Perdura
todavía una cierta nostalgia por el soñado retorno a
la Edad de Oro de la comunidad humana. Desde la antigüedad se vienen
celebrando los saturnales como “fiesta de los locos”, en
una carnavalesca y populista confusión de clases: los esclavos imitan
burlonamente a sus propietarios y éstos les permiten estas
celebraciones para que en ellas liberen sus
tensiones.
Dusfrutad, disfrutad cuanto podáis, que es lo que os queda, nos dice, impone, la lógica moderna y neoliberal de nuestra época. Se puede pensar cualquier cosa y la contraria, todo nos está permitido, porque todo cabe en el Todo constituido, en este breve tránsito circular y expansivo que se autorreproduce al interior de un vicioso círculo perfecto, siempre igual a sí mismo. Demos por hecho que el crimen perfecto ya se ha consumado, que no deja rastro, que ya ha prescrito y, por tanto, no tiene arreglo; luego ¡disfrutemos, malditos, disfrutemos!, olvidemonos de la historia, que solo es memoria, que duele o sueña futuros inalcanzables, y gozad del prometedor futuro-presente que tenemos a mano, contenedor de todos los futuros posibles... ¡para qué darle más vueltas!
Me pregunto contra toda esta lógica neomoderna, si todavía es posible una
estrategia de resistencia, de confrontación y emancipación, ante la conquista y disolución total del sujeto que somos; si es que ya se ha consumado esta mutación antropológica con la categoría de "crimen perfecto", que como
sociedad y como individuos nos deja sin salida, inermes y atrapados en una jaula global de paredes blandas y transparentes, en ese estado zombi de "servidumbre voluntaria", tras borrar de la memoria la ancestral necesidad humana de contrariar toda autoridad y reivindicar la libertad
como sustancia y esencia del ser propiamente humano.
Y me pregunto si todavía es posible
sustraerse al nihilismo imperante, incluso del que emana de las muchas y variadas críticas "radicales", las que se dicen enfrentadas al Sistema, y que sin embargo, sospechosamente, tras su desahogo retórico no proponen alternativa
alguna. Se deslizan, escurren el bulto, con retórica seudo rebelde e
iconoclasta, con adoración negativa de las tecnologías del Poder que
critican, para llegar a la implícita propuesta de que nada se puede hacer, nada cuando la propia idea de libertad ya es propiedad del
Sistema de dominación. Así, ¿se puede siquiera pensar que la política pueda romper el círculo de este
nihilismo cultural-liberal-capitalista, así, dando por hecho que la servidumbre voluntaria es la
última y consumada metamorfosis de un individuo plenamente domesticado?
Su extrema lógica binaria (bien-mal, izquierda-derecha), pone a la venta mercancía cultural de fácil digestión, camuflando muy bien su oculta convergencia con la cultura neoliberal de nuestro tiempo, celebrando la pasividad nihilista de la modernidad por toda respuesta, su estrategia consiste en ofrecer textos simples acerca de un ser humano atrapado en la
jaula del universo digital y hedónico, asfixiante y definitivo, del
que ya es imposible escapar. Su estrategia: textos digeribles, simples y
ligeros, entre anarcocríticos, seudoecologistas, conspiracionistas no declarados y desesperanzados, con envoltorio tecnológico y estético, y un estudiado marketing que llega a apropiarse de la literatura, la ciencia y la filosofia, todo ello al servicio de la inacción, con renuncia a toda forma de resistencia que pase de ser solo retórica.
Toda esa crítica "iconoclasta" y carente de propuesta alternativa, nos lleva directamente al pesimismo y a la despolitización, bloquea toda idea de emancipación, invisibiliza el sutil poder totalitario del regimen moderno de dominación, oculta el perfil de la Propiedad de este mundo y acaba por no saber en qué consiste ni cual es su "capital". En consecuencia, no sabe lo que quiere porque desconoce la identidad y las intenciones de la Propiedad. Contribuye así,eficazmente, a la sostenibilidad del mismo "sistema" al que critica. incluso se permite el lujo de autojustificarse por la carencia de alternativa, rendida ante la poderosa metafísica de lo abstracto y tecnológico, de esa misteriosa entidad, el "algoritmo", que como le sucede con el "sistema", ni sabe, ni quiere saber lo que es, aunque sepa que posee el control de nuestras vidas.
Contra toda esa lógica binaria y abstracta, aunque sea poca, queda gente en el mundo que sabe lo que quiere. Partiendo de la misma epidemia de nihilismo y parálisis, yo mismo - un cualquiera - he llegado a pensar una alternativa, una teoría y práctica alternativa a la Propiedad del sistema.Y si yo puedo hacerlo, puede cualquiera.
