jueves, 12 de marzo de 2020

DEL DICHO AL HECHO, ÉTICA Y ESTRATEGIA




 
No existe un individuo sólo, alguien que sea y exista por sí. El ser humano es social, la vida humana es social, la sociedad es condición natural de nuestra existencia individual y colectiva. Y si ésta se produce necesariamente como interacción -metabolismo- con el medio natural, concluiremos que nuestra libertad está igualmente condicionada por el medio, inseparablemente social y natural. Pero condicionada no es predeterminada, el condicionamiento social y natural puede ser contrariado, el comportamiento humano -por razón del libre albedrío y a diferencia del resto de las especies- puede elegir, puede hacerse antisocial, antiecológico y depredador o destructivo, incluso autodestructivo.

Entendemos por ética un uso de la libertad orientado hacia el “bien”, un comportamiento respetuoso con la vida en todas sus formas, favorable a su continuidad y reproducción, tan respetuoso de la humanidad como de la naturaleza de la que somos parte. Y ello sólo es posible con un manejo ético y perdurable de nuestras relaciones en sociedad y en la naturaleza. Eso viene a ser la ética, lo que entendemos como “lo que debe ser”.

Pues bien, la ética se queda en mera intención o ideología si no nos compromete al comportamiento, a su realización,  valorada en sus resultados y consecuencias, más allá de su simple enunciación e intencionalidad. Como la libertad, la ética es individual y prepolítica, es condición previa de nuestra organización social y de nuestro metabolismo en la naturaleza. Es condición necesaria del bien individual y social, ecológico y global, pero es incompleta e insuficiente si no logra ser compartida y realizada en común, en comunidad.

jueves, 5 de marzo de 2020

AGUJERO NEGRO


 

Conjugación del verbo yo,

de Iván Rafael, VOZ DE TIZA



Presente de indicativo:

Yo soy
Yo eres
Yo es
Yo somos
Yo sois
Yo son

martes, 3 de marzo de 2020

MERCADO LIBRE, CONJUNTO VACÍO


El capitalimo ha hecho del mundo un mercado. De este mercado se puede decir que es natural, pero no libre. Se rige por la ley de la naturaleza, la competitiva y asocial ley de la selva, en la que sobrevive el individuo más fuerte, que suele ser el más bruto. Esa “naturalidad” del mercado capitalista explica la conformación y éxito histórico del bruto capitalismo, avalado por la darwinista teoría científica de la evolución natural.

En buena medida, esa ley es responsable de la extinción de las especies, la misma que propiciará la desaparición de la especie humana de seguir sometida a esa ley. La continuidad y reproducción de nuestra especie no será posible de no contravenir esa ley que rige el ecosistema global de la Tierra. Aún así, sabemos de la existencia de una ley superior, la cósmica ley de la entropía, por la que todo el Cosmos tiende a disolverse como un azucarillo. Ello sucederá, querámoslo o no, pero mientras sucede aún tenemos un margen de oportunidad que, a escala humana, puede ser tan largo como una eternidad, porque  los individuos humanos tenemos algo que no posee ninguno de ninguna otra especie: conciencia propia. Y, además, hemos acumulado un creciente conocimiento de las leyes que rigen la naturaleza y una dilatada experiencia histórica. Por todo ello, podemos llegar a comprender los errores cometidos y podríamos desobedecer esa bruta y natural ley del capitalismo e interrumpir el rumbo que nos precipita hacia la extinción. Tenemos el potencial que se precisa, lo que todavía no tenemos es la voluntad de hacerlo.

En medio de esta reflexión, leo un artículo de Antonio Turiel que me ayuda a desvelar el mecanismo mental por el que llegamos confundir la perversidad del capitalismo con su naturalidad. Esa confusión, no me cabe duda, contribuye decisivamente a normalizar las estructuras de poder que sirven a la hegemonía y perpetuación del orden capitalista, de entre las que el aparato estatal destaca como la más decisiva. 
El artículo al que me refiero argumenta todo ésto mucho mejor que yo, se titula “Todos los cangrejos de la luna son rojos” y lo podéis leer en este enlace: 



 

Antonio Turiel Martínez, leonés nacido en 1970, es científico y divulgador licenciado en Física y Matemáticas y doctor en Física Teórica por la Universidad Autónoma de Madrid. Trabaja como científico titular en el Institut de Ciències del Mar del CSIC. Es autor de más de un centenar de artículos científicos especializados y ha dirigido cuatro tesis doctorales. Es más conocido como activista digital y redactor principal del blog The Oil Crash (http://crashoil.blogspot.com/), en el que toca temas sensibles sobre el agotamiento de los recursos convencionales de combustibles fósiles, como el pico del petróleo y sus posibles implicaciones a escala mundial. 
Sostiene que la fracturación hidráulica (fracking) es una burbuja especulativa, pues el rendimiento energético de tal técnica es mucho menor comparándolo con la extracción convencional de combustibles fósiles de antaño, así como sus graves daños ambientales. Aboga por el decrecimiento y es crítico de posturas sobre la ideología productivista de los diversos sistemas políticos, tanto de derecha como de izquierda.

