mesa política sobre la despoblación |
En
los años ochenta yo era un joven emprendedor en el medio rural,
había creado una empresa turística de éxito, que abandoné en los
años noventa para trabajar en la iniciativa europea de desarrollo
rural porque me parecía un reto más interesante. Entonces la
despoblación ya servía de argumento a los primeros emprendedores y
a la incipiente política europea. Hoy, en la segunda década del
siglo XXI, nada sustancial ha cambiado, excepto mi posicionamiento al
respecto tras algunos, bastantes, años de experiencia y reflexión
al respecto.
En
un ejercicio de pertinaz masoquismo intelectual, he asistido a unas
jornadas sobre la Despoblación del medio rural, que han tenido lugar
el pasado fin de semana en Villadiego (Burgos) organizadas por la
Universidad de Burgos y la federación de asociaciones culturales de
la comarca Odra-Pisuerga. Porque me vuelve a pasar lo de siempre: que
me veo sólo y descolocado en sitios donde la realidad es presentada como visión
única, eso sí con una aseada apariencia de “pluralidad”,
sometida a interpretaciones cautivas, donde los intervinientes,
ponentes y público, actúan atrapados por una misma lógica
discursiva, que les obliga a tomar una de las dos posiciones
preestablecidas, conservadora o progresista, según la realidad
previamente organizada, dando ocasión obligada a una pobreza
intelectual que no es inocente ni desinteresada, porque está
orientada a eludir el problema real: la imposición de partida del
pensamiento único acerca de la concreta realidad de la que se hable,
una visión especializada y estadística, estanca, analítica, científico-legal-oficial del problema a tratar. Como el de la
Despoblación del medio rural en este caso.
Sin
cuestionar ese error germinal, bajo esos condicionantes de
totalitarismo intelectual que imposibilita toda libertad de
conciencia, toda interpretación es necesariamente interesada,
consiste en “colar” como causa lo que no es sino consecuencia de
otra causa, la real, que así es hábilmente ocultada.
Todo
ésto me pareció más que evidente en la "mesa política” que
tuvo lugar el segundo día de estas jornadas. Intervinieron todas las
facciones ideológicas que conforman el sistema político, con una
apariencia de perfecto pluralismo donde la realidad queda así
previamente acotada, en la que toda interpretación se ve forzada a
tomar partido, todo debate se circunscribe necesariamente al campo de
juego previamente delimitado y marcado. Tan hábil es este método
“democrático”, que llega a integrar en el debate hasta el
pensamiento “antisistema”, así representado e identificado burdamente en el partido Podemos y en otras posiciones
consideradas “alternativas”, como la representada por La
Plataforma Rural o la Vía Campesina.
Pero
todas esas posiciones, tienen algo en común, que por su obviedad
queda fuera del escenario presentado: ninguna cuestiona a la vez el Estado y
el Capitalismo, no como asociación esencial y constitutiva
del sistema hegemónico en el que la política es economía y la economía es política. La posición mayoritaria no cuestiona el
capitalismo y los que se tienen por anticapitalistas no cuestionan el estado, sino que ven en esta estructura de poder la única vía para
defender a la clase trabajadora, incluida la campesina, a la que
ellos dicen -y creen- representar. El campo de juego está
perfectamente acotado, al igual que en un estadio de fútbol donde
dos equipos se enfrentan y donde sólo entran los espectadores que
compran entrada, los que son partidarios de uno de los equipos
contendientes y donde no caben los contrarios al sistema “fútbol”,
a los que ni se les pasa por la cabeza pasar por la taquilla.
Este
fin de semana se dijo en Villadiego que ya estaba bien de hablar del
diagnóstico sobre la despoblación del medio rural, porque en eso ya
estábamos de acuerdo, que ahora lo que toca es discurrir y acordar
sobre estrategias, eso sí, con una pequeña dosis de evaluación...¿por qué
han fracasado las estrategias hasta ahora aplicadas?...con una pobre
evaluación superficial articulada sobre el supuesto de que el
diagnóstico de partida es correcto. Todo son dudas y posiciones
encontradas acerca de lo que hay que hacer, quién y cómo se hace,
pero todos dicen estar de acuerdo en el diagnóstico. Ni siquiera
imaginan la posibilidad de que ese diagnóstico previo pueda ser
erróneo y que, por tanto, esa pudiera ser la causa del fracaso de
todas las estrategias hasta ahora aplicadas. Porque, si no se tiene
certeza del lugar del que se parte, ni del destino que se persigue,
lo más seguro es que cualquier camino que se tome necesariamente acabe siendo un deambular errático,
a la deriva.Y a las pruebas me remito.
