lunes, 13 de febrero de 2012

LA DOBLE VÍA CONSTITUYENTE

Otro mundo es posible

El movimiento ciudadano del 15M se halla inmerso en una profunda reflexión acerca de las estrategias a seguir en el corto y medio plazo, que sirvan para alejar el principal peligro que lo acosa: renunciar a sí mismo, ser engullido por el sistema y desvanecerse en su propia salsa reformista, perder su esencia de movimiento antisistémico y, por tanto, renunciar al objetivo de cambio político radical, realmente alternativo a la partidocracia neoliberal y a su sistema económico, el capitalismo.
Coincido con el sentir mayoritario de la gente que participa en las asambleas respecto del enorme riesgo que supondría una evolución del movimiento orientada hacia la creación de un partido político; pero ésto no significa renunciar a una estrategia política de transición hacia el cambio radical que alienta el 15m en sus más básicas propuestas. Abordar esta estrategia de transición es un objetivo inmediato e ineludible si el movimiento no quiere diluirse en la irrelevancia de acciones minoritarias, sectoriales  e inconexas.


Considero que es necesario seleccionar aquellos objetivos considerados prioritarios, los de mayor trascendencia inmediata para la vida de la gente y conectarlos con el cambio sistémico que buscamos, desvelando el núcleo del  poder dominante. Ahora mismo, cuando escribo estas líneas, no hay asunto más prioritario que el de frenar los gravísimos ataques a los derechos sociales que significan las reformas que está emprendiendo el gobierno del  partido popular, desarrollando al límite las iniciadas por su precursor, el gobierno socialdemócrata. Los recortes contínuos en los servicios públicos básicos –sanidad y educación-, las insoportables cifras del paro  y la agresiva reforma laboral puesta en marcha por el gobierno, son los frentes más importantes de este brutal ataque, de esta lucha de clases desde arriba, encaminada a precarizar aún más a las clases trabajadoras, en un acelerado proceso de mercantilización de los servicios públicos y devaluación del mercado de trabajo, para ajustar los costes  salariales a cotas ínfimas, que contribuyan a mantener el beneficio empresarial, a enjugar la mala gestión  de la deuda estatal y, sobre todo, a salvar al corrupto sistema financiero.  
La estrategia del 15M sólo puede ser proactiva, debe dejar de ser permanentemente reactiva y pasar a ser propositiava, volver a tomar fuerza con  la movilización en la calle, sin temor a que de esta fuerza  puedan sacar provecho las menguadas fuerzas políticas de la izquierda que operan en el parlamento, desde el interior del sistema. Eso debe ser así y no puede ser de otra manera en este momento del proceso, por mucha alergia que sintamos por la vía institucional, parlamentaria y reformista por naturaleza.
También es verdad que quedarse en esta lucha activa por ocupar la calle es manifiestamente insuficiente si no ayuda a resolver ninguno de los problemas de fondo, los que tienen que ver con el corazón  podrido del sistema. Por eso, pienso que es necesaria una paralela y fuerte estrategia constituyente, de alternativa, embrionaria del cambio sistémico que reclama el 15M desde su origen, una acción constituyente que visualizo en dos frentes, el constitucional y el municipalista.
La vía constituyente se está iniciando ahora, se alumbró en Sevilla y tendrá su primer recorrido en Cádiz, donde los días 17 y 18 de marzo próximo tendrá lugar una asamblea estatal, coincidente con el 200 aniversario de la constitución de 2012; se trata de crear un proceso constituyente verdaderamente democrático, surgido desde las asambleas ciudadanas locales, del que debería surgir una nueva y alternativa constitución que ponga en evidencia las radicales e insuperables deficiencias de la actual constitución y, más allá, del propio sistema capitalista y estatal dominante. El otro frente es el municipalista que, de momento, ofrece un resquicio electoral idóneo para poder penetrarlo y contaminarlo positivamente de democracia directa, sin necesidad de pasar por el peaje de la partidocracia; me refiero a la posibilidad de crear agrupaciones electorales de base, organizadas desde las asambleas locales, que sirvan como contrapoder local y como empoderamiento político de la ciudadanía a través de la práctica de la democracia directa en el ámbito en que ésta es realmente posible en su forma innata, presencial. Esa irrupción de la democracia directa en la política local tendría una innegable dimensión pedagógica y una trascendental relevancia política,  que nos situaría en el camino hacia la democracia real que soñamos.
    

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