domingo, 13 de junio de 2021

LOS EMPLEADOS O MANDADOS, QUE DICEN NO SER NADIE

 Son empleados los que vierten desechos tóxicos en ríos y océanos.

Son  empleados los que sacrifican vacas y realizan experimentos con monos.

Son empleados los que tiran camiones llenos de comida.

Son  empleados los que están destruyendo la capa de ozono.

Son  empleados quienes observan todos tus movimientos a través de cámaras de seguridad.

Son empleados los que te desalojan cuando no pagas el alquiler.

Son empleados quienes te ponen multas o te encarcelan cuando no pagas tus impuestos o por exceso de velocidad, son empleados los que se llevan tu coche con una grúa.

Son empleados los que te humillan cuando no haces tu tarea o no llegas a trabajar a tiempo.

Son empleados los que ingresan información sobre tu vida privada en algoritmos comerciales e informes crediticios, y los que procesan esa información en los archivos del Estado.

Son empleados quienes ponen exámenes estandarizados, quienes administran los centros de detención de menores y quienes ponen inyecciones letales.

Son empleados los soldados que matan en las guerras, eran empleados los que llevaban a la gente a las cámaras de gas en la Alemania nazi y son empleados todos los soldados que invaden y ocupan otros países.

Son empleados los muertos en todas las guerras, los que son asesinados por terroristas, que a su vez también son empleados, aunque lo sean de Dios, y aunque esperen ser pagados en el paraíso.

(A partir de un extracto de “La mitología del trabajo”, texto publicado en https://crimethinc-com)

 


 ¿A quién no se lo han dicho más de una vez?, cuando hemos protestado ante un funcionario de la administración pública o ante un dependiente de un comercio, de un banco o de cualquier otro tipo de empresa privada: “...oiga, que yo aquí no soy nadie, que solo soy un empleado, un mandado”. 

Y es probable que en nuestros trabajos más de una vez también nos hayamos visto forzados a excusarnos con ésta o parecida frase. Puede costar reconocerlo, pero las empresas o las administraciones para las que trabajamos conforman ese “Sistema” que indistintamente criticamos como Capitalismo o Estado, cuya existencia se sostiene gracias al trabajo de los empleados, sin olvidar que después de la jornada de trabajo seguimos sosteniéndolo, sea como clientes o como contribuyentes.

Trabajando y comprando, pagando facturas o impuestos, en el ocio como en el negocio, cada uno de nosotros ayuda a perpetuar las condiciones del Sistema, el que se nutre con nuestras actividades cotidianas, en el que invertimos prácticamente la totalidad de nuestra vida, con toda nuestra atención, con todas nuestras energías y con todo nuestro ingenio. 

La pregunta es: ¿seguiríamos haciéndolo si tuviéramos otra opción?

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