Estábamos en el límite del pinar,
muy cerca del pantano, Fini recogía leña seca para la estufa de casa y yo
escribía unas notas para el blog. Un rato antes, con la mirada ensimismada en el
horizonte, allá al fondo, por los pagos de Foldada, Matamorisca y Aguilar, acabábamos
de comentar el bellísimo silencio de esta tarde, dorada y mágica, cómo estábamos gozando de un abril mediterráneo, a cien kilómetros del Mar Cantábrico, también hablábamos del
lujo de poderlo disfrutar, de la suerte que tenemos de estar vivos, aquí... yo andaba con mi libreta, retocando unas notas para el blog, reflexiones acerca del crédito, del dinero y de la banca, argumentando
por qué creo que en la sociedad evolucionada y democrática
del próximo futuro el crédito será un servicio público (como la sanidad o la
educación), por qué la banca será pública y municipal, por qué
el dinero nunca más volverá a ser como ahora, anónimo y delictivo ... cuando oigo la voz de Fini, que me llama para que le ayude a traer
hasta el coche la leña que ha recogido. ¡Voy!, voceo, mientras me
adentro a derecho en el pinar, por una zona progresivamente incómoda, tupida de tojos y brezales, que me atraviesan
el pantalón y me pinchan las piernas. Ya a su lado, recojo un haz de palos
gordos y, para no volver a pincharme,
doy un rodeo que me permite salir del bosque por una parte más despejada…¡mira
que lo haces complicado, ¿pero por qué vas por ahiií?!, me grita Fini en el momento mismo en que delante de mis pies
aparece un billete de 10 euros...no me
aguanto y contesto, también fuerte, para que me oiga bien: ¡porque por aquí está más despejado y hay billetes de 10 eurooos!... ¡Tú
lo que estás es tonto!, me replica, la muy incrédula.
1 comentario:
Que buena anécdota campestre-Crediticia! Hasta los pinos participan en la economía local!. Un abrazo!
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