Emanuel Mounier |
Está
presente en las conversaciones políticas, los telediarios lo repiten con
cierta frecuencia, se reconoce públicamente que la situación crítica que
atraviesa Europa está favoreciendo el crecimiento de organizaciones
totalitarias de extrema derecha, de corte neonazi o neofascista, de lo que son
ejemplos el caso de Francia y de Grecia.
El totalitarismo, que extiende su
alcance a toda la historia humana, no es sino la antítesis de toda filosofía
relacional, impone una forma vertical de convivencia en la que “el otro”,
el diferente, ha de ser necesariamente
integrado, dominado por el yo único, poseedor de la verdad; su resistencia a la
integración justifica su anulación o exterminio, siempre en defensa de la raza,
de la nación o de la clase. Es tópico
ponerle nombre propio al totalitarismo y por eso se recurre a nombrar a personajes históricos -Hitler, Stalin, Mussolini- o a otros totalitarios más
mediocres, como Francisco Franco o Nicolae Ceaușescu. Este perezoso recurso al tópico puede hacernos
olvidar lo común que es el pensamiento
totalitario, la cotidianeidad en la que se nutre y cultiva este pensamiento
destructivo para la convivencialidad humana.
Reflexiono
sobre ello en estos días en que vuelvo a escuchar el insulto “fascista” en boca
de personas de la izquierda capitalista y de las catacumbas ácratas, dirigido
contra quienes, como Felix Rodrigo Mora (1), ejercen el pensamiento autónomo, esencialmente
libertario, que nos permite –me siento incluído-, criticar a la izquierda
proestatista y procapitalista, parlamentaria o no, argumentando su fracaso
histórico y la acomodación de esa “progresía” al pensamiento hegemónico de la
derecha -siempre estatista y capitalista-, en un documentado proceso de oposición
cómplice y complementaria.
Casualmente,
en estos días ha caído en mis manos un escrito (“O fascismo o personalismo”) de
Carlos Díaz, representante
cualificado de la corriente filosófica del personalismo comunitario, creada por
Emanuel Mounier, que a mí me parece
enlazada con las ideas de Félix RodrigoMora; de Mounier rechazo la visión religiosa de lo humano, ya que mi
sentido de trascendencia no precisa de la idea de Dios, como también rechazo su
propuesta de un Estado social, que no deja de ser Estado; pero ello no me
impide el encuentro en algunas de sus oportunas reflexiones acerca de la
democracia y contra el fascismo, que añado a lo que yo mismo pienso acerca del
totalitarismo cotidiano, ese que de modo tan natural afecta a la sociedad
actual, si bien, advierto que es difícil encontrar un tiempo y una sociedad liberados
de tal pensamiento destructivo. Carlos Díaz lo ilustra con algunos ejemplos,
como el contenido en un documento chino del siglo XVI en el que un mandatario
escribe lo siguiente a su hijo refiriéndose a los navegantes europeos:
“Estos hombres del océano son
animales de elevada estatura. Sus ojos están profundamente hundidos en sus
órbitas y su nariz tiene forma de pico de pájaro. La parte inferior de su cara,
el dorso de sus manos y, al parecer, su cuerpo están recubiertos de pelos, lo
que les hace parecer como monos de los bosques del sur. Lo más extraño, a
veces, es que, permaneciendo incontestablemente hombres, no parecen presentar
ninguna de sus facultades mentales. Comparativamente, el más bestial de los
agricultores es infinitamente más humano. Mientras, estos hombres del océano se
desplazan y viajan con una seguridad propias de hombres experimentados y, para
algunos, son extremadamente inteligentes. Así cabe pensar que resulten
accesibles a la educación y que, a fuerza de paciencia, se les pueda inculcar
las maneras de un ser humano”.
El
ser humano, cada uno de nosotros, es capaz de lo mejor y de lo peor, y sólo
reconociendo ésto, a lo que Carlos Díaz denomina la “inconmensurable complejidad que alberga cada ser humano”, podemos
comprender nuestras propias
contradicciones, que pueden llegar a expresarse como en otro de sus
ejemplos:
“Mengele, médico de los SS en Auschwitz, tomó
las precauciones médicas necesarias para un parto, observando rigurosamente los
principios de la asepsia, cortando el cordón umbilical con gran cuidado, etc.
Pero media hora más tarde envió a la madre y al recién nacido para que los
incineraran en el horno crematorio”.
El
racismo, la xenofobia, el miedo y odio al
otro, al diferente, forma parte de ese totalitarismo que nos amenaza desde siempre y que, con frecuencia
e intencionadamente es azuzado desde el poder, bajo pretexto de defensa propia,
de razón de Estado o de nacionalismo (“coged
la idea de nación, decía Mounier, mostrad que ni la raza, ni la lengua, ni el
suelo, ni la historia, ni el regimen político, ni los sucesos, ni la
independencia misma, son necesarios para su constitución, y la habréis reducido
a una ilusión del instinto”).