Es mucha
gente la que piensa que "otro mundo
es posible",
¿pero, con
la misma teoría de la Propiedad del viejo mundo?,
¿y si este cambio fuera la condición de
posibilidad para ese "otro
mundo"?...a esta cuestión intentaré dar respuesta. Me
permito empezar por el final: sostengo que mientras siga vigente la
vieja teoría
de
la
Propiedad
o Dominio, sobre la Tierra y el Conocimiento,
será
imposible superar el colapso civilizatorio en ciernes, inviable
cualquier
“otro mundo”, toda
solución que
sea ética,
ecológica y democrática.
Veamos, ¿qué
hace preferible un derecho de propiedad sobre el de uso?...sin duda, la expectativa de lucro y
especulación, no cabe otra respuesta. El gusto por la propiedad no
tiene más misterio, sí lo tiene la larga duración de la actual teoría de la propiedad,
que se remonta al derecho romano y hasta hay quien afirma que es derecho aún más antíguo, natural, sagrado y por tanto incuestionable, y que por eso se
suceden los siglos y las revoluciones, nacen y mueren Estados e Imperios, pero ahí sigue, plenamente vigente, el mismo sacrosanto derecho de
propiedad sobre la Tierra y el Conocimiento humano. Me centro en
estos dos bienes porque son los únicos de los que podemos decir que
son comunales universales: la Tierra, comunal propio del conjunto de seres vivos, y el Conocimiento, comunal propio de la especie humana.
Ningún
humano nacido en la selva y criado sin contacto humano podría
producir conocimiento; éste, en todo caso, es producido socialmente
y resulta muy difícil justificar su uso como mercancía, objeto de
compraventa, como cualquier otro producto comercial. En el caso de la
Tierra
sabemos
que está
formada por tres elementos físicos: litosfera(sólida), hidrosfera (líquida) y atmósfera (gaseosa) y
que
su
combinación es lo que hace posible la vida de
todas
las
especies.
Resulta
muy
difícil justificar la propiedad exclusiva
de un bien como la Tierra, que no puede ser más necesario, común y universal. No me extraña
que alguien dijera que “la propiedad es un robo” (1), aunque lo
dijera con
sentido vago y general, sin
concretar qué forma de propiedad y sobre qué bienes; no
me extraña,
porque “robo” es que alguien se apropie de lo que no es suyo,
más grave aún si lo robado fuera
del común universal de la vida, caso de la Tierra, o del común humano, caso
del Conocimiento.
“¿Qué
es la propiedad?” se preguntaba Proudhon en torno a 1840,
provocando un gran revuelo con su respuesta: “¡la
propiedad es un robo!”, frase que llegó a convertirse en
máxima de cita común, a la que los anarquistas y otros darían
vueltas y revueltas en sus agotadoras polémicas.Paradójicamente,
Proudhon no usó tan audaz expresión en su sentido literal, sino
sólo para dar más énfasis a su idea. Con el término “propiedad”
designó lo que más tarde llamaría “la suma de sus abusos”,
quiso señalar lo injusto de la propiedad como bien utilizado para
explotar el trabajo de otros sin aportar el esfuerzo propio, se refería a la
propiedad que se caracteriza por rendir intereses y rentas, y
permitir imposiciones por parte del que no produce sobre el que
produce. En cambio, afirmaba que la propiedad como posesión, el derecho
de un hombre a disponer de su vivienda, de la tierra y
de las herramientas que necesita para vivir, eso
era para Proudhon lo justo, "la
piedra fundamental de la libertad".
De ahí que reprobara
el comunismo, sobre todo porque, según decía, éste buscaba la destrucción de esta
forma de propiedad.
Lenin, por otra parte, se preguntaba "¿libertad para qué?", dando por hecho que la libertad está implícita en el comunismo, sistema que hace de los proletarios una clase de "propietarios iguales ". Los liberales, desde el principio asociaron propiedad y libertad, condición la una de la otra. Proudhon, anarquista,
llegó a la conclusión de que la única organización social, capaz
de otorgar al hombre el derecho de gozar del producto de su trabajo,
era la basada en la libertad..."la anarquía como
ausencia de amos y
soberanos, he aquí la forma de gobierno a la que nos
aproximamos día a día”, definiendo el anarquismo como
teoría que proponía una sociedad en la que comunismo y propiedad se
sintetizarían de manera tal que el gobierno desaparecería, al tiempo
que florecería la libertad en "un mundo de pequeños
propietarios unidos por libre contrato".
“La
tierra
es de quien
la trabaja”
es
otra
célebre
frase, atribuida
a
Emiliano Zapata (2),
el
líder militar y campesino,
cuando
proclamara
en
1911 su propuesta de
reforma
agraria,
durante la revolución
mejicana.
