lunes, 18 de junio de 2018

EL TIOVIVO DE LA DESPOBLACIÓN RURAL

mesa política sobre la despoblación
En los años ochenta yo era un joven emprendedor en el medio rural, había creado una empresa turística de éxito, que abandoné en los años noventa para trabajar en la iniciativa europea de desarrollo rural porque me parecía un reto más interesante. Entonces la despoblación ya servía de argumento a los primeros emprendedores y a la incipiente política europea. Hoy, en la segunda década del siglo XXI, nada sustancial ha cambiado, excepto mi posicionamiento al respecto tras algunos, bastantes, años de experiencia y reflexión al respecto. 

En un ejercicio de pertinaz masoquismo intelectual, he asistido a unas jornadas sobre la Despoblación del medio rural, que han tenido lugar el pasado fin de semana en Villadiego (Burgos) organizadas por la Universidad de Burgos y la federación de asociaciones culturales de la comarca Odra-Pisuerga. Porque me vuelve a pasar lo de siempre: que me veo sólo y descolocado en sitios donde la realidad es presentada como visión única, eso sí con una aseada apariencia de “pluralidad”, sometida a interpretaciones cautivas, donde los intervinientes, ponentes y público, actúan atrapados por una misma lógica discursiva, que les obliga a tomar una de las dos posiciones preestablecidas, conservadora o progresista, según la realidad previamente organizada, dando ocasión obligada a una pobreza intelectual que no es inocente ni desinteresada, porque está orientada a eludir el problema real: la imposición de partida del pensamiento único acerca de la concreta realidad de la que se hable, una visión especializada y estadística, estanca, analítica, científico-legal-oficial del problema a tratar. Como el de la Despoblación del medio rural en este caso. 

Sin cuestionar ese error germinal, bajo esos condicionantes de totalitarismo intelectual que imposibilita toda libertad de conciencia, toda interpretación es necesariamente interesada, consiste en “colar” como causa lo que no es sino consecuencia de otra causa, la real, que así es hábilmente ocultada.
Todo ésto me pareció más que evidente en la "mesa política” que tuvo lugar el segundo día de estas jornadas. Intervinieron todas las facciones ideológicas que conforman el sistema político, con una apariencia de perfecto pluralismo donde la  realidad queda así previamente acotada, en la que toda interpretación se ve forzada a tomar partido, todo debate se circunscribe necesariamente al campo de juego previamente delimitado y marcado. Tan hábil es este método “democrático”, que llega a integrar en el debate hasta el pensamiento “antisistema”, así representado e identificado burdamente en el partido Podemos y en otras posiciones consideradas “alternativas”, como la representada por La Plataforma Rural o la Vía Campesina.
Pero todas esas posiciones, tienen algo en común, que por su obviedad queda fuera del escenario presentado: ninguna cuestiona a la vez el Estado y el Capitalismo, no como asociación esencial y constitutiva del sistema hegemónico en el que la política es economía y la economía es política. La posición mayoritaria no cuestiona el capitalismo y los que se tienen por anticapitalistas no cuestionan el estado, sino que ven en esta estructura de poder la única vía para defender a la clase trabajadora, incluida la campesina, a la que ellos dicen -y creen- representar. El campo de juego está perfectamente acotado, al igual que en un estadio de fútbol donde dos equipos se enfrentan y donde sólo entran los espectadores que compran entrada, los que son partidarios de uno de los equipos contendientes y donde no caben los contrarios al sistema “fútbol”, a los que ni se les pasa por la cabeza pasar por la taquilla. 


Este fin de semana se dijo en Villadiego que ya estaba bien de hablar del diagnóstico sobre la despoblación del medio rural, porque en eso ya estábamos de acuerdo, que ahora lo que toca es discurrir y acordar sobre estrategias, eso sí, con una pequeña dosis de evaluación...¿por qué han fracasado las estrategias hasta ahora aplicadas?...con una pobre evaluación superficial articulada sobre el supuesto de que el diagnóstico de partida es correcto. Todo son dudas y posiciones encontradas acerca de lo que hay que hacer, quién y cómo se hace, pero todos dicen estar de acuerdo en el diagnóstico. Ni siquiera imaginan la posibilidad de que ese diagnóstico previo pueda ser erróneo y que, por tanto, esa pudiera ser la causa del fracaso de todas las estrategias hasta ahora aplicadas. Porque, si no se tiene certeza del lugar del que se parte, ni del destino que se persigue, lo más seguro es que cualquier camino que se tome necesariamente acabe siendo un deambular errático, a la deriva.Y a las pruebas me remito. 

