El señor ministro |
*Hace unos días, Manuel Chaves, vicepresidente tercero del
Gobierno y ministro de Política
Territorial y Administración Pública, ha reabierto el debate sobre la
conveniencia de reducir el número de
municipios para lograr “el ahorro y la mejora de la gestión de los servicios
públicos”. Para alcanzar dicho objetivo, parece ser que el gobierno Zapatero
pretende incentivar la fusión voluntaria de los municipios a través de la reforma de la Ley de Gobierno Local. Mariano Rajoy estaría dispuesto a tomar una medida similar
a la de Grecia, donde su gobierno tiene previsto reducir el número de municipios hasta el
30%. "Tenemos demasiados
municipios" asegura el líder del PP, reconociendo que la medida será
problemática, pero defendiendo su aprobación “siempre que hubiera consenso”. La FAES , la macrofundación ideológica que creara Aznar, ha hecho
público un informe en el que esta organización también se muestra partidiaria
de la opción griega para suprimir por decreto todos los municipios menores de
10.000 habitantes.
Creo que no es casual que este debate surja ahora, en el contexto de
la crisis económica y de los criterios de austeridad presupuestaria con los
que la clase política española se ha
propuesto equilibrar el balance financiero de las cuentas del Estado, a costa
de una drástica reducción de los servicios públicos, de los costes salariales y
de la exclusión social y laboral de casi cinco millones de trabajadores.
*Según los datos actualizados del Registro de Entidades Locales,
en España tenemos un total de 8.116 municipios, de los cuales el 83,7 % (es
decir, 6.801 municipios) tienen menos de 5.000 habitantes. El 3,1% (252) tienen entre 20.000 y 50.000 habitantes; el 1,02% (83) tienen entre 50.000
y 100.000. Y tan sólo el 0,76% tiene más de 100.000 habitantes.
Todos estos datos vienen a corroborar el preocupante estado de nuestro sistema
de organización territorial, a mi entender, caracterizado por:
-La pervivencia hasta nuestros días de un sistema de poblamiento medieval, con muy baja densidad de
población, adaptada a las necesidades de explotación de los recursos
agroganaderos y en el marco de una
estructura de poder basada en la propiedad feudal de la tierra. Al sistema feudal le
sucedió, de modo natural, la propiedad
latifundista, generadora de una estructura del poder local basada en la figura de los caciques rurales,
que mayoritariamente han parasitado los ayuntamientos rurales hasta la
actualidad, perfectamente mimetizados y cómodamente
asentados sobre la vigente estructura municipal, "democrática" y minifundista.
-Durante la dictadura franquista no se produjo
ningún avance en la ordenación del territorio, porque cuando el regimen pudo
contar con recursos a partir de la expansión industrial de la década de los
sesenta, su prioridades no estaban precisamente en el medio rural, y porque
para el control territorial le era muy
útil el caciquismo rural, bien
emparentado con el tandem franquismo-iglesia católica, y que tan eficazmente controlaba la política rural-municipal del Estado. Desde 1.975, con la
transfiguración “democrática” del franquismo, la situación no sólo no ha
mejorado, sino que va a peor: se mantiene la misma estructura municipal
minifundista y el caciquismo rural tiene “democráticamente blindada” su
permanencia en el poder municipal a
través de la estructura clientelista orquestada
desde los partidos políticos y gestionada desde las diputaciones provinciales, como desde los gobiernos regionales y el gobierno central .
-A nivel
popular, en las pequeñas poblaciones amenazadas por el despoblamiento, conservar el ayuntamiento es considerada la
última tabla de salvación y perderlo es como “dejar de existir”, como la muerte definitiva
de los pequeños pueblos.
Aldea y metrópolis |
*Abordar este debate con criterio lógico y
democrático es un empeño difícil, sobre todo cuando no disponemos de un código
común por el que podamos nombrar a las cosas en ajustada correspondencia con su
realidad; por ejemplo, mientras sigamos llamando democracias a lo que son sistemas oligárquicos de
gobierno, o mientras sigamos diciendo de cualquier monarquía que es democrática.
*El caso es que yo también creo que deberíamos tener
menos municipios, pero yo no lo hago por razones de ahorro, sino por razones estrictamente democráticas,
que intentaré explicar:
1. La democracia tiene su escenario propio a nivel
local, donde la gente habita, se
relaciona con el medio ambiental y social, donde produce y se reproduce. Sin
autonomía y sin autogobierno, la democracia es otra cosa -dictadura u
oligarquía, dictadura a la postre-, pero no es democracia. El municipio es, pues, la institución
mediante la que la comunidad de un
territorio (comarca o ciudad) se dota de autogestión y autogobierno local.
2. En democracia, es la ciudadanía la que constituye o suprime los municipios y no el ministerio del señor Chaves. Y sólo la ciudadanía, organizada en municipios, puede constituir
regiones o estados, por lo que es contrario a la democracia que los municipios
dependan de otras entidades, sean diputaciones, gobiernos regionales, estatales o europeos. Recuerdo, pues, que tenemos pendiente una ingente
tarea colectiva, consistente en refundar la
democracia, lo que pasa necesariamente por constituir verdaderos municipios
democráticos, que sustituyan al vigente tinglado oligárquico y pseudodemocrático, al que impúdicamente la clase politica denomina “democracia”,
refiriéndose al Reino de España y/o al Estado Autonómico.
3. En el necesario proceso de refundación de los
municipios democráticos, tenemos que pensar que para que un municipio pueda realizar el cometido que le corresponde en democracia, deberá tener verdadera capacidad
de autonomía y autogobierno, contando con los suficientes recursos y capacidad
de gestión, tantos como los que le permitan no depender de ninguna otra instancia política.
Un ejemplo sencillo: será lógico que los municipios democráticos futuros dispongan de una banca pública local,
requisito mínimo e indispensable para gestionar la economía local en modo democrático…así,
pues, el tamaño de los municipios no dependerá de su tamaño, sino de su
capacidad de autogobierno.
4.Detrás de este debate sobre los municipios, se
esconde, agazapado, el problema del desequilibrio territorial, que ha llevado a la mayoría de la población
mundial a vaciar el mundo rural y a concentrarse, hacinadamente, en grandes metrópolis.
Se trata de una bomba de relojería, con efecto retardado, acelerada por el sistema económico capitalista, que ahora ni sabe, ni puede, ni quiere desactivar; por lo que, de no
ponerle remedio pronto, explotará delante de nuestras narices, más pronto
que tarde.
*Todo ello me lleva a afirmar con convencimiento y con
rotundidad que no sobra ningún pueblo, por pequeño que sea, pero que ¡NECESITAMOS PUEBLOS MÁS GRANDES Y CIUDADES MÁS
PEQUEÑAS, CON MUNICIPIOS AUTÓNOMOS Y VERDADERAMENTE DEMOCRÁTICOS!
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