viernes, 22 de abril de 2011

VENDO "BINO"


Por e-correo, acaba de llegarme un artículo de Jaime Izquierdo, recién publicado en la edición digital de La Nueva España. Me gusta, porque explica muy bien lo que a mí me cuesta tanto acerca del valor de la cultura rural. Conozco personalmente a Jaime a través de diferentes encuentros y con motivo de mi trabajo anterior, como agente de desarrollo rural. Hace un par de meses tuve la suerte de escuchar una conferencia suya en Reinosa, invitado por el grupo "País Románico". Para mí es un claro referente en esta materia. Ha sido asesor de la ministra anterior de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino –con muy escasos resultados, por lo que parece desde fuera- y no sé si lo sigue siendo de la actual ministra. 

Jaime Izquierdo ha escrito varios libros (1), todos muy interesantes y principalmente dedicados a su reivindicación, convertida en pasión intelectual, sobre el  valor de la cultura rural. Tengo en común con él  a Jhon Berger como referencia intelectual, ética y, probablemente, política. Jaime ha escrito ya unos cuantos libros sobre todo ésto, que si bien están ambientados en el paisaje rural asturiano, tienen un alcance universal   (o al menos europeo) a favor de la cultura campesina,... “en el futuro, si queremos conservar el paisaje y la biodiversidad, y lo que llamamos naturaleza, debemos activar las culturas campesinas”.

Le considero autor del concepto de “biocracia” como pecado capital del ecologismo dominante, centrado éste en una visión parcial (biocrática) del medio natural, que resulta perfectamente asumible por el liberalismo capitalista. En una entrevista, con ocasión de la presentación de su libro "El regreso del señor Hoffmann y otros relatos de ambiente entero", decía Jaime:

Efectivamente, hay un juego de palabras con respecto al "medio ambiente". En castellano, el concepto "medio" significa mitad, y a mí me da la impresión de que para algunos trabajar con el medio ambiente es trabajar con la mitad, es decir únicamente con aspectos vinculados a la fauna silvestre, a la biología de la conservación, sin entender que los entornos rurales, sobre todo en Asturias, no son naturales, son culturales. Es la síntesis entre una interacción de diferentes culturas.

También le he oído decir que "los espacios naturales puros no existen, que sin manejo no hay conservación, que no se puede entender el paisaje asturiano (sic, o de la Cordillera Cantábrica, o de las montañas europeas) sin la aportación del campesinado. La conservación depende de que encontremos el sistema agroecológico y económico adecuado. Podemos imaginarnos un parque cualquiera, si quitas a los jardineros, a los tres años no hay quien entre…el problema es que trabajar en el campo es muy sacrificado, sí, y mal remunerado y sin descansos. Por ello, necesitamos resolver dos cuestiones básicas: la primera es visualizar que sin el manejo no hay conservación; y la segunda es generar una profesión nueva (¿ecocultor?), que solvente lo que ya no solventa la vida campesina".

Espero con mucho interés la aparición del libro que actualmente está preparando,“La casa del padre”, que estará  dedicado a esta propuesta crucial. Mientras tanto, podéis leer a continuación el  último artículo de Jaime Izquierdo, recién publicado en la edición digital de La Nueva España:

Jaime Izquierdo Vallina

SE VENDE "BINO"

