lunes, 20 de febrero de 2023

Sí, TODO POR HACER

 

Lo hecho ya pasó y no tiene arreglo, como no sea a presente y a futuro. Es en el Por Hacer donde podemos aplicar las enseñanzas del pasado, es ahí donde, como dice Karlos Luckas, “nos encontramos en una especie de torbellino que no termina de cuajar en una senda común de acumulación de fuerzas revolucionarias”, aunque yo precisaría: "capaces de cambiar el rumbo de los acontecimientos".

Y en esa inercia del torbellino estamos atrapados, añado yo, en modo que resulta fácil precipitarse y meter la pata "revolucionaria". Respecto a la necesidad de una nueva teoría de la revolución, añado la de incorporar a ésta una permanente sospecha escéptica, acerca de su factibilidad. La experiencia histórica así lo demuestra y demanda. De tener una idea del mundo que queremos, ésto ya implicaría un juicio del mundo que no queremos. Supongamos que fuera el de la decadente época en que vivimos, esta modernidad tardía que nos aboca a un futuro que presentimos más que peligroso, como un perverso proceso hacia la artificialización de la existencia humana.

Necesitaríamos, pues, saber cómo abortar este proceso, cómo empezar a construir la  nueva época de ese otro mundo mejor, una teoría y una estrategia, un proyecto factible, que tuviera efecto demostrativo que lo hiciera creíble. Por eso que la mejor estrategia será aquella que, en congruencia con el deseo (la teoría), se proponga a sí misma como anticipación terapéutica, reparadora y demostrativa, efectiva para la sanación  del viejo y patológico mundo moderno. Si se piensa, como a mi me sucede, en los males del mundo moderno-contemporáneo como grave patología de la Modernidad, la entendamos como burguesa o proletaria, a continuación estamos obligados a explicar en qué consiste esa  patología, antes de atrevernos a proponer una revolución integral como terapia alternativa y realmente curativa. Ni conspiracionismos ni curanderismos. Para mí esa patología es, en resumida esencia,  consecuencia de disociar la ética de la ecología y la política...pero ¿cuándo sucedió ésto y por qué?, y ¿por qué este divorcio es tan enfermizo, tan crónico y terminal en definitiva?

Solo ahora empezamos a tener consciencia de las consecuencias que acarrea ser la especie propietaria de la Tierra. Ahora que somos más de ocho mil millones de individuos y la mayor parte vive hacinada en colosales aglomeraciones urbanas, cuando asistimos a la reducción masiva de la biodiversidad y vemos agotarse las fuentes de energía que sirvieron al espectacular progreso atribuido a la Modernidad capitalista, y apenas empezamos a atisbar su lado oscuro, junto a los enormes peligros que amenazan el futuro de nuestra especie, precisamente como consecuencia,  insisto, de nuestro "éxito evolutivo". Por eso que ha llegado el momento de cuestionar este éxito en profundidad y a escala entropológica-global o de especie,  más allá de  identidades particulares, de razas y clases sociales, de pueblos, culturas o naciones-estado; porque siendo global el Problema, teniendo como causa última  un concepto global de la evolución humana, como Progreso en modo de crecimiento y consumo  sin límites de la naturalezaparece obvio que  de ser posible una solución ésta no podrá ser parcial ni superficial, sino integral y global, es decir, a escala de especie.

Acostumbramos a situar el lugar alcanzado por la evolución humana a gran distancia, en un nivel superior y diferente al del resto de  animales, pero ésto es muy cuestionable en cuanto observemos que instintos tan primarios y comunes a todos los animales, como los de territorialidad y jerarquía, siguen determinando la conducta y  organización social de nuestra especie como  las de otros  animales. Y que su diferencia solo es aparente tras su sofisticación. Sin embargo, acostumbramos a poner por delante nuestro más especial instinto -ético, decimos- que supuestamente nos distingue como especie singular. Supuestamente quiere decir teóricamente, porque en la práctica, el balance de nuestra evolución histórica deja mucho que desear, porque sigue mostrando la prevalencia de nuestros instintos animales más primarios, de territorialidad y jerarquía. Lo que no cambia porque nos refiramos a ellos metafóricamente como "derechos", que de hecho sirven a perpetuar los instintos animales de territorialidad y jerarquía. Incluso hemos llegado a consagrarlos en el frontispicio universal con el título de  Derechos Humanos, tal es la inversión conceptual  que, por inercia y costumbre, el  significante sucedáneo  acaba por hacerse familiar entre nosotros, e incluso a determinar lo que es "la  realidad".

