Voy
a desconectar, decimos ingenuamente cuando llega el fin de semana.
Del trabajo, de los noticiarios, del consumismo, de la rutina
diaria...como si ello fuera posible, como si existiera un límite,
una frontera que pudiéramos traspasar para colocarnos al otro lado, en
un espacio libre y autónomo, desconectados de una vida que no nos
pertenece, que en todo depende de normas, leyes, obligaciones,
coacciones que nos son dadas, impuestas por una forma de vivir que no
hemos elegido. Yo creo que a pesar del autoengaño, en ese impulso de
huida alienta un “querer vivir”, el sueño de una vida propia y,
aunque no lo pensemos, existe un hálito de rechazo al orden vigente;
eso sí, un rechazo familiarizado, que a fuerza de costumbre hemos
incorporado a la rutina diaria.
En
cuanto volvemos al horario de la “normalidad”, ese breve sueño
de libertad y autonomía se esfuma, volvemos a recuperar un extraño
estado febril, en el que actividad y pasividad se combinan para
lograr un equilibrio patológico, que nos permite creer que no
estamos locos porque estamos “dentro” de la normalidad y que, por
tanto, los anormales son quienes a ultranza
se
sitúan
“fuera” de ella: individualistas, extranjeros, marginados y
delincuentes. Y aún así, el Regimen hace cuanto puede por
integrarlos, por volverlos a su equilibrio patológico. A los
individualistas les afilia al partido de los ultraliberales y
anarquistas, a los extranjeros les asigna el papel de “enemigos del
empleo nacional” o les sindicaliza en la economía sumergida; a los
marginados les mete en la cárcel de la pobreza, les muestra en las
colas de Cáritas para que sirvan de escarmiento; a los delincuentes
les coloca en la cárcel extramuros, para darles de comer aparte, para lo mismo.
Nadie
se
libra
de
estar Adentro porque el regimen de dominación nos habita, lo
llevamos dentro de nosotros, estamos conectados
a
él
permanentemente,
no existe un Afuera. Da igual que trabajes, que estés jubilado o en
el paro, cualquiera que sea tu situación acabarás siendo protegido,
incluso puedes acabar cobrando del Estado;
para
ello hemos sido adoctrinados, nos han acostumbrado
,
ahora son los subsidios de paro, las pensiones de viudedad, de
incapacidad o jubilación, mañana será la renta básica de
ciudadanía.
La mayoría de las personas del primer mundo han dejado
de ser necesarias en las tareas de producción, en el proyecto de la
sociedad-metrópolis ya en marcha, sólo los consumidores tienen
colocación asegurada, la producción será asunto de máquinas y de
élites dirigentes-especialistas,
tecnológicas,
financieras
y
políticas.
A
l
a
s
clase
s
subalterna
s
,
a
los
funcionarios,
les
toca hacerse cargo
del funcionamiento de los servicios de control social: de las
fuerzas del orden, de la información y la comunicación, de la
educación y la salud...
e
l
escaso trabajo humano productivo
es
auxiliar de las máquinas, los trabajos manuales más denigrantes
queda
n
reservados para las masas no cualificadas del tercer mundo. Y todos
estar
emos
dedicados a consumir.
El sueño de Henry Ford, pionero del estado de
bienestar y de la sociedad de consumo, ha sido superado (“hay que
pagar a los obreros lo suficiente para que puedan comprar los coches
que fabrican”); ahora, el Mercado necesita producir más
mercancías que nunca, sabe que caerá si para de crecer, necesita
muy pocos productores y muchas máquinas para producir cada vez más
mercancías y, por tanto, cada día necesita más, muchos más
consumidores: el absurdo está sembrado
y
ya vemos asomar los brotes verdes.
En
su libro “Entre el ser y el
poder. Una apuesta por el querer vivir”,
dice Santiago López Petit (1) que "estamos
perdidos en un desierto opresivamente circular donde difícilmente
ocurre algo, y donde la sospecha incluso de un mundo nuevo ha sido
desterrada. El ser y el poder se enlazan hasta casi ahogar el querer
vivir. Por eso hay que pensar radicalmente el "entre""
que los vincula en la expresión "entre el ser y el poder".
Para que su diferencia sea así restituida y con ella el querer
vivir”...
La
desconexión
nos
parece
hoy imposible, sólo a los terroristas les es concedido el estatus de
enemigos del Regimen, sólo a ellos les es permitido habitar
enfrente,
pero
nunca afuera.
