martes, 10 de septiembre de 2024

CONSTRUIR BIENES COMUNES...¿DE PROPIEDAD PRIVADA 0 COMUNAL?


Lo del título no es imposible: un colectivo puede organizarse en modo comunitario con independencia de cuáles sean sus medios o sus fines. Por ejemplo, cualquier banda criminal podría organizarse al modo mafioso en regimen de comunidad cooperativa, compartiendo los frutos de  su común "economía" delictiva. Otro ejemplo: cualquier empresa capitalista puede adoptar una forma cooperativa e incluso ser  igualitaria en el reparto de acciones y por eso no deja de ser capitalista, ni privada su propiedad colectiva. 
 
La imagen que pongo arriba es un cartel de la Fundación Emprius, que es una asociación de  comunidades rurales actuantes en diversas comarcas rurales de Cataluña. "Emprius" es una norma jurídica del derecho consuetudinario catalán, que en términos generales hace referencia a la "tierra del común"  y determina el derecho de uso comunal, por  los vecinos de una población, a los bienes rústicos del municipio -ya sean pastos, bosques y aguas-, como a cualquier otro bien que fuera objeto del mencionado derecho "de costumbre" o "consuetudinario".  
 
La Fundacíó Emprius surgió, según su propia definición, "con el objetivo  de impulsar una cultura comunal-rural que garantice el sostenimiento y dignificación de la Vida presente y futura. En un contexto de crisis civilizatoria, queremos ser un agente por un cambio de paradigma necesario, en el que la Vida sea el centro y la interdependencia y la ecodependencia sean la base. Fomentamos formas de acceso a los recursos, producción y relaciones basadas en la cooperación por el bien común, para romper con las dinámicas individualistas hegemónicas. Ponemos el énfasis en las necesidades, capacidades y potencialidades del mundo rural y su entorno natural, frente a la cultura urbanocéntrica dominante. Entendemos que promover el comunalismo y el ruralismo está intrinsecamente ligado a la práctica de valores como la agroecología, soberanía alimentaria, resiliencia y regeneración del territorio, democracia radical, feminismo, apoyo mutuo y solidaridad".
 
Si hoy traigo aquí este caso, es porque esta fundación a fecha de hoy tiene abierta la convocatoria de un premio destinado a "buscar propuestas  de generación de conocimiento o divulgación sobre comunalismo". Pues bien, esta convocatoria excita mi pensamiento crítico en torno a la idea de "lo comunal" como posible fundamento de un proyecto "revolucionario", que eso es lo que parece deducirse de la definición que esta fundación hace de sí misma. 
 
Conste que esta crítica me resulta incómoda, porque reconozco el mérito, la generosidad y el compromiso  de la mayoría de personas que se involucran en este tipo de proyectos comunitarios, a muchas de las cuales conozco y aprecio, de cuyas buenas intenciones no tengo ninguna duda. Lo que sucede es que no son un tipo de asociación cualquiera, como un club deportivo o una asociación cultural o de vecinos; no, porque públicamente estas organizaciones expresan una finalidad política con pretensión revolucionaria y concretamente "comunalista" en este caso. 
Más bien, mi contrariedad tiene que ver con lo que considero un mal diseño, que necesariamente hace imposible cualquier aproximación a su propia finalidad revolucionaria. Y ésto entiendo que es así  porque el diseño de este tipo de iniciativas falla no solo en su carencia de pensamiento estratégico, sino también en una grave confusión de principios básicos (por ejemplo en los anteriormente referidos principios de "propiedad" y "comunidad", junto a otros no menos principales, como el de democracia real,  racionalidad ecológica-simbioética o el del procomún universal (integrado por la Tierra junto al Conocimiento y el Trabajo humano). Y así, lo que se logra es anticipar una segura derrota, una más que añadir al ya repleto historial de fracasos de las "izquierdas", con más frustración personal y colectiva que contribuye eficazmente a desactivar toda movilización social que se proponga un horizonte realmente "alternativo", de sistema y no solo de gobierno. 
 