lunes, 2 de marzo de 2020

LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y EL PODER

Desde hace tiempo, vengo sosteniendo que la izquierda institucionalizada (estatista) con su rendición al "realismo" capitalista y su definitivo abandono del horizonte emancipatorio viene actuando como tapón  de la contestación social, propiciando la desmovilización  social cuando accede al gobierno, habiendo instaurado así una cultura política esencialmente reaccionaria, que carece de iniciativa propia y que sólo se ve estimulada por reacción ante el monopolio de la iniciativa dejada a las derechas. De ahí que estas izquierdas utilicen el recurso al espantajo del viejo fascismo sin rigor y sin convicción, sin ver el real y nuevo fascismo que campea a su gusto en nuestras sociedades contemporáneas,  camuflado tras el parapeto de las democracias aparentes o representativas, sometidas al "realismo" de la globalización neoliberal, consiguiendo una sobresaliente contribución a la  naturalización de las estructuras del poder  totalitario -el tandem capitalismo/estado- que sustentan el orden dominante. Las izquierdas en el poder admiten la crítica de las derechas como natural, incluso les pone, pero toda crítica desde los movimientos sociales les incomoda, más aún, es acusada de colaboracionista, impidiendo así toda autocrítica y toda evolución. Así lo que tiene lugar es sólo una lucha interna, fratricida y estéril, entre las diversas facciones de la izquierda en su electoral competencia por el acceso al poder político, caricaturizado como asalto a los cielos. 
Afortunadamente, empieza a oírse la voz de algunos intelectuales-activistas, como Raúl Zibechi,  investigador y bien conocedor de los movimientos sociales europeos y americanos, que ve y expresa este fallo sistémico -más que estratégico- de las izquierdas, junto con su demoledor efecto ante la imperiosa y hasta dramática necesidad de remover y resetear el triste papel que están jugando las izquierdas, que las incapacita para abordar el alumbramiento de un nuevo paradigma realmente emancipatorio y necesariamente revolucionario. Hay que leer sus declaraciones en esta entrevista en la perspectiva del momento en que se realizó, en 2016, cuando todavía la crisis global en la que estamos inmersos era interpretada a partir de la directa relación entre capitalismo y cambio climático, no en su actual y más grave dimensión de crisis civilizatoria.  


Situación en Sudamérica,
entrevista a Raúl Zibechi, por Jacinto Ceacero
(Publicada en la revista LIBRE PENSAMIENTO, nº 88)
 

Acerca de la entrada de la izquierda política en las instituciones y su influencia en la (des)movilización social: la idea es reflexionar, a nivel internacional, sobre las relaciones de los movimientos sociales y el poder, y de forma más específica, en Sudamérica. ¿Estamos ante el final de un ciclo en Sudamérica, en Europa... en el que los movimientos sociales han servido para llevar hasta el poder a la izquierda que posteriormente se ha olvidado de ellos? ¿Ya no se rinden cuentas cuando se logra el poder? ¿Las subvenciones a los movimientos sociales condicionan su discurso...?


jueves, 27 de febrero de 2020

EL COMUNISMO PRIMITIVO NO FUE LO QUE TE CONTARON

La mayoría de la gente piensa que siempre hubo clases sociales, ricos y pobres, que las cosas siempre fueron más o menos como hoy son y que siempre existió alguna forma de Estado, una institución por encima de la sociedad, encargada de imponer la propiedad, la autoridad y el orden; que sea por razón de fuerza o de virtud, siempre hubo élites dominantes, siempre jerarquía y división en clases sociales. Como también es mayoritaria la creencia de que siempre se dió la lucha por la propiedad de la tierra y que todo ello es resultado natural e inevitable de la condición humana. 
Incluso quienes más defienden la racionalidad científica, son reacios a admitir las evidencias históricas que la arqueología y la antropología contemporáneas están sacando a la luz en la investigación de las sociedades antíguas. El método científico sólo parece servirles si complace al pensamiento hegemónico dominante.  Compartir en comunidad de bienes, cooperar, practicar la solidaridad y la ayuda mutua como sustentos de la convivencia, la organización autónoma y plenamente democrática de la sociedad (autogobierno en asamblea de iguales)...todas estas ideas habitan en el imaginario social como residuales ensoñaciones utópicas. Y es así porque así nos ha sido contada la historia de nuestra evolución humana en escuelas y universidades, para justificar el estatus de la dominación y desactivar cualquier intento de cuestionar el actual orden social en su forma estatal-capitalista que, como mucho, sólo sería "reformable". Cualquier otra forma  es relegada a pura fantasía,   algo "naturalmente" imposible.
Hilo a continuación dos artículos que informan de las últimas investigaciones al respecto de antiguas sociedades preestatales que, entonces sí, naturalmente, vivieron en modo comunista. Son "El comunismo primitivo no fue lo que te contaron" y "Las ciudades del comunismo primitivo", publicados recientemente en la web del Diario Emancipación (Izquierda Comunista Española):  https://nuevocurso.org