Se piensa que el logro principal del sistema dominante es el “progreso” y que éste es tecnológico. Y que eso es incuestionable, perfectamente tangible y cuantificable. Porque, ¿quién se atrevería a pensar que su producto más logrado fuéramos nosotros mismos, los individuos modernos, esos individuos que el sistema convirtió en su más rentable mercancía durante los dos siglos en los que el trabajo humano fuera insustituible, hasta que empezamos a ser reemplazados, primero por máquinas mecánicas y ahora por máquinas “inteligentes”? Ese individuo liberado de toda responsabilidad -un irresponsable- es hoy un mendigo exigente con cerebro de clase media, aunque se desplace por el mundo en avión o en patera, que reclama una renta universal, algo de qué vivir y un poco de espectáculo para entretener su existencia, algo de musiquita, droga y buen rollo...eso sí, rollo público, gratuito y universal, en el campo y en la ciudad...¿a qué viene soñar otros mundos posibles, cómo seguir hablando de la supuesta existencia de un mundo rural y otro urbano, cuando toda la realidad y todo nuestro deseo nos remite a un sólo y único Mundo, progresista-global-estatal-capitalista?

 
Allí se dijo: “por fin hemos llegado a un consenso: ya no confundimos lo agrario con lo rural, con ese lugar donde lo agrario es definitivamente marginal, porque sólo un 2% del sistema productivo global es agrario”. Una cifra, una cuantificación más, la suprema razón del sistema de pensamiento hegemónico, la estadística, el número, la cantidad. La boca por la que ha de morir el pez: resulta que la necesidad humana más básica, la alimentación, es marginal. El campo, el 80% del espacio terrestre no ocupado por las ciudades, es marginal. Como si el campo fuera sólo una factoría en el extrarradio de las metrópolis, como si fuera algo distinto de la naturaleza, como si ésta fuera un parque natural y un destino turístico, como si nosotros no fuéramos parte de ella, de la Tierra...como si el alimento hubiera dejado de ser un asunto prioritario de la agenda humana y careciese de importancia que lo fuera durante más de doscientos siglos de nuestra existencia. Definitivamente, se deduce que es un asunto del que ya no es necesario que se ocupen los campesinos, porque ahora está en manos más eficientes, en las de las corporaciones financiero-industriales, hiperteconológicas, hiperinnovadoras e hiperemprendedoras que producen y proveen de alimentos a los hipermercados de las ciudades. Asunto resuelto. 

 
Allí se dijo: “el mundo rural de hoy ha de ser multifuncional”. Como si no lo hubiera sido nunca, como si las comunidades campesinas no hubieran realizado nunca actividades artesanales e industriales para atender a las necesidades de las personas,...de vivienda, vestido, calzado, herramientas, ingenios tecnológicos para todo,para la producción de energía, para el transporte de personas y mercancías, para fabricar tejidos y harinas, construir viviendas y grandes catedrales, servicios comunitarios y de ayuda mutua, para cuidar de las personas y de la tierra común...¿de dónde surgió entonces la industria y los servicios, cuando todo el mundo era campesino, incluidas las ciudades, creadas y habitadas desde hace más de diez mil años por campesinos, que hasta hace algo más de dos siglos eran la única clase de habitantes humanos de este mundo, a excepción de las élites parasitarias devenidas hoy en propietarias de la Tierra? Todo ventilado en un instante. Todo el conocimiento, el saber y la experiencia de siglos, todo reducido a un insignificante y marginal 2%. 

Nada importa que vivamos en un sistema económico único llamado capitalismo en cualquiera de sus versiones, liberal-privado o estatal-socialista. No importa que este sistema provoque un estado de crisis cíclicas y guerra permanente, acelerado e inexorablemente abocado a su propia autodestrucción. No importa que el propio consejero de empleo de la Junta de Castilla y León lo reconozca implícitamente cuando pronostica en Villadiego el colapso de las grandes metrópolis en un corto espacio de tiempo. Pasó desapercibido. Esas metrópolis gigantescas a las que se refería el consejero no son el modelo de ese sistema, en realidad nadie sabe de qué son modelo, ni se sabe por qué la mayoría de la gente del mundo, antes campesinos, han ido a parar a esas hiperciudades. Los pueblos deshabitados están en el campo, pero esa monstruosas ciudades no, ellas están en otro sitio, que no se sabe cuál es. El sistema nos conduce a la autodestrucción y no importa reconocerlo ante el peso de las evidencias, pero aún así el problema no es el sistema, oiga, lo es la despoblación del medio rural. Acojonante, la racionalidad oficial y única no puede ser más acojonante. 

Pero ahí está el Estado Europeo en ciernes, para darnos la solución que no han podido darnos los Estados nacionales, desbordados por la soberanía global del capitalismo, ahí está forjándose la perfecta y definitiva alianza soberana, la del estado global y el capitalismo global. ¿Y si el estado y el capitalismo juntos fueran la Causa?...inimaginable, oiga, ellos son elementos naturales, imprescindibles para nuestra existencia, como lo son el oxígeno y el hidrógeno del aire que respiramos...eso no, la causa tiene que ser otra cosa. Pero, además, eso ahora no importa, ahora lo que necesitamos es ser emprendedores e innovar. ¡Innovad, malditos, innovad!
 


 



 

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