Por otra parte, esta fundación se refiere a unos "comunales rurales del siglo XXI" que, con sus propias palabras,  incluirían  "tanto los propios recursos de custodia colectiva como a las dinámicas, relaciones, formas de organización y gobernanza que se establecen en la comunidad que los gestiona". Por "recursos" entienden los campos de cultivo, los bosques, las montañas, y también las  herramientas, viviendas e infraestructuras como balsas, corrales, obradores, etc.   Seguidamente, reconocen que "el comunal está directamente vinculado a la comunidad que lo gestiona que,  dependiendo de la naturaleza y características del comunal, la comunidad puede ser diferente: el vecindario de un pueblo, los habitantes de una pedanía, una cooperativa, un colectivo o una asociación". Así, sin ninguna concreción, la definición no puede ser más vaga ni más confusa. Y, además, ¿a qué viene reducir  el ámbito de la transformación social (revolución) solo a los espacios rurales, obviando que la mayoría de la humanidad habita en grandes urbes, superpobladas por millones de habitantes?

A primera vista, transmiten un concepto solo convivencial o prepolítico de sus propias comunidades, que contradice su manifiesta aspiración de trascendencia social, haciéndola pretenciosamente revolucionaria, lo que es un canto al sol. Así, su experiencia es testimonial y limitada al objetivo personal de un cambio en el "estilo de vida"  y a la satisfacción de las expectativas particulares de una pequeña comunidad de románticos copropietarios rurales de una masía, un caserío o cualquier otra forma de finca rústica, ecoaldea o urbanización rural,   en medio de una idílica naturaleza de ser ésto posible.
 
Sin duda, están en la misma onda de la mayoría de intelectuales y políticos, de todas las corrientes de la izquierda posmoderna, que a día de hoy siguen  considerando "comunalista" y hasta "revolucionario" al sistema concejil-campesino del Medievo Feudal, a pesar de estar suficientemente acreditado que aquel poder concejil estaba perfectamente inscrito y regulado dentro del orden feudal general, subordinado al contexto de unos dominios, feudos o "señoríos" territoriales, gobernados en comandita por monarcas y élites de la nobleza civil, comercial, militar o eclesiástica, que juntos o en competencia detentaban el poder social, económico y político real. Es igualmente obvio que la gestión colectiva de algunos bienes comunes nunca pudo ser otra cosa que un "derecho", permitido o directamente concedido por "gracia" de reyes y dómines (señores), siempre al interior de sus respectivos dominios feudales. Que no otra cosa eran las "cartas puebla" y los "fueros", por muy románticos y comuneros que se pongan algunos historiadores medievales. Con igual imaginación, bien pudiéramos imaginar (por imaginar que no quede) una  moderna "moda comunal", con proliferación de comunidades de igual tipo que aquellos rurales concejos feudales, pero ahora plenamente capitalistas -incluso con aspecto liberal-hippy-cooperativo de lo más feminista-ecologista, perfectamente integrados y amparados bajo la protección del  Estado.
 
Como sabe quien alguna vez ha visitado este blog, lo que aquí defiendo es un proyecto de comunidad y comunalidad que tiene su principal referencia en el pensamiento ecosocial y comunalista de Murray Bookchin, así como en el confederalismo democrático del kurdo Abdullah Öcalan. Tal inspiración es bien compatible con mi propuesta de una organización política que ya desde sus inicios sea autoconstituida en modo Asamblea o Ajuntamiento Comunal, anticipando experimentalmente, en el tiempo presente, la organización comunal de las sociedades futuras. Se trata, pues, de operar con estrategia diseñada para actuar como verdadero contrapoder popular, simultáneamente constituyente y destituyente. Porque no hay otra opción de emancipación social que no pase por ganarle la hegemonia al regimen clasista y autodestructivo  bajo el que vivimos. Preparar la revolución y anticipar el futuro: organizando la resistencia de nuestras comunidades reales, las convivenciales, de ámbito urbano (vecindades) y bioterritorial (paisanías) y practicando la democracia real en su inédita forma directa e integral. 
 
Este es el momento, la oportunidad que nunca antes pudo darse durante la larga historia de la evolución humana, porque nunca como ahora tuvimos un sentimiento de comunidad a escala global y de especie...sí, todavía muy incipiente, pero todo se andará. En realidad ya está sucediendo aunque se  deba al generalizado presentimiento de un colapso en ciernes del sistema-mundo-capitalista en que vivimos. 

