Peña Amaya en primer término y la Ulaña al fondo |
He vuelto a las Loras
hace unos días, cuando aún era Mayo y no hacia la calor que se supone, sino un
fresco impropio, que curte el pellejo cuando
te pilla desprevenido y a estas alturas del calendario. Esta vez he vuelto con inmejorable compañía, un nutrido grupo de amigos y amigas, a mayores de mis hijos y mis nietos.
He vuelto por enseñarles este paisaje extremo, que te
sorprende en el camino, cuando sales de la Montaña Palentina camino de Burgos. Las Loras son calizas
y albas, constituyen un paisaje tan armonioso como destartalado, resultado del
levantamiento de los fondos marinos de hace sólo doscientos millones de años,
casi nada, luego plegados y erosionados hasta convertirse en grandes islotes de
pétreas párameras, como a la deriva en medio de ningún sitio, en las inmensas
soledades que median entre Burgos y Aguilar de Campoo, con el tajo del Ebro limitándolas al norte y debastando la roca por las cántabras honduras de Valderredible, el “valle del
río de los iberos”.
Al pie de la Ulaña, con la peña del Castillo al lado y Peña Amaya al fondo |
Si vienes en invierno,
las Loras te recordarán a Siberia, y si lo haces en verano te parecerá que
andas por algún rincón de Texas o California, más aún si vienes desde el norte
y pasas por el campo petrolífero de Ayoluengo, por la Lora de Sargentes,
todavía en funcionamiento.
El caso es que esta
vez hemos subido a la lora de la Ulaña iniciando la ascensión desde el
abandonado molino de Bernabé, muy cerca de Ordejón de Arriba. Hemos ascendido
por el arroyo que baja apresurado desde los cintos que rodean la peña, que
ahora está seco y que ya no tiene molino que mover. Para alcanzar la enorme
planicie cimera, de casi cinco kilómetros, hemos trepado buscando un resquicio
entre los acantilados que la limitan en toda su extensión, convirtiéndola en un
inexpugnable castillo, como sucede en otras loras vecinas, que por eso fueron
habitadas desde antíguo, aprovechando sus pobladores esa natural y económica defensa en caso de
asedio. Buena parte de esa planicie la ocupa un pinar de repoblación en cuyo borde sorprende
la existencia de una pequeña laguna.
Esta vez no teníamos tiempo para ello,
pero a quien aquí suba por primera vez, le compensará patear la zona desarbolada de esta gran meseta, por ver
las abundantes huellas arqueológicas que por allí andan desparramadas desde la Edad del Hierro,
que nos hablan de la existencia de más de seiscientos paisanos y paisanas, habitantes
de una pequeña ciudad del antíguo pueblo cántabro, aquellos que aquí levantaron sus casas
de barro, paja, piedras y palos, los que aquí construyeron también una inmensa muralla de
cuatro kilómetros de longitud, con la que intentaron resistir la invasión del todopoderoso
ejército de Roma, cuando corría el siglo I antes de Cristo. En todo caso,
aconsejo llevar en la mochila un par de libros: “Caminando por las Loras” y “El castro de la Ulaña”.
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Descendimos
luego a Ordejón de Arriba, iniciando la bajada justo en el punto en que una ventana en la
roca nos permite una espectacular visión aérea del caserío; junto a esa ventana arranca la
Bajadera, un callejón camuflado entre las paredes de la peña, que nos permite bajar
hasta su pie de modo directo, en un suspiro.
Ya por carretera, enfilamos hacia la cercana población de Humada y desde allí a tomamos la carretera que nos acerca a Fuenteodra, donde se hallan las fuentes del río Odra, a cuyo encuentro nos dirigimos. Justo antes de llegar a la población hay que tomar una pista de tierra a la derecha y por ella, a un kilómetro, tenemos la cascada de Yeguamea, junto a otras surgencias que dan origen al río. En esta época la yegua no mea, la cascada está seca porque la peña anda baja de nivel freático; pero, sorpresa, justo bajo la extinta cascada, allí comiendo, encontramos a un pequeño grupo de excursionistas, entre los que estaba Emilio, amigo y buen arquitecto, investigador entusiasta de la arquitectura rural, tan bien conservada por estas tierras. Tras un abrazo, también nos toca a nosotros comer algo y lo hacemos al abrigo de unas oquedades, al estilo troglodita.