De acuerdo con López Petit, creo que los ataques terroristas del 11
de septiembre de 2001 evidenciaron la vulnerabilidad del Regimen y
éste lo sabe. Sabe que su derrota no sólo es posible, sino que fue
anunciada ese 11 de septiembre. Intenta que nadie más lo sepa
y
a ello fía su futuro pluscuamperfecto y sostenible. Y para ello
tiene una estrategia muy ensayada y perfeccionada: produciendo
diferencias identitarias, logrando el “efecto sociedad”, teniendo
T
odo
el control. Por eso nos agrupa en identidades bien diferenciadas, por
sexo, clases sociales, naciones-estado, partidos, sindicatos,...nos
proporciona la sensación de formar parte de una “sociedad” a
través de espectáculos de masas,
espectáculos
electorales,
culturales, nacionalistas, deportivos
o
festivos...tiene
Todo
el
control social a través de múltiples y determinantes vínculos de
adicción
y
dependencia
(
al
trabajo
asalariado,
al
consumo,
a
la
tecnol
ogía,
a
la
educación
estatal,
a
las
subvenciones,
a
los
subsidios
y
rentas de ciudadanía, etc) y, por si fuera poco, p
or
si hubiera algún
resquicio
que
pudiera burlar el sistema de
adicción/
dependencia/control,
está poniendo cámaras de videovigilancia por todas partes,
incluidas las farolas y semáforos,
en
espacios
públicos y privados.
C
ontrola
las conversaciones y tiene a buena parte de
la
policía y las
empresas
haciendo fichas con nuestros perfiles de usuarios de internet.
Busca
un
control total, justificado con la amenaza terrorista, obligado por
el miedo, un control esquizofrénico que
pone
en
evidencia
la única debilidad, vulnerabilidad, que
quiere
reconoce
r
el Regimen,
ya
lo he dicho,
sólo
en el terrorismo reconoce a un enemigo de igual poder
y
naturaleza totalitaria. Así,
tan
hábilmente,
el
“enemigo terrorista” es integrado como aliado estratégico:
Regimen
V
ersus
Terrorismo
,
el nuevo fascismo global, tan omipresente como ubicuo y difuso.
T
al
es el Regimen de la postmodernidad capitalista.
Y
a pesar de ello, lo cierto es que el 11 de septiembre de 2001 nos fue
mostrada su vulnerabilidad y, por tanto, la posibilidad de su
derrota.
Quiere
poner el foco de atención en el terrorismo, por su utilidad
estratégica, pero sabe que aquel día su derrota no ha de ser
asignada a los terroristas, sino a “lo imprevisible”.
Ahora
conocemos su talón de Aquiles.
Pues
bien, i
mprevisibles
son
la
s
fuerzas de la n
aturaleza
y el “
q
uerer
v
ivir”
(
del
que habla
Santiago
López
Petit
),
a
mbas
tienen que ver con el Ser y ambas apuntan al corazón del Poder.
La
fuerza de la naturaleza
avisa
cada
poco
de
su
poder imprevisible,
con catástrofes
climáticas
y geológicas, tormentas, terremotos y sunamis imparables.
Su
fuerza es inmensamensamente superior a
tod
o
poder
conocid
o;
y
en
lo que a nosotros concierne,
se
fundamenta en su categoría de proveedor
exclusivo
y necesario
de
la
vida en cualquiera de sus formas, human
as
o dinosauri
a
s.Los dinosaurios ya no pueden contarlo.
Más
imprevisible
para el Regimen es aún la otra fuerza latente,
la del “querer vivir”,
la
que
se debate entre el Ser y el Poder
.
Sus
repentinas
emergencias y
continu
os
hundimientos así parecen atestiguarlo
.
Su programa es la
autonomía,
necesita la derrota del Regimen que se fundamenta en su negación
(
en
la
heteronomía), no puede eludir el deber de
resistencia y rebelión, pero la experiencia histórica ha demostrado que
son
insuficiente
s
,
que
ha
n
acabado
siendo previsibles y que, por ello, han sido traicionadas por
vanguardias que estaban en la nómina del Regimen.
La
experiencia
histórica
y
la reflexión estratégica nos
indican
que,
además de resistencia y rebelión,
es necesaria la desconexión, la conducta imprevisible, lo que el
Regimen enemigo no sabe ni espera.
Hablamos
de la desconexión como
imperativo
ético y como
estrategia
revolucionaria,
de la
desconexión a la que impulsa el “querer vivir”
y
del
riesgo que éste supone al confrontar radicalmente
el
Ser
con el Poder.
En
este arriesgado empeño cualquier esperanza es una tentación
previsible, que viene a calmar el miedo a la derrota y es, por tanto,
una derrota en s
í
misma.
P
or
eso suscribo la receta de López Petit, lo que él denomina “la
apuesta prevaricante”: arriesgar sin esperar nada, arriesgar por
razón de conciencia, porque es un deber.
Pues
bien, a
una semana de las elecciones al parlamento europeo, es oportuno
plantear
la
abstención como
un
deber
elemental y
una
acción
imprevisible, de resistencia, rebelión y
desconexión
con el
Regimen
.
De
aquí al día de las elecciones, estoy esperando a la primera o
primero que venga a discutirme la utilidad de mi abstención
,
la bobada esa
que
consiste en calcular
a quién beneficia o perjudica electoralmente.
(1) Santiago López Petit escribe en: Espai en blanc y en Dinero gratis
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