Pero de producirse, todo ese proceso de radical transformación social,  será necesariamente muy largo, por eso que corra prisa iniciarlo cuanto antes. Será impensable siquiera, de no acometer la confrontación con  pensamiento estratégico que tenga en cuenta  la dimensión corporativa y global del monstruo estatal (el Leviatán al que nos enfrentamos). Y, además, teniendo muy en cuenta el modo en que éste nos habita individualmente, mediante malas  costumbres  inducidas, unas  heredadas y otras adquiridas por amaestramiento a lo largo de nuestras vidas; malos hábitos junto a condiciones  de existencia que nos vienen dadas de nacimiento, marcándonos de por vida.Todo ello hace que  nos sea obligada  la necesidad añadida de una simultánea y reparadora "revolución interior".

Nadie, con  actualizado conocimiento del mundo en que vivimos y estando en su sano juicio puede hoy esperar una solución, ni "justa" ni  "ecológica", a las graves amenazas del tiempo presente, en tanto que la Tierra, el Conocimiento y el Trabajo humano sigan siendo bienes-objeto de dominio o propiedad particular, sometidos al vaivén especulador de los mercados, igual que cualquier mercancía de las que allí se compran, venden o alquilan. Como tampoco es posible ninguna solución realmente igualitaria o democrática, mientras perdure en nuestras culturas y en nuestros sistemas políticos el predominio de nuestros más primarios instintos animales, de propiedad territorial y sexual/reproductiva. La milenaria institución de la familia patriarcal, con su correspondiente derecho de herencia, desde hace no menos de seis mil años sirve a la continuidad y reproducción del mismo orden jerárquico que, en esencia, es similar al que siguen otras muchas especies animales. Ahí está el gran atasco de la evolución "natural" de nuestra especie, no achacable a Darwin, sino más bien al imperante darwinismo social. 

Díganme si no es hora de pensar diferente.

jueves, 5 de septiembre de 2024

DONDE YO ESTOY



De una leyenda guiaraní: hubo un enorme incendio en la selva y  todos los animales huían despavoridos, excepto un colibrí. El colibrí no paraba de transportar gotas de agua que recogía en un lago cercano y derramaba sobre el bosque en llamas. Un jaguar que lo observaba le preguntó, no sin cierta sorna: ¿pero qué haces, colibrí, no pretenderás apagar tú solo el incendio?, a lo que el pequeño colibrí respondió: ...bueno, yo hago mi parte.

El título del texto que sigue es afirmativo; si estuviera escrito con signos de interrogación -¿dónde estoy yo?- coincidiría con el título de un libro de Alfonso Sastre (1926-2021) publicado en 1994, en el que este autor, destacado representante de la generación de los 50, se interrogaba sobre su posición existencial, de manera que más bien la pregunta que flota en el libro es ¿quién soy yo?; pero también trataba de responder a dudas ajenas respecto de su  posicionamiento político en torno a cuestiones de máxima actualidad en ese momento histórico, tales como el terrorismo de ETA y el entonces reciente derrumbe del “socialismo real” en la URSS (1990-1991), dejando ver como trasfondo la intención de justificar su nueva militancia en la izquierda nacionalista vasca ante sus viejos camaradas del PCE, donde había militado durante los años cincuenta, sesenta, y hasta finales de 1974 

".../...Ahora veo que todo el mundo está en alguna parte. Cuando yo estaba en alguna parte –es decir, en el Partido Comunista de España-, yo no veía a la mayor parte de estos demócratas y socialistas en ninguna parte..., cuando no es que los veía ocupando cargos públicos y disfrutando –quizá con un malestar interior- del sistema.

Seguramente estaban ahí, luchando contra el fascismo –no lo dudo-, pero yo no los veía en ese campo de batalla. En cuanto a mi posición política actual, me da la impresión de que estoy un tanto o mucho a la izquierda del que fue mi partido. Con lo cual quiero decir que…

 -<¿A la izquierda del PC? ¡O sea, en ninguna parte!>, oigo que alguien me dice, tratando de explicarme con ello que la opción actual para un revolucionario se plantea en estos términos: <O posibilismo o utopismo>... No es ésa mi opinión. Yo opino, si ello se me permite, de muy distinta forma, y veo que esa <ninguna parte> es un espacio realmente habitado y hasta superpoblado, y que en él están mis camaradas verdaderos y que en él reside un proyecto que no cesa a pesar de todo: el de la revolución".