El valor de la cultura rural y la necesidad de revisar el diccionario



Los muchachos que acompañaban a Juan Sánchez, un profesor de Economía Regional de la Universidad de La Laguna, estallaron en risas ante el letrero que al pie de la carretera anunciaba la oferta del campesino en la medianía de Tenerife. 
Juan preguntó entonces si alguno de ellos sabía hacer vino. Ante la negativa formuló una segunda pregunta: entonces, ¿quién creéis que es más inculto, el que no sabe hacer vino o el que no sabe cómo se escribe? 
Viene esto a cuento de la iniciativa de Kiko, el alcalde de Cudillero, que desde hace años anima, y agita, la reflexión sobre el campo y sus opciones de desarrollo. La última abre una espita de calado para ver quién le pone el cascabel a la Real Academia de la Lengua y quién marca la frontera entre la cultura y la incultura en las acepciones que el diccionario establece para la condición rural. 
En este debate a mí me encontrarán no sólo con Kiko, sino con Miguel Unamuno, que, tras asistir a una reunión vecinal en una aldea de Cantabria en los años veinte del pasado siglo XX en la que se repartían las suertes del prado del concejo, impresionado por la manera ordenada y democrática en la que se desarrolló el reparto, escribió sobre la «civilización rústica». Con Henri Medras, que habla en Francia del «arte de la localidad» para referirse al conjunto de normas, instituciones y saberes locales de los campesinos. Con Levi-Strauss, que se refiere a las comunidades campesinas clásicas como la «sociedad reloj» en referencia a la precisión, la exactitud y el rigor con la que desarrollan las tareas del campo. Con Leopoldo Alas «Clarín», Rafael Altamira y demás integrantes del grupo de Oviedo, que con tanto acierto escribieron sobre el campo o el derecho consuetudinario. Con Alejandro Casona, que tras participar en varias Misiones Pedagógicas de la Institución Libre de Enseñanza en Sanabria preparaba, para el verano de 1936, una nueva expedición que quedó pendiente y en la que incluía reflexiones obre la cultura campesina y sobre las necesidades de orden social y económico de los territorios más desfavorecidos. Con los ecólogos de la Escuela de Ecología Terrestre de Fernando González Bernáldez, que hablan de los «saberes de los pastores» o de la «cultura del territorio». Con Mino el de Somiedo, Lalo el de Taramundi, Manolo el de San Esteban, Bertu el de Cangas de Onís, los hermanos Niembro de Asiegu, el conceyu abiertu de Porrúa y las familias, pastores y queseros, Asprón, Valle, Suero,... y, por extensión, de todas las comunidades campesinas que se han encargado durante siglos de atender con esmero el campo asturiano, sus paisajes y la biodiversidad asociada que ahora nos han legado en herencia como patrimonio a los asturianos ante la indiferencia, cuando no inquina, de los burócratas. 
Hace tiempo que reclamamos, no sólo la revisión del diccionario que abandera Kiko para reparar una acepción prejuiciosa sobre lo rural, sino una reforma en profundidad de las teorías conservacionistas, en vigencia desde el tardofranquismo, que se han puesto en marcha en España olvidando las precisas recomendaciones de la Institución Libre de Enseñanza al respecto. Desde entonces estamos arrinconando y denostando el trabajo histórico de los campesinos, y el papel fundamental de sus culturas locales, en la conformación compleja, ajustada, culta y precisa del paisaje. 
Sin una versión actualizada de los manejos, economías, instituciones y culturas campesinas locales no conservaremos esa naturaleza que vive en el campo y que identifica a nuestra región -lo dice todo el mundo- con el paraíso natural. O más exactamente con un paraíso de naturaleza y cultura campesina. 
Pero antes de ello, debemos empezar por rectificar la injusta referencia académica que condena a los campesinos a la incultura. De lo contrario puede que también, como a Juan Sánchez, se nos ocurra preguntarles a sus señorías, a los académicos o a los conservacionistas más acérrimos, cuántos saben hacer sidra, segar un prau, cabruñar, rozar un monte, meter el cuchu, llevar una huerta o mecer la reciella.


(1) Jaime Izquierdo es autor de los siguientes libros: 

*MANUAL PARA AGENTES DE DESARROLLO RURAL

*ASTURIAS, REGION AGROPOLITANA: LAS RELACIONES CAMPO-CIUDAD EN LA SOCIEDAD POSINDUSTRIAL

*EL REGRESO DEL SEÑOR HOFFMANN Y OTROS RELATOS DE AMBIENTE ENTERO

*MARCELO: LOS OTROS NIÑOS DE LA GUERRA

*MARQUESES, FUNCIONARIOS, POLITICOS Y PASTORES  (J. I. es coautor junto a Gonzalo Barrena)

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