epidemia, que diría un “experto”.
Para qué gastar la virtud pudiendo tirar de instituciones y de miles de obligatorias leyes para todo; y para qué la austeridad y la vacuna de una vida sana, si para cada dolencia contamos con una especialidad médica y podemos elegir entre miles de medicamentos y vacunas prêt-à-porter. Sí, hay andancio y cagalera y tiene su historia, ahora todavía más obvia que en tiempos de Gramsci y más que en ningún otro tiempo. Porque la tele (después de la Segunda Guerra Mundial) y la internet (después de la crisis del petróleo), han reducido el inmenso mundo a una pequeña aldea global y hacinada, pero aldea al cabo, donde las malas noticias vuelan como siempre, la diferencia es que ahora se nos meten en casa y en la cabeza, ya condimentadas, ¡y repartidas gratuitamente! por un ejército de mensajeros, librándonos del enorme peso que supone pensar y discernir por nosotros mismos.
Parece absurdo, pero es constatable que a más ciencia más cagalera nos entra. Algo está pasando que no encaja en el sentido común, algo que justifique la nueva normalidad, este raro andancio que paraliza y enferma a la gente, incluso a los privilegiados de la nueva clase, los "asintomáticos".
Desde el observatorio de mi pequeña aldea rural, hace años que veo el panorama global como la representación teatral de una encarnizada contienda, lo más parecido a una performance o un paripé (3), entre bandos que pelean por imponer su propio "relato", otra palabreja que por aquí siempre entendimos como “cuento”, a fin de que todos miremos el mundo con sus mismas orejeras (4). En este alargado claroscuro, trance de espera entre un mundo que se va y otro que viene, cierto es que ya casi nada nos sorprende, que nos hemos familiarizado con cada monstruo que surge de la niebla, declarada universal por andancio de zoonosis vírica (5) que, no olvidemos, viene de un oriente que ya no se puede decir lejano, no quienes tienen una sucursal en su barrio y hasta Correos se lo trae a casa, incluso a nosotros, en los pueblos más pequeños: un oriente ideológico-mercantil, contagioso y perfectamente empaquetado.
Todo individuo con sentido común, a partir de los catorce años e incluso antes, sabe que la democracia de verdad es autogobierno en comunidad de iguales y sabe cuáles son de verdad sus derechos naturales (a la vida, a la libertad y a la dignidad), como sabe que estos derechos suyos son al tiempo iguales deberes para todos, pero ninguna de esas verdades las veremos escritas en textos oficiales, porque yacen confinadas en el cajón de las “utopías”. De ahí que, a lo sumo, nos merezcamos sólo una parlamentaria representación de la Democracia, como una pomposa Declaración Universal de los Derechos Humanos funcional al Orden establecido. Tal es el grado de falsificación que hasta la verdad fue declarada utopía.
Observo, leo, me interrogo y pregunto todo cuanto puedo y espero que nadie me cuente otra vez eso que decía Gramsci, lo de que se barrunta un mundo nuevo, sin decirme qué mundo es el que quiere, qué proyecto es el suyo y qué papel reserva para sí en ese mundo por venir. Aparte del proyecto en marcha de las corporaciones que dirigen el aparato estatal-mercantil, no veo enfrente sino esbozos, incompletos proyectos sólo anticapitalistas: ecosocialismos, feminismos y anarquismos que, o no saben qué hacer con Estados y Mercados, o se guardan ese as en la manga, por si a futuro le viniera bien a su proyecto. No es lo único que nos distancia, es también la idea de uno mismo, del individuo soberano que de natural es cada uno, individuos que se saben nacidos para vivir en comunidad de pares, sin dejar de ser libres y diferentes, con natural soberanía que ellos le niegan si no es en masa colectiva y gregaria. Pero no ven contradicción cuando a ese mismo individuo sin conciencia de sí, le exigen “conciencia histórica”, de clase...olvidan su propia historia, que ya puso en evidencia, más que de sobra, que por ese camino en bucle, la repetición de la derrota sigue siendo el horizonte único.
Mientras andamos en esa discusión y en medio de un mayúsculo Andancio - este contagioso chinamiento que nos entró en la última primavera - hace unos días me decía algo así un amigo de la infancia: “razón no sé si tienes, pero intuición mucha...lo he comprobado, lo que pasa es que te adelantas diez o quince años”...pues bien, por si este amigo estuviera en lo cierto, diré que a estas alturas de mi vida ( ¡hay que que ver lo que me ha costado! ), creo saber qué mundo quiero (6) y cuáles son sus probabilidades, ciertamente escasas. Espero que viváis para contarlo.