Zapata,
a
diferencia de Proudhon, concretaba
que
la
forma de legitimar la posesión de la tierra es
mediante
el trabajo. Así,
el
dinero o el trabajo serían estos medios, además de la herencia (en
la que no media ni dinero ni trabajo).
Pero, ¿posesión es sinónimo de propiedad? Veamos
lo que dice el diccionario de la RAE al respecto:“Acto
de poseer o tener una cosa
corporal con ánimo de
conservarla para sí o para otro”
y
“acto de poseer
cosas incorpóreas, aunque en rigor no se
posean” (porque en rigor lo que es inmaterial no puede ser
poseído).La
cuestión se complica al hacer la distinción entre, nada menos, que
cinco diferentes tipos de posesión: 1.Posesión
de buena fe: que resulta de una adquisición que el poseedor
estima legítima, ignorando los vicios que la invalidan.2.
Posesión de mala fe:
que se tiene con conciencia de los vicios de su adquisición.3.Posesión
de estado: apariencia de la titularidad de un estado civil,
fundada en el ejercicio público y continuado de las facultades
correspondientes al mismo.4.
Posesión
inmemorial: cuya duración excede de la memoria humana.5.
Posesión natural:
que no se tiene con ánimo de dueño o de titular legítimo de la
cosa o derecho poseído.Más
aún se complica si le añadimos estas dos variantes no recogidas por
el diccionario de la RAE: 6-
Posesión mediata: es posesión
de derecho, no de hecho, es decir, no es una tenencia
efectiva (propiedad) de una cosa, valga como ejemplo un contrato de
arrendamiento, en el que el arrendador es poseedor mediato del piso
alquilado, aunque no está poseyéndolo de forma efectiva y real
(porque el piso sigue siendo de propiedad ajena).7.
Posesión inmediata: resultado de un contrato de compraventa,
por el que el comprador se hace poseedor efectivo (propietario) al
momento de hacer el pago y firmar el contrato.Se
observará la confusa ambigüedad
en la que se sitúan ambos términos, posesión y propiedad, que
no acaba de aclararse
la diferencia entre una “posesión efectiva” y una “posesión
que siendo de derecho no es de hecho o no
es efectiva”. La
clave reside, sin duda, no en su concepto (el derecho), sino en su
efectividad (el hecho).
Según
ésto, en la sociedad feudal, por ejemplo,
los campesinos que trabajaban la tierra eran poseedores de
derecho, pero no propietarios de hecho, porque se sabe que el
propietario de hecho era “el señor” titular del territorio (un
noble, un rey, una “autoridad eclesiástica” -abad u obispo-,
incluso el “concejo” de una de
las grandes
villas de la Baja
Edad Media); era aquel
soberano de la tierra al que se pagaban tributos por el uso de “su
propiedad”. Quedaba
así en evidencia la primacía del hecho
(el poder) sobre el concepto (el derecho).
A
partir
del siglo XVII, la revolución cultural promovida por la clase
emergente (la burguesía), que conocemos por sus ideas “ilustradas”,
supuestamente destinadas
a subvertir el orden feudal, sin
embargo, conservaron celosamente la propiedad como fuente principal
del poder “efectivo”, camuflado
bajo
la supuesta “igualdad política” que empezaba
a figurar
en las
constituciones
liberales de
los “nuevos y
modernos”
Estados-nación-capitalistas
de la Modernidad.
En
la
prórroga de esa
modernidad
burguesa,
que
es
la época
contemporánea,
nada ha cambiado respecto del
status de
la propiedad, que
conserva
el mismo significado de sus anteriores
épocas,
feudal y moderna, por
lo que
la posesión
efectiva (la propiedad)
hoy
como entonces sigue
siendo del “soberano”, quien sea que detente el
poder
efectivo
sobre
el objeto de la propiedad.
Y si no, véase cómo a
día de hoy, al igual que en el medievo feudal, todo
Estado reserva
para sí un
supremo
poder
de expropiación,
en base a un
abstracto concepto
del
“interés público”.