Se
piensa que el logro principal del sistema dominante es el “progreso”
y que éste es tecnológico. Y que eso es incuestionable,
perfectamente tangible y cuantificable. Porque, ¿quién se atrevería
a pensar que su producto más logrado fuéramos nosotros mismos, los
individuos modernos, esos individuos que el sistema convirtió en su
más rentable mercancía durante los dos siglos en los que el trabajo
humano fuera insustituible, hasta que empezamos a ser reemplazados,
primero por máquinas mecánicas y ahora por máquinas
“inteligentes”? Ese individuo liberado de toda responsabilidad
-un irresponsable- es hoy un mendigo exigente con cerebro de clase
media, aunque se desplace por el mundo en avión o en patera, que
reclama una renta universal, algo de qué vivir y un poco de
espectáculo para entretener su existencia, algo de musiquita, droga
y buen rollo...eso sí, rollo público, gratuito y universal, en el campo y
en la ciudad...¿a qué viene soñar otros mundos posibles, cómo
seguir hablando de la supuesta existencia de un mundo rural y otro
urbano, cuando toda la realidad y todo nuestro deseo nos remite a un
sólo y único Mundo, progresista-global-estatal-capitalista?
Allí
se dijo: “por fin hemos llegado a un consenso: ya no confundimos lo
agrario con lo rural, con ese lugar donde lo agrario es
definitivamente marginal, porque sólo un 2% del sistema productivo
global es agrario”. Una cifra, una cuantificación más, la
suprema razón del sistema de pensamiento hegemónico, la
estadística, el número, la cantidad. La boca por la que ha de morir
el pez: resulta que la necesidad humana más básica, la
alimentación, es marginal. El campo, el 80% del espacio terrestre no
ocupado por las ciudades, es marginal. Como si el campo fuera sólo
una factoría en el extrarradio de las metrópolis, como si fuera
algo distinto de la naturaleza, como si ésta fuera un parque natural
y un destino turístico, como si nosotros no fuéramos parte de ella,
de la Tierra...como si el alimento hubiera dejado de ser un asunto
prioritario de la agenda humana y careciese de importancia que lo
fuera durante más de doscientos siglos de nuestra existencia.
Definitivamente, se deduce que es un asunto del que ya no es necesario que se ocupen
los campesinos, porque ahora está en manos más eficientes, en las
de las corporaciones financiero-industriales, hiperteconológicas,
hiperinnovadoras e hiperemprendedoras que producen y proveen de
alimentos a los hipermercados de las ciudades. Asunto resuelto.
Allí
se dijo: “el mundo rural de hoy ha de ser multifuncional”. Como
si no lo hubiera sido nunca, como si las comunidades campesinas no
hubieran realizado nunca actividades artesanales e industriales para
atender a las necesidades de las personas,...de vivienda, vestido,
calzado, herramientas, ingenios tecnológicos para todo,para la
producción de energía, para el transporte de personas y mercancías,
para fabricar tejidos y harinas, construir viviendas y grandes
catedrales, servicios comunitarios y de ayuda mutua, para cuidar de
las personas y de la tierra común...¿de dónde surgió entonces la
industria y los servicios, cuando todo el mundo era campesino,
incluidas las ciudades, creadas y habitadas desde hace más de diez
mil años por campesinos, que hasta hace algo más de dos siglos eran
la única clase de habitantes humanos de este mundo, a excepción de
las élites parasitarias devenidas hoy en propietarias de la Tierra?
Todo ventilado en un instante. Todo el conocimiento, el saber y la
experiencia de siglos, todo reducido a un insignificante y marginal
2%.
Nada
importa que vivamos en un sistema económico único llamado
capitalismo en cualquiera de sus versiones, liberal-privado o estatal-socialista. No
importa que este sistema provoque un estado de crisis cíclicas y guerra permanente,
acelerado e inexorablemente abocado a su propia autodestrucción. No
importa que el propio consejero de empleo de la Junta de Castilla y
León lo reconozca implícitamente cuando pronostica en Villadiego el
colapso de las grandes metrópolis en un corto espacio de tiempo.
Pasó desapercibido. Esas metrópolis gigantescas a las que se
refería el consejero no son el modelo de ese sistema, en realidad
nadie sabe de qué son modelo, ni se sabe por qué la mayoría de la
gente del mundo, antes campesinos, han ido a parar a esas
hiperciudades. Los pueblos deshabitados están en el campo, pero esa
monstruosas ciudades no, ellas están en otro sitio, que no se sabe
cuál es. El sistema nos conduce a la autodestrucción y no importa
reconocerlo ante el peso de las evidencias, pero aún así el problema no es el
sistema, oiga, lo es la despoblación del medio rural. Acojonante, la
racionalidad oficial y única no puede ser más acojonante.
Pero ahí está el
Estado Europeo en ciernes, para darnos la solución que no han podido
darnos los Estados nacionales, desbordados por la soberanía global
del capitalismo, ahí está forjándose la perfecta y definitiva
alianza soberana, la del estado global y el capitalismo global. ¿Y
si el estado y el capitalismo juntos fueran la Causa?...inimaginable,
oiga, ellos son elementos naturales, imprescindibles para nuestra
existencia, como lo son el oxígeno y el hidrógeno del aire que
respiramos...eso no, la causa tiene que ser otra cosa. Pero, además, eso
ahora no importa, ahora lo que necesitamos es ser emprendedores e innovar. ¡Innovad, malditos,
innovad!
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