A base de repetir mil veces la palabra ética no se consigue que el comportamiento acabe siendo ético. Solo es cierto para una ínfima parte de la especie. Solo vagamente, nos referimos a ese  instinto ético por el que tenemos conocimiento y conciencia  del mundo y de nosotros mismos, por el que deberíamos  sentir la carga de responsabilidad derivada de nuestro personal comportamiento en sociedad y naturaleza. Ningun otro  animal ha llegado a desarrollar ese instinto, nos consta que en el planeta que habitamos  no hay nadie que posea tal conocimiento de sí y del mundo, del que pudiera emanar ese instinto ético, nadie a quien pudiera pesarle la carga de responsabilidad  que conlleva tal instinto.

Pues bien, viendo a donde hemos llegado, es evidente lo débil que todavía es, de hecho, nuestro instinto ético, tanto como para permitir una evolución humana tan irresponsable y tan abandonada al dominio de nuestros primarios instintos animales de territorialidad (propiedad) y jerarquía (gobierno). Eso ha beneficiado solo a aquellos individuos con el poder de  imponerlos como "natural" norma y costumbre. Son los que pudieron hacerse con la propiedad de la Tierra y el Conocimiento a la par que con el dominio sobre las condiciones de existencia de individuos y comunidades. Son los protagonistas de una Historia por ellos escrita. Su derecho de propiedad y gobierno siempre lo creyeron  “natural”, y hasta "sagrado", por analogía con la ley natural que veían gobernar la  Naturaleza, donde sobrevive mejor el individuo mejor adaptado a esa ley de la competencia, o de  la selección natural, que Charles Darwin elevara a categoría científica al meter a nuestra especie en el mismo saco de la evolución general de las especies. Pero,  ¿no es la ley de la propiedad y del mercado capitalista la mejor expresión de esa ley natural?, y ¿no es la organización estatal de las comunidades humanas la más clara expresión del orden jerárquico que sigue imperando al interior de nuestra especie?, es que ¿no es cierto que aquel individuo que no se acomode a esta Ley será marginado, cuando no perseguido o anulado en alguna forma?

Así, desde fechas que no podemos fijar en el calendario de la historia humana, en las que alguien dijera “esta tierra es solo mía y de mi descendencia”, “yo soy el que más sabe y el que más puede" y, por tanto, "yo soy el que manda”... siempre se dio un pulso desigual al interior de las comunidades, entre  primarios instintos  y el singular instinto ético, exclusivo del animal humano. Si repasamos la parte última de la Historia, veremos que durante milenios fueron una mínima excepción aquellos momentos  de los que podamos decir que primara el instinto ético sobre los   de territorialidad y jerarquía. Hasta ahora, nadie podrá negar que la historia humana  ha sido una sucesión de gobiernos propietarios y jerárquicos, sustentados en última instancia por su fuerza bruta, siempre sin más pausa que aquellos momentos de recambio, de un Soberano por otro, fuera monarquía o república,  estado o  imperio; o bien por  paréntesis derivados de su propia decadencia y corrupción interna. Y cuando ésto sucedió, como ocurriera tras la descomposición del imperio romano, la autonomía de las comunidades campesinas y sus prácticas comunales y democráticas, durante el medievo feudal, siempre fueron incompletas, limitadas autonomías, siempre tuteladas por los  poderes nobiliarios y eclesiásticos, propietarios de la tierra y del conocimiento, como del gobierno y destino de las gentes. Siempre, al igual que ahora, el instinto ético acabó siendo domesticado,  siempre subordinado a los de propiedad y jerarquía, siempre a expensas de la voluntad de un Soberano, expropiado, como  los comunales y las democracias de los medievales concejos campesinos, siempre usados por el Soberano como graciosas concesiones, o fueros...y eso en el mejor de los casos.Y todo a cambio de un supuesto pacto con el Soberano: de sumisión, a cambio de su promesa de seguridad y orden. 

Alrededor del siglo XV se inició un cambio que  determinaría el futuro "moderno" de nuestra especie, al menos hasta el presente. El punto de inflexión fue sin duda la conquista europea de nuevos territorios en desconocidos continentes, gracias a los avances tecnológicos de la navegación y la milicia. La colonización-expropiación   de nuevos territorios generó un mundo nuevo, con nuevas y modernas clases sociales, según la nueva división de la propiedad y del trabajo, clases y subclases, de siervos, esclavos, terratenientes, comerciantes, artesanos, artistas, literatos, filósofos, banqueros, científicos...un comercio global de mercancías y el auge de una población burguesa que entraba en competencia  con la vieja clase “noble y eclesiática” dominante hasta entonces; y poco después, entrara en competencia interna  con la clase campesina recién devenida en proletaria,  obligada a vivir de la venta de su trabajo a poco de ser desposeída de sus propias tierras y ver cercadas las comunales, recién iniciada la revolución industrial  en la Europa del siglo XVIII.