En el capítulo de ese mismo libro titulado "Vista a la Izquierda", entre otras interesantes reflexiones, decía Alfonso Sastre:

 ".../...Pero es cierto también que el proceso que se abrió con la revolución del 17 nos ha recordado aspectos oscuros de la condición humana, subrayados por quienes creen ver en ellos la prueba de que la naturaleza humana es resistente a asumir los valores propios de la solidaridad, de tal manera que el capitalismo sería un sistema a la medida del ser humano y el socialismo (y el comunismo) un sueño de la razón que engendra monstruos. (2) Ahí ha crecido esa mala ralea de los burócratas de los partidos comunistas en el poder durante tantos años, quinta columna de los encarnizados enemigos exteriores de ese proceso hasta que han dado con él en el suelo entre los unos (los de afuera) y los otros (los de dentro). Pero yo prefiero recordar ahora a las bases de camaradas oscuros que entregaron sus vidas bajo las banderas rojas y a los compases de la Internacional: en pie, famélica legión. Ha terminado, pues, el primer acto de la revolución socialista y ha terminado muy mal. Si se acabara así la historia estaríamos ante el desenlace de una tragedia de mala muerte. ¿Todo habría terminado así? ¿Todo habría sido para ésto? ¿Tantos esfuerzos de la especie humana para, al fin, quedar instalada en esta atrocidad de una sociedad de consumo coexistente con el escándalo planetario del hambre y de la miseria? ¿Tendríamos pues que reposar en este horror de cocacola y mierda picada?"

Y eso que Alfonso Sastre se refería a esas "atrocidades" sin saber de las nuevas y añadidas que ahora pesan sobre nosotros condicionando nuestro futuro, tales como la amenaza de guerra nuclear global que hoy es más evidente aún que durante la Guerra Fría, o como los trágicos efectos del cambio climático, el agotamiento de bienes naturales y la pérdida irreparable de biodiversidad... todas esas “novedades” contemporáneas que por primera vez en la historia humana están propiciando un incipiente sentido de responsabilidad  ecosocial a escala global o de especie, que potencialmente y a medio plazo, me parece a mí que será una carga de profundidad, subversiva y destituyente del pensamiento  arcaico, estatal-capitalista, que gobierna el mundo tras una cáscara  de "guerra geopolítica", que en esencia es mercantil antes que ideológica, pero que igualmente es "a muerte", solo que ahora es entre bloques de estados/imperio armados con la misma ideología capitalista y la misma tecnología atómica, para el mismo fin: el control del Mercado Global. Es una guerra comercial y financiera similar a la que sucede cada día en nuestras calles, entre  tiendas, bancos y corporaciones, todas capitalistas, igual en el eje Norte/Sur que en el Este/Oeste...sólo que ésta de ahora es una Guerra Capitalista Global muy peligrosa, porque las partes contendientes cuentan con arsenal de bombas atómicas más que suficiente para precipitar el final, si no de la Tierra, sí de nuestra especie junto a muchas otras. 

Aún así, no me resisto a la esperanza en esa emergente  "conciencia  global y de especie" que dije antes, holística e integral, ecosocial y simbioética que, aunque tarde, acabe prendiendo en un movimiento emancipatorio a escala mundial, capaz de corregir la mala "evolución natural” seguida por nuestra especie, sometida a la misma ley  natural de la selva que rige la existencia de la mayoría de las especies animales, guiada por los mismos instintos primarios  de dominio territorial  y reproductivo. Porque esa es la traza "natural" y primitiva de las tres  instituciones  que a día de hoy siguen sosteniendo al  salvaje "orden natural" bajo el que vive todavía nuestra especie, desde hace no menos de seis milenios.

