La política, como la historia, se
ha convertido en algo omnipresente y, al
tiempo, marginal en la vida de las personas. La mayoría de la gente se reconoce
a sí misma como apolítica y considera a la política como un mal tan necesario como despreciable. Y lo mismo
pasa con la historia, “una patraña” en palabras de Henry Ford, muy en sintonía con el actual pensamiento mayoritario, falto de memoria, necesitado del olvido, que no
contempla otro paisaje que el del presente, en una formulación totalitaria y reducionista de la realidad.
A la política y a la historia las
ha matado “eso” a lo que llamamos pensamiento único y que yo veo como algo
informe, de color marrón empanada, o cagalera, como una mezcla ecléctica y viscosa de
capitalismo crudo con progresía pop new
age. ¡Podrán quejarse los neoliberales!, ahora que tienen a tanta gente colaborando en su diabólica agenda, diluyendo el poder de los
estados (“baluartes del marxismo”, según ellos), consolidando la libertad-globalización del capital financiero y de los mercados, bien apuntalada la
apropiación privada de la Tierra y de sus recursos…Es
impresionante el morro que se gastan
estos neoliberales, llegando a afirmar cosas como éstas: “…Todo este proceso histórico ha desembocado
finalmente en la aceptación generalizada de la agenda política de la izquierda
–hasta los partidos de la derecha conjugan con total despreocupación términos como
desarrollo sostenible, cambio climático, equilibrio norte-sur, justicia social,
defienden la educación pública, el estado del bienestar, etc.–, en lo que
quizás es la última fase de esta larga marcha a través de las instituciones
diseñada en su día por Gramsci con dimensiones proféticas y que Aldous Huxley
concretó admirablemente cuando escribió que un estado totalitario realmente
eficiente, es aquel en el que las élites
controlan a una población de esclavos que no necesita ser coaccionada, porque
en realidad ama esta servidumbre” (1) …¡que
Santa Lucía les conserve esa vista de lince de la que hacen gala, qué majos!
Pero la cuestión no es el erróneo análisis de los neoliberales, que con
eso ya contábamos. El verdadero problema es la inmensa desorientación de la izquierda
actual, esa poliédrica progresía plural (ppp) integrada por un nutrido popurri,
batiburrillo, de socialdemocratismo liberal, de derechas, sindicalismo subvencionado, retromarxismo mohoso, anarquismo de pose, onegismo scout, yupiemprendedurismo, tardojipismo de fumata, etc…toda una inmensa energía dispersa,
entretenida en ecologismos, innovacionismos, feminismos, terapias alternativas, tecnologismos, modernismos y postmodernismos, toda una amplia gama de
misticismos y ascetismos a la moda, más o menos orientales, hedonistas, escolásticos, religiosos o
paganos. Por cierto: es muy ilustrativa la etimología de la palabra “popurri”, hoy usada para describir una mezcla
confusa de cosas dispares, pero que viene del francés pot-pourrí, a su vez importado del español “olla (pote)
podrida”, que se refería a un guiso medieval con gran variedad de
ingredientes, por lo que se le denominaba “olla poderida” -de poder-, porque
sólo los poderosos podían permitírsela.
En fín, que éste es el auténtico problema, esa inmensa horda esquizofrénica, bien vestida e ilustrada que aborrece el capitalismo, pero que se muestra tan respetuosa con la santísima trinidad que lo constituye: la
apropiación privada de la
Tierra , la transformación del dinero en mercancía y la perpetuación de una excluyente y degradada democracia-paripé.
Lo voy a decir muy despacio y con absoluta seguridad: la utopía neoliberal-capitalista tiene los días contados. Porque es sencillamente incompatible con la libertad y la dignidad del individuo. Pero, sobre todo, es incompatible con la supervivencia de la especie humana en su totalidad, habiéndose convertido en su principal amenaza.
Existen tres poderosas ideas positivas que acabarán pronto con el capitalismo: 1ª. La Tierra volverá a ser de todos, hombres y mujeres, de todas las generaciones, del presente y del futuro. Y entonces veremos con normalidad que podemos usarla responsable y mucho más eficientemente, sin necesidad de apropiarnos cada uno de lo que es propiedad de todos. 2ª. El dinero dejará de ser una mercancia especulativa y volverá a ser una herramienta para el intercambio de productos y servicios. Y entonces los mercados volverán a ser
libres de verdad, el crédito será un servicio público y la banca será una institución comunitaria. 3ª. En el
próximo futuro, sólo nos atreveremos a llamar democracia al autogobierno de los iguales. Y entonces sentiremos vergüenza cívica de la degradación a la que hemos llegado en estos tiempos.
Existen tres poderosas ideas positivas que acabarán pronto con el capitalismo: 1ª. L
(1) Extracto de un artículo de
Pablo Molina, publicado en Libertad Digital.
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