La rebelión de esta nueva y gran clase burguesa, concentrada en las nuevas ciudades industriales, no tardó en producirse como sucesión de revoluciones liberales, sea en modo cultural, político o industrial, caso de la Ilustración, la revolución Francesa o la industrial  iniciada en Inglaterra, entrando en directa competencia con nobles y eclesiáticos, en nombre de la libertad y contra el Antiguo Régimen feudal de los gobiernos absolutistas. Se inauguraba así la época Moderna, en cuya fase tardía estamos, todavía. No se entenderá el éxito de aquella rebelión burguesa y su duración de más de tres siglos, sin comprender cual fue el mecanismo conceptual empleado, al que llamaron “el imperio de la razón” y que, básicamente, consistía en una ingeniosa inversión conceptual de significantes, como los de libertad, progreso y democracia. Véase, si no,  cómo en la misma Francia revolucionaria, el levantamiento contra el regimen absolutista devino al poco en un regimen republicano no menos totalitario, simulado tras un velo parlamentario de apariencia asamblearia o democrática. Y véase cómo fue fijado el moderno concepto de “progreso” como nueva religión cívica, que en teoría abría las puertas de la Historia a la igualdad de las clases sociales, mediante un presunto derecho de acceso universal a la propiedad y al consumo; a la libertad económica como derecho ejercido en un  mercado supuestamente “libre”; a la democracia como asamblea política de ciudadanos presuntamente iguales...o sea: todo un artificio conceptual basado en la presunción de unos derechos humanos universales, que fueron y siguen siendo el armazón del imaginario liberal-burgués de la Modernidad. 

La investigación del historiador y filósofo alemán Reinhart Koselleck (1923-2006), en torno a la historia de los conceptos, aclara muy bien cómo muchos conceptos que hoy nos parecen fijos, en realidad cambiaron de significado a lo largo de la historia, a la medida del interés y deseo de las élites dominantes en cada momento, que acabaron imponiéndolos por fuerza,  de ley o  de costumbre.

La revolución burguesa creó las condiciones para la “modernización” del antíguo sistema de dominio feudal, lo actualizó, creando una versión ilustrada o moderna de sí misma: el moderno Estado-Nación, conforme a los instintos de propiedad territorial y gobierno jerárquico,  perfectamente acorde a su mercantil y competitiva visión del mundo, llevada a la práctica como economía  (capitalismo) propia de las sociedades modernas. La burguesía  atinó a modernizar  el viejo concepto romano de República   adaptado a su modo “liberal-burgués”, es decir, perfectamente compatible con la apropiación y explotación, industrial y comercial, de la naturaleza y del trabajo humano, sin límites. Fue sin duda una revolucionaria recreación histórica que triunfó y sigue haciéndolo hoy en  día, sin que encontremos mejor explicación para ello que la sumisión voluntaria de la mayoría social. Su justificación teórica está contenida en “El contrato social”, el libro que escribiera Jean Jacques Rousseau a mediados del siglo XVIII, donde el autor teorizaba sobre filosofía política, estableciendo la necesidad de un supuesto “contrato social”, entre dos entes tan abstractos como la Sociedad y el Estado, un contrato imaginario como garante de la libertad e igualdad de los súbditos-ciudadanos bajo la protección y el poder del "nuevo" Estado-Nación. Acababa de ser inventado un nuevo concepto, el de "Nación" equivalente a Pueblo. Si al Viejo Regimen feudal le bastaba la propiedad del territorio,  el Estado moderno quería, además, un Pueblo-Nación unido en la sumisión al Estado.  

El pensamiento ilustrado hizo una exitosa pirueta conceptual, para, en nombre de los Derechos Humanos  fundar un "orden teóricamente nuevo” cuyas instituciones estaban pensadas, precisamente, para impedir esos derechos y perpetuar la servidumbre y desigualdad, así como para disolver toda forma de comunidad que no fuera la artificial “comunidad nacional” de factura estatal. Es la misma pirueta que hace todo Estado cada día,  en nombre de la libertad, para adoctrinar a niños y jóvenes en escuelas y universidades estatales, públicas y privadas; y a la población general a través de los aparatos culturales y mediáticos con los que cuenta todo Estado moderno; o cuando en nombre de la paz, se financia "públicamente" la fabricación y comercio de armas de guerra, se equipan y entrenan ejércitos  "nacionales" para guerras estatales, siempre territoriales y comerciales.

Solo ahora, cuando empezamos a ser conscientes de lo pequeño que se nos ha quedado el planeta para la enorme masa de humanos que lo habitamos, ahora que vemos agotarse las fuentes de energía que han permitido el espectacular crecimiento de nuestra especie y que experimentamos directamente los devastadores efectos de un modelo de progreso basado en la depredación sistemática de la biodiversidad y de las fuentes de energía, sólo ahora llegamos a percibir las consecuencias del mal uso de la Tierra y del Conocimiento humano, que ponen al descubierto sus verdaderas causas, como a sus responsables.