Defiendo que la resistencia y rebelión contra esa salvaje "ley natural" (patriarcal, estatal y capitalista en el caso de nuestra especie) es la única posibilidad que tenemos para  alejar el momento de extinción de nuestra especie, que sabemos tan inexorable como el del resto, incluso de toda  la Materia que compone el Universo, que sabemos  sometida al irreversible proceso "de la flecha del tiempo" y la disolución entrópica...Esto es así, pero también es cierto que entre todas las especies animales, la humana se distingue por disponer de un cerebro privilegiado, con  conocimiento, experiencia e inteligencia suficientes, si no para detener, al menos sí para retrasar el final de nuestra especie durante miles o quizá millones de años, a condición de superar el Estado Salvaje en que todavía vivimos, imposible de camuflar tras su espectacular cáscara tecnológica,  ni de justificar con los modernos mitos  del Crecimiento infinito-sostenible y la Complejidad tecnológica. Entiendo que esa necesidad existencial  nos remite directamente a la urgencia de un nuevo Pacto Social, ahora voluntario y del Común, radicalmente contrario al actual Pacto Social que fuera urdido en los entresijos de la ilustrada Modernidad burguesa, al exclusivo objeto de legitimar el  salvaje orden social del Leviatán (Estado) moderno.

 

Si he recurrido a la cita de Alfonso Sastre es porque me resulta oportuna en un momento en que hay quienes me vuelven a preguntar acerca de mi posición política, la de un “sin partido” (que por otra parte, es la de la inmensa mayoría de la gente). Son preguntas recurrentes que me hacen algunas personas que dicen leer mi blog de vez en cuando, y que si dudan de mi posición política, me dicen que básicamente es porque critico a los partidos de izquierdas...y eso, según sus propias palabras, “favorece a las derechas”...¡ya ves tú lo que puede perjudicar -¿y a quién?- lo que yo diga en un modesto blog que leen cuatro gatos!

Supongo que se refieren a un perjuicio meramente electoral...pero ni eso. El caso es que me sorprende, porque mi posición política no puede ser más nítida, ni más profusamente explicada por sí misma en cientos de artículos escritos en el blog (el blog de Nanín) desde hace catorce años, poco antes del 15M. Quien tenga dudas es porque no me conoce, me ha leído muy por encima, o bien porque tenemos conceptos muy diferentes de lo que son las posiciones -no los partidos- de izquierda y derecha. Por otra parte, es algo que no me extraña,  dada la confusión reinante en este momento de máxima incertidumbre y generalizada desconfianza de todo, en el que nadie se fía de nadie, ni nada es lo que parece en medio de un infecto batiburrillo mediático, de una gran intoxicación informativa, mejor digamos "infoxicación", planificada y tecnificada en extremo, que es ideológica en esencia y que va mucho más allá de la “niebla mental” que refiere la psicología posmoderna, descrita como estado patológico de confusión, debida a la pérdida de algunas capacidades cognitivas, como la memoria, la concentración, el lenguaje o la capacidad de razonar...que todo pudiera ser.

A mí no me pueden decir que “no tomo partido”, en el sentido de no tener bien clara una posición política (que no partidista). Claro, que “tomar partido” sirve, no pocas veces, para evitar la obligación de pensar por uno mismo. He podido comprobarlo durante muchos años, sin que yo mismo me excluya de esa culpa durante largo tiempo. Desde los acontecimientos frustrantes del 15M, sentí la acuciante necesidad de un cambio radical de paradigma y comencé a construir una posición propia, lo que me ha supuesto un largo camino de estudio y reflexión, mayormente en solitario, para dejar de eludir la responsabilidad que comporta el pensar con plena autonomía y, en lo posible, al margen de todo condicionamiento intelectual o mediático. Decía Simone Weill, en un escrito de 1940, titulado “Nota sobre la supresión general de los partidos políticos”, que “en casi todas partes —aún a menudo en relación con cuestiones puramente técnicas— la operación de tomar partido, de tomar una posición a favor o en contra, ha sustituido a la obligación de pensar”.