Pero
toda esta historia, de interesadas ambigüedades y confusos conceptos
acerca de la posesión y la propiedad, si me interesan hoy es, sobre
todo, por su directa repercusión en los acontecimientos del tiempo
presente, en referencia al contexto de crisis sistémica y global en
que hoy vivimos. Experimentamos este contexto como amenaza a la
viabilidad de la civilización humana en un próximo futuro, un
temor que ya experimentamos ante las clarísimas señales de un
acelerado e imparable proceso destructivo: en la máxima
concentración de los poderes -económico, político, mediático,
tecnocientífico, legal, y militar sobre todo, mostrando su
inequívoca tendencia al UNO, a un único Poder global, cuyo ilusorio
programa prevee una Gran Transición para restaurar todo lo que
previamente ha destruido. Qué decir de su devastador efecto sobre el
individuo, ahora reducido a un perfil virtual, aislado en la masa,
privado de presencialidad y desvinculado de toda comunidad real,
nadificada su existencia, disuelta ésta en mínimas relaciones
sociales, exclusivamente reducidas y mediadas por una compulsiva
obsesión por la propiedad y el consumo.
Vemos normalizarse el auge
de la xenofobia y los totalitarismos, hacerse crónica la crisis
profunda de las democracias estatales, asistimos al secuestro de la
creatividad y del conocimiento humano a cargo de unas Ciencias que se
lo apropian y lo desmenuzan en parcelas “disciplinarias”, de
conocimientos cuantitativos e inconexos, con su deriva mercenaria y
tecnológica apuntando a un inminente futuro eugenésico y
“transhumano”… y nos produce vértigo la grave crisis
demográfica, sea por sobrepoblación o por envejecimiento, la
proliferación y extensión de enfermedades crónicas y pandemias
globales, la progresión geométrica de la desigualdad en todas las
latitudes.
Pero
el efecto destructivo del “orden” social impuesto por la
Modernidad, con su fija idea de “la propiedad como fundamento de
la libertad”, su religiosa creencia en un “progreso” ilimitado,
que ignora los límites materiales del planeta, en sus efectos no se
limita a la destrucción del individuo y la sociedad. Ahí está,
por si fuera poco, la alteración brutal del equilibrio ecológico
que significa la devastación de la biodiversidad, los efectos del
cambio climático, el agotamiento de las fuentes energéticas que
nutrieron el “progreso” durante los dos últimos siglos de
modernidad capitalista, la desertización y la mengua acelerada de
la fertilidad de la tierra...y paro de contar. Esa es su evolución
histórica “de hecho”, bien contraria a los “derechos” que
proclama. En todo ésto se traduce su “éxito”, en el invento de
una “racionalidad” moderna, que no hay por donde cogerla.
Propongo
un experimento: que por un momento imaginemos que en un arrebato de
locura una parte de la humanidad, una comunidad cualquiera, se
vuelve “irracional” y proclama unilateralmente la efectiva
abolición de la propiedad de la Tierra y del Conocimiento,
imaginemos que a estos bienes esa irracional comunidad los declara
“comunales universales”, la Tierra como propiedad comunal de
todas las especies y sus generaciones, el Conocimiento como
propiedad inmaterial del conjunto de la humanidad, de todas sus
generaciones presentes y futuras...¿alcanzamos a imaginar siquiera
lo que ésto supondría, un futuro tan “irracional”?, ¿que
nadie tuviera el poder de propiedad sobre la Tierra y el
Conocimiento, que como bienes comunales universales quedaran al
margen de toda forma de comercio, de los que nadie pudiera, de ningún
modo, hacerse propietario o soberano, ningún individuo, ningún
colectivo, ninguna corporación, ningún Estado?
Para
ilustrar este “supuesto”, resumo en un esquema esa nueva
teoría de la propiedad que, de momento, solo cuatro gatos
pensamos:

Como puede verse en este esbozo, no todo es perfecto, aún cabría una posible relación de dominación, del individuo por su propia comunidad, pero no siendo obligatorio el trabajo comunitario, siempre le cabría trabajar solo para sí mismo. También podría la comunidad explotar al límite su territorio, saltarse el principio ecológico de autosuficiencia y reserva, pero sería a costa de su propia supervivencia; eso lo sabían muy bien las tradicionales sociedades campesinas, haciendo un uso realmente sostenible de los bienes disponibles. Y podría darse un trato desigual, pero sería improbable que eso pudiera suceder en una asamblea de autogobierno comunitario, entre "próximos", vecinos y paisanos del mismo territorio.
Téngase en cuenta que lo que hoy llamamos "democracia" solo puede serlo en modo ficticio o "representativo", que no puede ser real si no es en asamblea de iguales y en comunidad real, es decir, convivencial, dada en un territorio realmente compartido, físico y relacional. Y téngase también en cuenta que lo que hoy, indistintamente, denominamos como "economía" o "capitalismo" es, antes que nada, una relación social de dominio y explotación, de la naturaleza y del trabajo humano. Por todo eso, una nueva teoría de la propiedad es inseparable, necesariamente tiene que formar parte, de una nueva teoría y práctica social-integral: ética, ecológica y democrática al tiempo.