Se podrá especular y polemizar cuanto se quiera, con todo tipo de argumentaciones históricas, filosóficas, científicas y políticas, pero será imposible convencerme de que podremos salir del "torbellino" en el que estamos atrapados, sin empleo a fondo de nuestro instinto ético, y sin una nueva teoría-concepto de la propiedad y del gobierno, que sea radicalmente contraria a la teoría burguesa hoy dominante. Es absurdo pensar en soluciones mágicas a la crisis global,  pensar que se puede acabar con la desigualdad sistémica, regenerar la biodiversidad o revertir el cambio climático, manteniendo el derecho de apropiación -privada o colectiva – sobre la Naturaleza y sobre el Conocimiento, tan  imposible como absurdo mientras perdure el orden jerárquico-estatal que rige sobre las sociedades humanas, haciendo irresponsables y asociales a los individuos sometidos.

Por eso que hierran quienes crean que hemos llegado al fin de la Historia, tanto quienes sueñan la utopía tecnológica-transhumana, como los agoreros que auguran la inevitabilidad del próximo colapso y la extinción de nuestra especie. Hierran porque ningún futuro está determinado, cuando ni siquiera alcanzamos a imaginar ese “otro mundo mejor” que queremos, cuando no tenemos elaborada una básica teoría integral de ese nuevo mundo, cuando todavía no alcanzamos a concebir nuestras vidas como autónomas, cuando carecemos de una mínima experiencia de autogobierno en auténticas democracias, si todavía no nos cabe en la cabeza que podemos vivir mejor con menos cachibaches superfluos y liberados de artificiales necesidades, si todavía no sabemos cómo autoorganizarnos para la convivencia, ni cómo revertir la tecnología para que juegue a favor de la vida y no en contra, si seguimos ignorando quién es el verdadero Soberano, cuando no haciendo la vista gorda ante  quién o qué gobierna nuestras vidas; si ni siquiera llegamos a imaginar cómo compartir nuestros bienes comunes, de la Tierra y del Conocimiento, si todavía estamos lejos de querer asumir la responsabilidad que tenemos en el equilibrio ecológico y en el cuidado de la vida toda, y en especial de la humana vida ...entonces, ¿a qué viene eso de que estamos llegando al fin de la Historia?, ¿qué sentido tiene esta tristeza nihilista que campa a sus anchas por el mundo, la desidia y el pesimismo, cuando sabemos que todo  comienza y cambia cada nuevo día, qué sentido tiene tergiversar el concepto de sumisión atribuyéndole el significado de "civilización", qué sentido cuando queda tanto  Por Hacer? 


miércoles, 8 de febrero de 2023

¿OTRA TEORÍA DE LA PROPIEDAD ES POSIBLE?

 

Perdura todavía una cierta nostalgia por el soñado retorno a la Edad de Oro de la comunidad humana. Desde la antigüedad se vienen celebrando los saturnales como “fiesta de los locos”, en una carnavalesca y populista confusión de clases: los esclavos imitan burlonamente a sus propietarios y éstos les permiten estas celebraciones para que en ellas liberen sus tensiones. 

 

Dusfrutad, disfrutad cuanto podáis, que es lo que os queda, nos dice, impone, la lógica  moderna y neoliberal de nuestra época. Se puede pensar cualquier cosa y la contraria, todo nos está permitido, porque todo cabe en el Todo constituido, en este breve tránsito circular  y expansivo que se autorreproduce al interior de un  vicioso círculo perfecto, siempre igual a sí mismo. Demos por hecho que el crimen perfecto ya se ha consumado, que no deja rastro, que ya ha prescrito  y, por tanto, no tiene arreglo; luego ¡disfrutemos, malditos, disfrutemos!, olvidemonos de la historia, que solo es  memoria, que duele o sueña futuros inalcanzables, y  gozad del prometedor futuro-presente que  tenemos a mano, contenedor de todos los futuros posibles... ¡para qué darle más vueltas!

Me pregunto contra toda esta lógica neomoderna, si todavía es posible una estrategia de resistencia, de confrontación y emancipación, ante la conquista y disolución total del sujeto que somos; si es que ya se ha  consumado esta  mutación antropológica con la categoría de "crimen perfecto",  que como sociedad y como individuos nos deja sin salida, inermes y atrapados en una jaula global de paredes blandas y transparentes, en ese estado zombi de "servidumbre voluntaria", tras borrar de la memoria  la  ancestral necesidad humana de contrariar toda autoridad y reivindicar la libertad como sustancia y esencia del  ser propiamente humano. 

Y me pregunto si todavía es posible sustraerse al nihilismo imperante, incluso del que emana de las muchas y variadas  críticas "radicales", las que se dicen enfrentadas al Sistema, y que sin embargo, sospechosamente,  tras su desahogo retórico no proponen alternativa alguna. Se deslizan, escurren el bulto, con retórica seudo rebelde e iconoclasta, con adoración negativa de las tecnologías del Poder que critican, para llegar a la implícita propuesta de que nada se puede hacer, nada cuando la propia idea de libertad ya es propiedad del Sistema de dominación. Así, ¿se puede siquiera pensar que la política pueda romper el círculo de este nihilismo cultural-liberal-capitalista, así, dando por hecho que la servidumbre voluntaria es la última y consumada metamorfosis de un individuo plenamente domesticado?