Quede claro, pues, que mi discrepancia con la izquierda convencional proviene de su acrítica aceptación del modelo burgués de democracia, indirecta o ”representativa”, partitocrática y estatalista en modo parlamentario, monárquico o republicano. Y no es solo una diferencia teórica, sino que también es una radical diferencia metodológica lo que me distancia de unas izquierdas que, a mi entender, por el común origen burgués que comparten con las derechas,  han ido perdiendo toda capacidad de pensamiento estratégico, rendidas ante el histórico éxito cultural y político del sistema burgués estatal/capitalista y tras la desastrosa experiencia de más de dos siglos de continuas derrotas proletaristas (socialistas, comunistas o anarquistas), que nunca lograron soltar el lastre del moderno pensamiento burgués (insisto: propiedad/patriarcado/estado), que comparten con las derechas, incluso con las más actuales, neoliberales y neofascistas.

Es un básico ejercicio de pensamiento estratégico lo que me lleva a entender el conflicto sociopolítico precedido de una  previa batalla interior, personal, ética, prepolítica y permanente, contra la "animalidad primaria" que nos constituye desde el origen de nuestra especie, esa parte "derecha" más bestia que forma parte de nuestra condición “natural” de animales-humanos. Por eso que las derechas no necesiten de pensamiento ni de estrategia,  les basta con seguir los instintos más primarios. Por eso que su "toma de partido" sea,  en todo caso, reaccionaria y orgánica en esencia, no necesitada de libertad, ni de pensamiento, cuanto menos de estrategia. 

Para dejarlo bien claro: yo estoy del lado opuesto a toda forma de orden jerárquico (Estado)  y a toda forma de apropiación privada:  de la Tierra, del Trabajo y del Conocimiento humano (que son nuestros comunes bienes universales)...Ah, y más que nunca, hoy soy radicalmente partidario de una urgente declaración universal de desarme unilateral. Soy de esa izquierda social que tiene aversión a los partidos políticos y a toda forma de organización polítiquera "participativa" pero no democrática ni soberana; partidario de la izquierda comunitaria y no facciosa que está por construir, que no trague con la partición de las comunidades en modo alguno -sea partidista, identitario o clasista-, ni de partir el Conocimiento humano en "científicos" compartimentos estancos, accesibles solo para expertos. Soy de esa izquierda en ciernes que no soporta la falsa ecología, meramente ambientalista, la del capitalismo verde insostenible por naturaleza, que se cree compatible con la  partición de los ecosistemas en parcelas de propiedad privada y absurdos polígonos de producción industrial sin limites. Me siento de una izquierda radicalmente contraria al paripé de las democracias ficticias o representativas...   

De todos modos, en los próximos meses espero contar con fuerza y tiempo suficiente para reunir y explicar en un Manifiesto mi propuesta teórico-estratégica, con la única pretensión de contribuir a la elaboración "sinfónica" de un nuevo paradigma de orden social realmente alternativo al   salvaje orden de las derechas (incluidas todas las que se visten con la seda de un pensamiento-único-correcto).


Notas:

(1) Este reloj simbólico, creado en 1947 por el Boletín de Científicos Atómicos, representa la proximidad de la humanidad a posibles amenazas existenciales. Las guerras en Gaza y Ucrania, junto a otras más de cien guerras activas y no-mediáticas, la crisis energética del sistema productivo capitalista, básicamente petrolífero, junto a los peligros derivados del cambio climático y la devastación de la biodiversidad,  además de los fundados temores ante el auge de la inteligencia artificial y la biotecnología sin control, en 2024 contribuyen a situar esa hora simbólica del reloj a 90 segundos de la extinción humana, lo que es el peor registro de su historia.

(2) El subrayado de ese párrafo es mío. "El sueño de la razón que engendra monstruos" yo entiendo que es una expresión no solo aplicable al fracaso de la revolución soviética, también refiere al fracaso -sistémico a mi entender-  de todas las revoluciones "burguesas o modernas". Si en la última postmodernidad ya intuíamos claras señales de una continua y acelerada decadencia de todas esas ideologías de la modernidad (liberales, socialistas, comunistas, anarquistas y fascistas), ahora nos vemos  inmersos en un extraño proceso de descomposición sistémica de un orden neoliberal y presuntamente postmoderno, que logró hacerse global y hegemónico en el  relevo de entresiglos,  de capitalismo corporativo y financiero que vemos derrumbarse de burbuja en burbuja, por efecto exclusivo de sus propias e irresolubles contradicciones, que hacen perfectamente imposible cualquier futuro humano mínimamente democrático y ecológico.