Si uno se mete en el actual
debate económico sin tener los principios bien claros, la confusión está
garantizada. El debate nos llevará por derroteros técnico-financieros
aparentemente difíciles y complejos, que se harán progresivamente obtusos e incomprensibles a medida que intentemos
profundizar en ellos. En realidad, es de lo que se trata. Los argumentos económicos son planteados con esa apariencia de dificultad y
complejidad -y lo más alejadamente posible de las cuestiones de principio-,
porque “no estamos para teorías, y menos para utopías”, porque “ésto de la
crisis es urgente y de naturaleza eminentemente práctica”. Y así anda toda una
sociedad, secuestrada por esta lógica del discurso dominante, con obligada sujeción
a oscuras, poderosas e incuestionables fuerzas
externas (la Comisión
europea, los mercados, los inversores, la pareja Angela Merkel-Nicolás Sarkocy, las
agencias de evaluación financiera…) y otros honorables fantasmas, que nos cuelan machaconamente en los medios de
comunicación, para que los vayamos metabolizando adecuadamente.
Pues bien, el Gobierno no ha terminado de
rematar las cuestiones de la reforma laboral y de las pensiones, cuando nos desayunamos con su posreforma
del sistema financiero patrio, que era muy
bueno hace nada y que ahora parece que está al borde del desastre por
culpa de las Cajas de Ahorro, por lo que han sido anunciadas medidas
drásticas para privatizar estas entidades,
inyectándolas más dinero público y/o
conviertiéndolas en bancos.
Intervenidas por los partidos políticos y el
caciquismo local (nacionalista o regionalista), la verdad es que las Cajas de
Ahorro no son una banca pública ejemplar, pero ésta era una magnífica ocasión
para convertirlas en banca realmente pública, con verdadero sentido social.
Lejos de ello, va a ser un gobierno “socialista” quien acabe con esta
posibilidad, cargándose lo poco que teníamos mínimamente parecido a un sistema de ahorro y crédito público, para regalárselas a la voraz banca privada. Eso sí,
previamente saneadas con el dinero público.Si, por principio, la economía debiera ser social y no especulativa, por el mismo principio, la banca debe ser necesariamente pública, al menos por las siguientes razones:
1) Porque sólo siendo pública el crédito podría ser un
servicio público y no un negocio privado. 2) Porque sólo siendo pública la
banca, la economía podría tener la
estabilidad necesaria.
3) Porque sólo siendo pública, se podría
promover la transferencia de capital hacia la inversión productiva e impedir
que, como ocurre ahora, vaya hacia la inversión
financiero-especulativa.
Sólo por estas razones ya
estaría justificada la conversión de las Cajas de Ahorro en un sistema de banca
pública. Esto sí que ayudaría a superar la crisis financiera, aportando
verdadera estabilidad y confianza a los mercados (a los únicos mercados que
interesan, que son los productivos, los que manejan bolsas de valores reales y que no se dedican
a “jugar” a otras bolsas. La banca
pública sería la mejor alternativa social para afrontar la crisis actual y, en
el futuro, podría formar parte de una estrategia de largo alcance para la recuperación del
poder económico y democrático por parte de la ciudadanía…
Hablar, como hace el gobierno del
PSOE, de un nuevo modelo de economía
productiva y sostenible, sin contar con un elemento tan básico para ello
como es la banca pública, es una pérdida de tiempo y una falacia. Otra más.
Esta vez, con este gobierno, no
será posible. Pero la crisis nos está sirviendo para aprender muchas cosas y,
entre otras, que es tiempo de ir preparando esa alternativa necesaria de banca pública, a partir
de los principios de una economía verdaderamente social y democrática.
Acerca de este tema, recomiendo la lectura del artículo de Juan
Torres López:
Y también estos comunicados de ATTAC-España, publicados en su
web:
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