Pero
hay un prefascismo que es actual,
cotidiano y estructural, que es cultivado por los Estados, tanto los dictatoriales
como los “democráticos”, un prefascismo que tiene su origen en la abdicación de
la responsabilidad personal –soberanía- de los ciudadanos, lograda por la fuerza
bruta en las dictaduras y por el más sofisticado mecanismo de la representatividad en el caso de las
democracias parlamentarias. Esa dejación del deber personal convierte a los
ciudadanos en cómplices pasivos del poder y, por tanto, de todas sus
corrupciones.
¿No
es cierto que el capitalismo global que impera en el mundo es responsable del
genocidio que sucede a diario en la miseria –moral y material- producida por la
explotación del trabajo humano o en las continuas guerras provocadas para conseguir
la expropiación de los recursos naturales del tercer mundo por parte de las
aseadas “democracias” occidentales? ¿No es cierto que en buena medida nuestro
voto sustenta pasivamente este genocidio global, fascista y cotidiano? Pensémoslo
bien, no vayamos a contestar- en otro ejemplo de Carlos Díaz-, lo mismo que le
decía un tal Krupp a un oficial
norteamericano cuando éste le preguntaba qué pensaba sobre las matanzas de
judíos…el tal Krupp, que se había enriquecido con la guerra, contestó igual que
harían hoy muchos grandes y pequeños comerciantes: “He dicho que ignoraba todo sobre esas matanzas y he añadido que cuando
se compra un buen caballo no se le miran los pequeños defectos: a caballo
regalado no se le mira el diente”.
Termino
esta breve reflexión con unas palabras del mismo Carlos Díaz, que justifican mi
preocupación por esta cuestión: “¿Dónde
nacen los fascismos? En las democracias agotadas, en el momento en que la
despersonalización y el desorden son tales que todos aspiran a un salvador que
solucionará los problemas acuciantes, toda esa masa descompuesta, y obrará
milagros cuando ni él mismo tiene el valor para llevar a cabo su obra
cotidiana...Los irresponsables cotidianos son los peores enemigos de la libertad.
Ese trabajo mal hecho, esa impuntualidad, ese absentismo diario, esa laxitud,
esa carencia de tonalidad vital, esa anorexia del espíritu es el mejor caldo de
cultivo para el fascismo, ya es fascista, llama a gritos a un Caudillo, Duce o
Führer, a un Canciller de Hierro, a una aristocracia parlamentaria de
corruptos, de Repúblicas de la Mordida”.
Con
todo, a izquierda y a derecha, arriba o abajo, quien esté libre de fascismo que
tire la primera piedra.
(1)
Nota: Félix
Rodrigo Mora ha explicado mejor que yo su posición al respecto. Y aunque su
propia obra se defiende sóla frente a estos burdos insultos, viene bien conocer
su nota aclaratoria.
4 comentarios:
Me ha parecido francamente interesante y revelador este artículo. Al leerlo me ha despertado la curiosidad por la obra de Carlos Díaz y Emmanuel Mounier. De este último tenía alguna referencia por comentarios de autores predilecto mios como Mumford. Si te soy sincero conocía a algunos pensadores dentro de la misma corriente de pensamiento de Mounier, pero desconocía que había dado lugar a toda una escuela llamada "personalismo". Me ha resultado de gran interés y utilidad, ya que estoy liado con un proyecto de trabajo sobre el organicismo como oposición a la predominante visión mecánica del ser humano y de la sociedad que da lugar, precisamente, a los totalitarismo de los que hablas en este brillante artículo. Anda en estos días releyendo una obra de Waldo Frank que puede decir es un "personalista" no reconocido. A partir de su lectura escribí este breve comentario en mi blog: http://larenovaciondelavida.blogspot.com.es/2013/01/del-individuo-la-persona.html. Creo que el concepto del personalismo puede ser de gran utilidad para el proyecto de revolución integral. Gracias por abrirme esta nueva puerta de comprensión de la "persona". Un fuerte abrazo,
Jose Manuel, aquí tienes la web, hay una buena biblioteca
http://www.mounier.es/
También te recomiendo el blog de un amigo mío, que hace su tesis sobre Mounier y Péguy, y fue alumno de Carlos Díaz: http://juancarlosvila.wordpress.com/
Muchas gracias, Juan Pablo por las dos referencias. Ya las he visitado y me parecen ambas muy interesantes. Voy a seguir investigación. Un cordial saludo,
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