Epílogo: el mundo que quiero es muy concreto y por supuesto mucho más complejo que el simplón y abstracto mundo que hemos heredado; véase, si no, su mítica y "lógica" complejidad: sálvese quien pueda, comunista, fascista, machista y maricón el último, democracia y capitalismo, libertad y propiedad, violencia y razón de estado, ecología de jara y sedal, propiedad privada, contrato social, alquiler y compraventa de personas-mercancía, trabajo esclavo y progreso con la garantía y seguridad jurídica del Estado, etcétera. El mundo que quiero va en dirección contraria a ese mito y a esa lógica, tan inversamente “natural” que nos lleva a creer, por ejemplo: en la natural hispanidad de algunas islas africanas, en la institución natural de la lucha de clases , en la natural españolidad del castellano y demás lenguas maternas... o en la natural "comunidad nacional" llamada España, esa lustrosa idea de la gente lista, que de natural nos une y nos hace naturalmente iguales, aún a sabiendas de que sólo es - ahora sí naturalmente - “de boquilla” (7).
Para sortear a los monstruos que nos van asaltando en este claroscuro, y en lo que dure este Andancio, resumo mi programa para esa transición: anticipar la sociedad que queremos, no esperar a que nos la den hecha y bien empaquetada. Una única persona basta que se junte con otra y algunas más, para iniciar en su "país" o comarca la fundación de una democracia real y concreta (autogobierno en asamblea de iguales) o lo que es lo mismo: comuna, ayuntamiento paisano, a partir de un pacto glocal del común para el que bastarían unos pocos, pero básicos automandamientos :
1. Estoy obligado a respetar la dignidad del prójimo, incluso si llego a no respetar la mía propia.
2.Cometo delito de robo si me apropio, individual o colectivamente, de cualquier parte de la Naturaleza o Tierra (que a nadie puede pertenecer por ser bien comunal universal, de la vida en su conjunto, de todas sus especies, comunidades e individuos).
3. Cometo igual delito si me apropio, solo para mí o en asociación con malhechores, del Conocimiento humano producido socialmente, acumulado y transmitido a lo largo de la historia (que por eso es nuestro comunal propiamente humano-universal, de todos los individuos, comunidades, pueblos y generaciones).
4. Soy corresponsable, local y global, de la transformación personal y social hacia una vida ética, ecológica y realmente democrática; en democracia convivencial, que no es otra cosa que autogobierno o asamblea de iguales; a partir de un pacto glocal de libertad y comunidad, tejidas en proximidad y projimidad (que no es lo mismo aunque lo parezca), un pacto del Común, acordado entre iguales individuos libres y soberanos, de todo el mundo (gente que entiende el significado de estas palabras sin necesidad de buscarlo en internet).
Notas:
(1) "Zorrro" se llamaba al utensilio usado para limpiar el polvo, lo que ahora se hace con un plumero. Se componía de un mango al que se le unían unas tiras de piel, de tejido basto o la cola de un animal, de un cordero o un zorro lo más frecuente. El uso contínuo en casas e iglesias hacía que acabase deteriorado y lleno de porquería, por lo que el lenguaje popular adoptó el vocablo para referirse al que iba sucio y desaliñado, llegando hasta nuestros días como un modismo frecuente y coloquialmente utilizado: "hecho unos zorros", con una variante de esta expresión para indicar que alguien ha pasado mala noche y amanece fatigado o muy cansado, como "zorrostrado".
(2) Vocablo de uso coloquial-popular, pronombre indefinido, del latín “quisque”, que significa “cada uno”.
(3) Performance es vocablo procedente de la lengua inglesa y refiere a un arte que combina elementos del teatro, la música y las artes visuales, en el que el medio es la propia imagen del artista, su cuerpo. Tiene sus orígenes en el futurismo y el dadaísmo y se le considera como una rama del arte conceptual, que llevado a la política emplea con profusión una retórica repetitiva y efectista. Paripé es un engaño o fingimiento con intención de guardar las apariencias o para conseguir lo que se desea.
(4)Ya ni la wikipedia se acuerda de que orejeras es el nombre del apero, generalmente de cuero, que se le ponía a los animales de tiro (mulas, vacas, burros o caballos), en la cabeza y sujeto a las orejas, para limitar su campo de visión de modo que el animal se centrara en el camino a seguir o en el campo a labrar y así no se distrajera con otras cosas.
(5) Las zoonosis son enfermedades que se transmiten directamente entre animales, incluidos los seres humanos, a través de medios como el aire, picaduras o saliva.
(6) Recomiendo no perder el tiempo buscando el significado de esta palabra (projimidad) en un diccionario, ni siquiera en internet.
(7)Tampoco será fácil encontrar en un diccionario el significado de este adverbio coloquial (“de boquilla”), si bien, quien tenga el castellano por lengua materna sabe perfectamente lo que significa: anuncio de algo por alguien de quien, de antemano, se sabe que no tiene intención de llevarlo a cabo.