Su extrema lógica binaria (bien-mal, izquierda-derecha), pone  a la venta mercancía cultural de fácil digestión, camuflando muy bien  su oculta convergencia con la cultura neoliberal de nuestro tiempo, celebrando la pasividad nihilista de la modernidad por toda respuesta, su estrategia consiste en ofrecer textos simples  acerca de un ser humano atrapado en la jaula del universo digital y hedónico, asfixiante y definitivo, del que ya es imposible escapar. Su estrategia: textos digeribles, simples y ligeros, entre anarcocríticos, seudoecologistas, conspiracionistas no declarados y desesperanzados, con envoltorio tecnológico y estético, y un estudiado marketing que llega a apropiarse  de la literatura, la ciencia  y la filosofia, todo ello al servicio de la inacción, con renuncia a toda forma de resistencia que pase de ser solo retórica.

Toda esa crítica "iconoclasta" y carente de propuesta alternativa, nos lleva directamente al pesimismo y a  la despolitización, bloquea toda idea de emancipación, invisibiliza el sutil poder totalitario del  regimen moderno de dominación, oculta el perfil de la Propiedad de este mundo y acaba por no saber en qué consiste ni cual es su "capital". En consecuencia, no sabe  lo que quiere porque desconoce la identidad y las intenciones de la Propiedad.  Contribuye así,eficazmente, a la sostenibilidad del mismo "sistema" al que critica.  incluso se permite el lujo de autojustificarse por la carencia   de  alternativa, rendida ante la poderosa metafísica de lo  abstracto y tecnológico, de esa misteriosa entidad, el "algoritmo", que como le sucede con el "sistema", ni sabe, ni quiere saber lo que es, aunque  sepa que posee el control de nuestras vidas. 

Contra toda esa lógica binaria y abstracta,  aunque sea poca, queda gente en el mundo que sabe lo que quiere. Partiendo de la misma epidemia de nihilismo y parálisis, yo mismo - un cualquiera - he llegado a pensar una alternativa, una teoría y práctica alternativa a la Propiedad del sistema.Y si yo puedo hacerlo, puede cualquiera.

Es mucha gente la que piensa que "otro mundo es posible", ¿pero, con la misma teoría de la Propiedad del viejo mundo?, ¿y si este cambio fuera la condición de posibilidad para ese "otro mundo"?...a esta cuestión  intentaré dar respuesta. Me permito empezar por el final: sostengo que mientras siga vigente la vieja teoría de la Propiedad o Dominio, sobre la Tierra y el Conocimiento, será imposible superar el colapso civilizatorio en ciernes, inviable cualquier “otro mundo”, toda solución que sea ética, ecológica y democrática.

Veamos, ¿qué hace  preferible un derecho de propiedad sobre el de uso?...sin duda, la expectativa de lucro y especulación, no cabe otra respuesta. El gusto por la propiedad no tiene más misterio, sí lo tiene la larga duración de la actual teoría de la propiedad, que se remonta al derecho romano y hasta hay quien afirma que es derecho aún más antíguo, natural, sagrado y por tanto incuestionable, y que por eso se suceden los siglos y las revoluciones, nacen y mueren Estados e Imperios, pero ahí sigue, plenamente vigente, el mismo sacrosanto derecho de propiedad sobre la Tierra y el Conocimiento humano. Me centro en estos dos bienes porque son los únicos de los que podemos decir que son comunales universales: la Tierra, comunal propio del conjunto de seres vivos, y el Conocimiento, comunal propio de la especie humana.

Ningún humano nacido en la selva y criado sin contacto humano podría producir conocimiento; éste, en todo caso, es producido socialmente y resulta muy difícil justificar su uso como mercancía, objeto de compraventa, como cualquier otro producto comercial. En el caso de la Tierra sabemos que está formada por tres elementos físicos:  litosfera(sólida), hidrosfera (líquida) y atmósfera (gaseosa) y que su combinación es lo que hace  posible la vida de todas las especies.  Resulta muy difícil justificar la propiedad exclusiva de un bien como la Tierra, que no puede ser más necesario, común y universal. No me extraña que alguien dijera que “la propiedad es un robo” (1), aunque lo dijera con sentido vago y general, sin concretar qué forma de propiedad y sobre qué bienes; no me extraña, porque “robo” es que alguien se apropie de lo que no es suyo, más grave aún si lo robado fuera del común universal de la vida, caso de la Tierra, o del común humano, caso del Conocimiento.

