Fotografía de Spencer Tunick |
Puede
que tenga razón Silberius de Ura
cuando dice que tenemos un cerebro formado en el paleolítico que no
se ha adaptado bien a la vida neolítica que le ha seguido después.
Al fin y al cabo, Ur, la primera ciudad conocida, aquella en
la que naciera Abraham, se fundó hace poco más de seis mil años,
al sur de lo que hoy es Irak, en la antigua Mesopotamia. Puede,
entonces, que seamos seres sedentarios, neolíticamente urbanos, que
cargan malamente con su alma paleolítica y nómada, grupal,
recolectora y cazadora; puede, entonces, que nuestras incertidumbres
y contradicciones procedan en última instancia de esa inadecuación
a la vida sedentaria de las urbes. La agricultura retuvo al nómada
que éramos junto al curso de los ríos y creó la ciudad. Y el
pastoreo se hizo de proximidad, transhumante a medias, antes de
estabularse en cuadras y corrales.
Ur y
las siguientes ciudades debieron nacer con el tamaño entonces
necesario, pequeñas y autosuficientes, como nuestras aldeas
medievales, las que dieron origen a la mayoría de nuestros pueblos
actuales. Como aldea o megalópolis, el neolítico mundo del presente
es definitivamente urbano. Urbe -no hacía falta decirlo- viene de
Ur, como de esa misma raíz procede el nombre de muchas otras
ciudades del mundo, como Jaipur o
Singapur en Asia,
o Edimburg y
Estrasburg en
la europa germana,
o como aquí
al lado, en las
ibéricas
ciudades
de Urueña o Burgos.
Así, la palabra burguesía
debería referirse, en rigor, a la población que habita una ciudad;
lo que ha pasado con nuestra
experiencia histórica, tras
unos cuantos
siglos de vivir en las ciudades,
es que esa experiencia
nos ha llevado a restringir el uso de esta palabra para referirnos
excusivamente a una clase social, la que desde la primera modernidad
medieval empezó a ordenar y dominar la vida en las ciudades...y
así hasta
hoy, cuyo uso es propio de
aquellos habitantes que se sienten incómodos
y excluídos de la ciudad,
burgueses
que dicen “burgués” como un insulto. Será
por algo. Quizá porque
la ciudad haya experimentado una
evolución
nada positiva.