La vecina peña del Castillo, también habitada en la Edad del Hierro. Al fondo, las nevadas cumbres de la Montaña Palentina |
Ya por carretera, enfilamos hacia la cercana población de Humada y desde allí a tomamos la carretera que nos acerca a Fuenteodra, donde se hallan las fuentes del río Odra, a cuyo encuentro nos dirigimos. Justo antes de llegar a la población hay que tomar una pista de tierra a la derecha y por ella, a un kilómetro, tenemos la cascada de Yeguamea, junto a otras surgencias que dan origen al río. En esta época la yegua no mea, la cascada está seca porque la peña anda baja de nivel freático; pero, sorpresa, justo bajo la extinta cascada, allí comiendo, encontramos a un pequeño grupo de excursionistas, entre los que estaba Emilio, amigo y buen arquitecto, investigador entusiasta de la arquitectura rural, tan bien conservada por estas tierras. Tras un abrazo, también nos toca a nosotros comer algo y lo hacemos al abrigo de unas oquedades, al estilo troglodita.
La cascada de Yeguamea, una foto del año pasado, cuando la yegua meaba en abundancia. |
Donde comimos al estilo troglodita |
De
nuevo en la carretera, seguimos ruta hasta Rebolledo de la Torre, tras pasar
un portillo próximo a las loras de Peña Amaya y Albacastro. Quien se acerque a Rebolledo está obligado a
visitar su iglesia, con uno de los mejores pórticos del País Románico, el territorio situado en la confluencia de las provincias de Palencia, Burgos y Cantabria, donde es difícil encontrar un sólo pueblo que no
tenga ermita o iglesia románica, de las hermosamente rurales, en cuyos pórticos se
reunía la vecindad en asamblea de concejo.
Hace
unos años anduve trabajando por aquí en algunos proyectos que tenían que ver
con el patrimonio rural, con el románico y con el paisaje geológico de las
Loras. Nada más llegar al pueblo, el primer paisano que nos encontramos aún me recordaba de aquel entonces, y se acercó para preguntarme si podía hacer algo para que "los del
Románico" arreglen el suelo del pórtico, que da vergüenza cómo está de averiado. Con escasa fe le dije que haría lo que pudiera y me fui pensando en destrozos mayores, causados por la cultura de la subvención, que impide a estos
paisanos coger un saco de cemento y otro de arena y ponerse a arreglar ellos
mismos el suelo del pórtico, sin esperar la
llegada de subvención alguna, sin esperar a nadie. La
verdad sea dicha, que un rato después, cuando visitamos la iglesia, ni
yo ni nadie percibimos los desperfectos a los que se refería aquel amable paisano de
Rebolledo de la Torre, probablemente porque donde más mirábamos era hacia las expléndidas columnas y capiteles del pórtico, tan bien
labrados, contando historias sencillas que ilustraban los días del pueblo, historias de arpías y guerreros, de las virtudes domésticas y humanas, de las miserias del mundo y de la carne, historias de aquellos tiempos.
Ya en casa, pensando en la excursión, recordé un encuentro de artistas
que organizamos en torno a las Loras en el año 2005, cuando iniciábamos el
proyecto del Geoparque las Loras en el que entonces yo trabajaba y en el que aún
colaboro; me acordé de una presentación que hicimos del mismo, invitados por el museo de arte contemporáneo (MUSAC) en la ciudad de León. Para esa ocasión
yo improvisé un poema alfabético con el que intentaba expresar el vínculo profundo,
incluso geológico, que me une a este territorio:
La piedra de las Loras, labrada con maestría, para contar historias |
Lora alba, lunera y paramera
Afloramiento aluvial aquí anticlinal azoico archipiélago, ahora lora.
Bella burgalesa blanda
barca, bárcena lora.
Cabalgamiento castro
caótica charnela clus cántabra cretácica, concejo lora.
Diaclasa dolina dulce dinosaurio deshabitado dolmen, dónde lora.
Eólica estrato era erosión escalón estrella escondite, eco lora.
Facies falla filón fósil flanco freática flor fractura, finisterre lora.
Geoda gozo gemido gamonal gozne, goda lora.
Hito horizonte huella horizonte humus horizonte huída, horizonte lora.
Icelberg isla ínsula, imposible lora.
Jinete jamás junta jamelgo, jurásica lora.
Kiosco kant kilométrica, kárstica lora.
Lapiaz litosfera lápiz
labio litotopo luna lunera loba, lobera lora.
Llave llueve llama, llora lora.
Mapa muro mapamundi
menhir, mentira lora.
Nerítica nómada
nave neumática, no lora.
Onírica omnipresente oración, omnia lora.
Palustre páramo petróleo pastor palentina pliegue prerromana, pobre lora.
Queroxeno queso quintanas querida, quimera lora.
Relente reposo
retraso rasa retorcida raposa risa, rosa lora.
Sedimento
sinclinal soledades surgencias simbiosis sargentes síntesis, sóla lora.
Terraza tiempo toba tu toda tú, tuya lora.
Universo urdimbre ubre única, ubérrima lora.
Vez vecinos voz ven veloz, vacía lora.
Xue-Tao (768-83), xilófono lora.
Yunque yo ya yugo, yes lora.
Zócalo zapato zeta zorra, zaguán lora.
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