¿Qué es la propiedad?” se preguntaba Proudhon en torno a 1840, provocando un gran revuelo con su respuesta: “¡la propiedad es un robo!”, frase que llegó a convertirse en máxima de cita común, a la que los anarquistas y otros darían vueltas y revueltas en sus agotadoras polémicas.Paradójicamente, Proudhon no usó tan audaz expresión en su sentido literal, sino sólo para dar más énfasis a su idea. Con el término “propiedad” designó lo que más tarde llamaría “la suma de sus abusos”, quiso señalar lo injusto de la propiedad como bien utilizado para explotar el trabajo de otros sin aportar el esfuerzo propio, se refería a la propiedad que se caracteriza por rendir intereses y rentas, y permitir imposiciones por parte del que no produce sobre el que produce. En cambio, afirmaba que  la propiedad como posesión, el derecho de un hombre a disponer de su vivienda, de la tierra y de las herramientas que necesita para vivir, eso era para Proudhon lo justo, "la piedra fundamental de la libertad". De ahí que reprobara el comunismo, sobre todo porque, según decía, éste buscaba la destrucción de esta forma de propiedad.

Lenin, por otra parte, se preguntaba "¿libertad para qué?", dando por hecho que la libertad está implícita en el comunismo, sistema que hace de los proletarios una clase de "propietarios iguales ". Los liberales, desde el principio asociaron propiedad y libertad, condición la una de la otra. Proudhon, anarquista, llegó a la conclusión de que la única organización social, capaz de otorgar al hombre el derecho de gozar del producto de su trabajo, era la basada en la libertad..."la anarquía como ausencia de amos y soberanos, he aquí la forma de gobierno a la que nos aproximamos día a día”, definiendo el anarquismo como teoría que proponía una sociedad en la que comunismo y propiedad se sintetizarían de manera tal que el gobierno desaparecería, al tiempo que florecería la libertad en "un mundo de pequeños propietarios unidos por libre contrato".

La tierra es de quien la trabajaes otra célebre frase, atribuida a Emiliano Zapata (2), el líder militar y campesino, cuando proclamara en 1911 su propuesta de reforma agraria, durante la revolución mejicana. Zapata, a diferencia de Proudhon, concretaba que la forma de legitimar la posesión de la tierra es mediante el trabajo. Así, el dinero o el trabajo serían estos medios, además de la herencia (en la que no media ni dinero ni trabajo). Pero, ¿posesión es sinónimo de propiedad? Veamos lo que dice el diccionario de la RAE al respecto:Acto de poseer o tener una cosa corporal con ánimo de conservarla para sí o para otro” y “acto de poseer cosas incorpóreas, aunque en rigor no se posean” (porque en rigor lo que es inmaterial no puede ser poseído).La cuestión se complica al hacer la distinción entre, nada menos, que cinco diferentes tipos de posesión: 1.Posesión de buena fe: que resulta de una adquisición que el poseedor estima legítima, ignorando los vicios que la invalidan.2. Posesión de mala fe: que se tiene con conciencia de los vicios de su adquisición.3.Posesión de estado: apariencia de la titularidad de un estado civil, fundada en el ejercicio público y continuado de las facultades correspondientes al mismo.4. Posesión inmemorial: cuya duración excede de la memoria humana.5. Posesión natural: que no se tiene con ánimo de dueño o de titular legítimo de la cosa o derecho poseído.Más aún se complica si le añadimos estas dos variantes no recogidas por el diccionario de la RAE: 6- Posesión mediata: es posesión de derecho, no de hecho, es decir, no es una tenencia efectiva (propiedad) de una cosa, valga como ejemplo un contrato de arrendamiento, en el que el arrendador es poseedor mediato del piso alquilado, aunque no está poseyéndolo de forma efectiva y real (porque el piso sigue siendo de propiedad ajena).7. Posesión inmediata: resultado de un contrato de compraventa, por el que el comprador se hace poseedor efectivo (propietario) al momento de hacer el pago y firmar el contrato.Se observará la confusa ambigüedad en la que se sitúan ambos términos, posesión y propiedad, que no acaba de aclararse la diferencia entre una “posesión efectiva” y una “posesión que siendo de derecho no es de hecho o no es efectiva”. La clave reside, sin duda, no en su concepto (el derecho), sino en su efectividad (el hecho).

Según ésto, en la sociedad feudal, por ejemplo, los campesinos que trabajaban la tierra eran poseedores de derecho, pero no propietarios de hecho, porque se sabe que el propietario de hecho era “el señor” titular del territorio (un noble, un rey, una “autoridad eclesiástica” -abad u obispo-, incluso el “concejo” de una de las grandes villas de la Baja Edad Media); era aquel soberano de la tierra al que se pagaban tributos por el uso de “su propiedad”. Quedaba así en evidencia la primacía del hecho (el poder) sobre el concepto (el derecho).

A partir del siglo XVII, la revolución cultural promovida por la clase emergente (la burguesía), que conocemos por sus ideas “ilustradas”, supuestamente destinadas a subvertir el orden feudal, sin embargo, conservaron celosamente la propiedad como fuente principal del poder “efectivo”, camuflado bajo la supuesta “igualdad política” que empezaba a figurar en las constituciones liberales de los “nuevos y modernos” Estados-nación-capitalistas de la Modernidad.

