Casa de concejo y teleclub de Vallespinoso de Cervera |
En muchos pueblos pequeños se conserva la llamada “casa de
concejo”. Ya en tiempo de la dictadura franquista estas casas
fueron reconvertidas en teleclubs. Reunirse para ver la televisión y
jugar a las cartas quedó como único vestigio de la secular
tradición democrática del concejo. La conversión de las casas de
concejo en teleclubs durante el franquismo representa
perfectamente la decadencia y derrota definitiva de la institución
del autogobierno popular que por siglos rigió la vida de pueblos y
ciudades. El concejo era la forma de resistencia ante el creciente
poder de las clases dominantes, durante el pasado feudal como después
en la modernidad, cuando fueron emergiendo y confluyendo los estados
y el capitalismo tal como hoy los conocemos y padecemos.
En 1978, el texto constitucional del Estado español no tuvo
inconveniente en conservar el concejo como reliquia democrática de
tiempos pasados, eso sí, restringido a las despobladas aldeas que
lograron sobrevivir a la masiva migración rural planificada por el
franquismo en su fiebre desarrollista. Los polos industriales
construidos junto a las grandes ciudades precisaban con urgencia de
la mano de obra barata procedente de las aldeas, que ya por entonces
sólo se reunían en la casa de concejo para jugar a las cartas y ver
la televisión.
Hay quien quiere emplear su energía en rescatar la institución del
concejo en los pequeños pueblos, tal como dice la constitución
española, y hay quien no se conforma con conservar esos paupérrimos
concejos, quien no quiere esa insignificante conquista, ni siquiera
como compensación del Estado a las poblaciones rurales, por cierto,
deshauciadas por el mismo Estado.
Ahora, con experiencia y perspectiva histórica, hemos aprendido que
la crisis en la que vivimos es algo más que financiera, que es
civilizatoria, integral y global, y hemos reflexionado sobre ello.
Ahora lo que queremos ya no son parches, chapuzas, ni teleclubs para
ir sobreviviendo al aparato estatal-capitalista y a sus nihilistas
consecuencias. Ahora queremos democracia real, la que anunciamos
alegremente en el 15M, local y global, directa e integral -ética,
económica, política, social y ecológica-, nada de medias tintas.
Ahora queremos ser el nuevo sujeto consciente organizado en concejo
local y global, ahora sí para la democracia real, para el
autogobierno; ahora nos sobran todas las clases parasitarias y
diletantes, tanto las sumisas como las dominantes, nos sobran todos
los partidos, sindicatos y parlamentos de camuflaje o tapadera;
ahora, antes de que se recomponga en su genuina forma fascista, nos
sobra toda la bestia al completo, estatal y capitalista; ahora no
necesitamos permiso para reconstruir el sentido convivencial de la
vida y organizarnos en concejo, ahora es cuando toca fundir finalidad
y estrategia, ahora es el momento y algunos ya estamos en ello, para
derribar a la bestia construyendo comunal y concejo, en cada barrio,
en cada pueblo y ciudad del mundo.
Ésto sí que es confluencia en común y con sentido, que no será
televisada, que no espera ser inaugurada en víspera de elecciones,
que no finaliza en ese ni en ningún otro día.
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