En la prórroga de esa modernidad burguesa, que es la época contemporánea, nada ha cambiado respecto del status de la propiedad, que conserva el mismo significado de sus anteriores épocas, feudal y moderna, por lo que la posesión efectiva (la propiedad) hoy como entonces sigue siendo del “soberano”, quien sea que detente el poder efectivo sobre el objeto de la propiedad. Y si no, véase cómo a día de hoy, al igual que en el medievo feudal, todo Estado reserva para sí un supremo poder de expropiación, en base a un abstracto concepto del “interés público”.

Pero toda esta historia, de interesadas ambigüedades y confusos conceptos acerca de la posesión y la propiedad, si me interesan hoy es, sobre todo, por su directa repercusión en los acontecimientos del tiempo presente, en referencia al contexto de crisis sistémica y global en que hoy vivimos. Experimentamos este contexto como amenaza a la viabilidad de la civilización humana en un próximo futuro, un temor que ya experimentamos ante las clarísimas señales de un acelerado e imparable proceso destructivo: en la máxima concentración de los poderes -económico, político, mediático, tecnocientífico, legal, y militar sobre todo, mostrando su inequívoca tendencia al UNO, a un único Poder global, cuyo ilusorio programa prevee una Gran Transición para restaurar todo lo que previamente ha destruido. Qué decir de su devastador efecto sobre el individuo, ahora reducido a un perfil virtual, aislado en la masa, privado de presencialidad y desvinculado de toda comunidad real, nadificada su existencia, disuelta ésta en mínimas relaciones sociales, exclusivamente reducidas y mediadas por una compulsiva obsesión por la propiedad y el consumo. 

Vemos normalizarse el auge de la xenofobia y los totalitarismos, hacerse crónica la crisis profunda de las democracias estatales, asistimos al secuestro de la creatividad y del conocimiento humano a cargo de unas Ciencias que se lo apropian y lo desmenuzan en parcelas “disciplinarias”, de conocimientos cuantitativos e inconexos, con su deriva mercenaria y tecnológica apuntando a un inminente futuro eugenésico y “transhumano”… y nos produce vértigo la grave crisis demográfica, sea por sobrepoblación o por envejecimiento, la proliferación y extensión de enfermedades crónicas y pandemias globales, la progresión geométrica de la desigualdad en todas las latitudes.

Pero el efecto destructivo del “orden” social impuesto por la Modernidad, con su fija idea de “la propiedad como fundamento de la libertad”, su religiosa creencia en un “progreso” ilimitado, que ignora los límites materiales del planeta, en sus efectos no se limita a la destrucción del individuo y la sociedad. Ahí está, por si fuera poco, la alteración brutal del equilibrio ecológico que significa la devastación de la biodiversidad, los efectos del cambio climático, el agotamiento de las fuentes energéticas que nutrieron el “progreso” durante los dos últimos siglos de modernidad capitalista, la desertización y la mengua acelerada de la fertilidad de la tierra...y paro de contar. Esa es su evolución histórica “de hecho”, bien contraria a los “derechos” que proclama. En todo ésto se traduce su “éxito”, en el invento de una “racionalidad” moderna, que no hay por donde cogerla.

Propongo un experimento: que por un momento imaginemos que en un arrebato de locura una parte de la humanidad, una comunidad cualquiera, se vuelve “irracional” y proclama unilateralmente la efectiva abolición de la propiedad de la Tierra y del Conocimiento, imaginemos que a estos bienes esa irracional comunidad los declara “comunales universales”, la Tierra como propiedad comunal de todas las especies y sus generaciones, el Conocimiento como propiedad inmaterial del conjunto de la humanidad, de todas sus generaciones presentes y futuras...¿alcanzamos a imaginar siquiera lo que ésto supondría, un futuro tan “irracional”?, ¿que nadie tuviera el poder de propiedad sobre la Tierra y el Conocimiento, que como bienes comunales universales quedaran al margen de toda forma de comercio, de los que nadie pudiera, de ningún modo, hacerse propietario o soberano, ningún individuo, ningún colectivo, ninguna corporación, ningún Estado?

Para ilustrar este “supuesto”, resumo en un esquema esa nueva teoría de la propiedad que, de momento, solo cuatro gatos pensamos: 

 

Como puede verse en este esbozo, no todo es perfecto,  aún cabría una posible relación de dominación, del individuo por su propia comunidad, pero no siendo obligatorio el trabajo comunitario, siempre le cabría trabajar solo para sí mismo. También podría la comunidad explotar al límite su territorio, saltarse el principio ecológico de autosuficiencia y reserva, pero sería a costa de su propia supervivencia; eso lo sabían muy bien las tradicionales sociedades campesinas, haciendo un uso realmente sostenible de los bienes disponibles. Y podría darse un trato desigual, pero  sería improbable que eso pudiera suceder en una asamblea de autogobierno comunitario, entre "próximos", vecinos y paisanos del mismo territorio. 
 
Téngase en cuenta que lo que hoy llamamos "democracia" solo puede serlo  en modo ficticio o  "representativo", que no puede ser real si no es en asamblea de iguales y en comunidad real, es decir, convivencial, dada en un territorio realmente compartido, físico y relacional. Y téngase también en cuenta que lo que hoy, indistintamente,  denominamos como "economía" o "capitalismo" es, antes que nada, una relación social de dominio y explotación, de la naturaleza y del trabajo humano. Por todo eso, una nueva teoría de la propiedad es inseparable, necesariamente tiene  que formar parte, de una nueva teoría y práctica social-integral:  ética, ecológica y democrática al tiempo.
 
De momento, tengan tranquilidad los neoliberales y todos los neos modernos, como todos los defensores a ultranza de la propiedad sobre la Tierra y el Conocimiento, que la mayoría de la humanidad todavía no se ha vuelto loca, que sigue siendo "racional y moderna"; que, grande, pequeña o ilusoria, la Propiedad seguirá por largo tiempo haciéndonos tan libres, iguales y fraternos como hasta ahora... no se preocupen, que solo "cuatro gatos" pensamos estas cosas. De momento.

Notas:

(1) La frase “la propiedad es un robo” es atribuida a Pierre Joseph Proudhon (1809-1865), filósofo, político y revolucionario anarquista francés, uno de los padres del movimiento anarquista histórico como de su primera tendencia económica, el mutualismo, junto a los rusos Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin y el italiano Errico Malatesta. A mi entender, Proudhon debería ser considerado como padre ideológico de los modernos liberales, en general, y de la burguesía “de izquierdas” en particular.

(2) La imagen “revolucionaria” de Emiliano Zapata no logra ocultar la ideología propietarista-liberal afincada en sus ideas sobre la propiedad de la tierra. La pretensión de legitimar la propiedad de la tierra por el trabajo de pequeños propietarios, legitima la idea liberal de la propiedad como hecho de dominio, soberanía o señorío exclusivo sobre un bien comunal universal, una idea que en esencia es liberal, aunque lo sea a la manera pequeño-burguesa.

 

sábado, 4 de febrero de 2023

LAS LORAS, EL ENIGMÁTICO TOPÓNIMO DE UN TERRITORIO SINGULAR


 Presentación y resumen

Este trabajo trata de hilar todas las posibles interpretaciones del origen etimológico del nombre de Las Loras, un territorio singular al que le cuadra muy bien un nombre tan único y especial.
En 2016 hice una primera investigación al respecto, a partir de la nula información que entonces encontré y siguiendo las escasas pistas existentes, con fundamento en las analogías con otros lugares que tenían el mismo o similar nombre. Así, llegué a la conclusión de que “lora” procede del latín  “laura”, laureada, que los ejércitos bereberes invasores de la península ibérica a principios del siglo VIII decían “lawra” en su lengua árabe. La coincidencia orográfica e histórica entre  lugares con ese mismo topónimo apuntaban en una dirección: lugar en alto que por estar flanqueado por altos cantiles es una fortaleza natural e  inexpugnable y que  por esa razón es nombrada como “laura” o laureada, por invicta.

Ya dije en su momento que no siendo  especialista en la materia, esa explicación me valía en tanto no la mejorara alguien más experto que yo y que aportara nuevos datos y más  convincente información acerca de este topónimo. Pues bien, recientemente he podido reunir nuevas y  sorprendentes pistas que llevan a diferentes interpretaciones: desde una versión puramente lingüística y académica (“flora”: de afloramiento rocoso),  a otra posible interpretación historico-política (“lorazgo”: equivalente en su significado a los términos castellanos señorío y mayorazgo) que, curiosamente, encontré referida  en el texto de “El Capital”, el más popular de los  libros escritos por Karl Marx.

Todas esas interpretaciones del topónimo “loras”, incluida la mía original, están incluidas en esta publicación, junto a un apartado final dedicado al territorio en su contexto actual.

La cuestión sigue abierta y al menos yo no me atrevo a inclinarme por un significado y etimología “verdaderos”, porque pienso que todos tienen algún punto de base razonable y porque “las loras”, como la mayoría de los topónimos antiguos, han llegado a nosotros con una misteriosa carga de significación simbólica, a partir de leyendas, mitos y metáforas, cuando no se limitaban a simples descripciones físicas del lugar, como pienso que hicieron la mayoría de las veces los primeros pobladores de un lugar. a la vista del paisaje y la primera impresión que éste les causaba. 

 

Texto completo, lectura y descarga en este enlace:

https://es.scribd.com/document/623738428/El-Enigmatico-Toponimo