EL COMUNISMO PRIMITIVO NO FUE LO QUE TE CONTARON

Reconstrucción digital de Talianki, ciudad comunista primitiva, hace unos 5.000 años


En el relato que nos enseñaron en la escuela, hace unos 9.000 años, el descubrimiento de la agricultura produjo la sedentarización, la urbanización y la división en clases. El comunismo primitivo quedaba atrás y la Historia de la Humanidad comenzaba como tal con la ruptura de la comunidad social originaria y el comienzo de los modos de producción basados en la explotación de unas clases por otras. Los descubrimientos arqueológicos de las últimas décadas desmienten sin embargo estos relatos y nos pintan un mundo en el que el comunismo primitivo desarrolló la agricultura y la ganadería sin escindir la sociedad en clases, produjo grandes ciudades muy distintas a las del «Creciente fértil» y se resistió a la aparición de clases explotadoras hasta fechas relativamente recientes, llegando a convivir en el tiempo con los primeros reyes romanos y la primera democracia esclavista griega.

En el principio de la agricultura fue… el comunismo

El viejo relato tenía fallos evidentes. La primera gran revolución productiva de nuestra especie, el fin de medio millón de años de vida nómada que abrió la puerta a la división en clases sociales, la escritura, las religiones desarrolladas, los primeros estados… no podía explicarse como una mejora de la productividad. Cultivar requería más recursos y producía menos que seguir siendo nómadas cazadores. Durante décadas se intentaron todo tipo de modelos explicativos, pero ninguno conseguía llegar a resultados realmente satisfactorios. Parecía que nuestros antepasados habían pasado hambre y penurias voluntariamente para aprender a cultivar granos y criar ganado, a pesar de que estas prácticas tardarían muchas generaciones en ser más provechosas que la caza y la recolección.
Klaus Schmidt, el arqueólogo que dirigió la excavación de Göbekli Tepe, para muchos el descubrimiento arqueológico más importante hasta el día de hoy, fue el primero en elaborar a partir de la nueva evidencia, una teoría satisfactoria. Göbekli Tepe, descubierto en 1994 y construido hace unos 11.500 años, unos tres milenios antes de la fundación de Uruk/Sumer, ha sido conocido mediáticamente como «el primer templo», pero sobre todo es el primer vestigio material descubierto hasta ahora de la sedentarización y de producción agrícola. Schmidt defendió que Göbekli Tepe había sido el centro desde el que se difundieron el cultivo y la ganadería hacia eso que llamamos «el Creciente Fértil». Pero los constructores de aquellas edificaciones eran todavía nómadas y cazadores. Habrían sido las necesidades de mantenimiento de las propias estructuras del santuario las que habrían generado los incentivos para invertir recursos en la ardua labor de cultivar cereales salvajes y domesticar algunas especies. Podría ser antieconómico en relación con la caza, pero la caza exigía largos viajes en un ciclo estacional, si quería permanecerse en Göbekli había que dedicar cada vez más tiempo a cuidar de los granos salvajes que lo rodeaban. Más aun si, como parece, el santuario recogía y albergaba regularmente tullidos y enfermos, funcionando como una especie de «base» de un grupo que seguía siendo nómada.
Faltaba con todo una pieza por pulir: ¿Qué sentido tenía mantener una estructura tan costosa y a la vez tan precaria? ¿Qué proveían estos santuarios que fuera tan importante como para organizar a su alrededor toda la vida comunitaria? La respuesta la daría de nuevo Göbekli Tepe. El descubrimiento de grandes cubas de fermentación iluminó un nuevo elemento. Excavaciones paralelas en China, mientras tanto, dieron pie a las primeras teorías que afirmaron que la agricultura fue un subproducto de la necesidad de producir bebidas alcohólicas para las celebraciones periódicas de aquellas partidas de cazadores nómadas.
En 2004, las excavaciones en Jiahu, la aldea Neolítica china más antigua descubierta hasta ahora, fundada hace unos 9000 años, aportaron una nueva pista. El arqueólogo Patrick McGovern descubrió restos de una bebida, una especie de chicha, que debió tener unos diez grados de alcohol. Lo que es más interesante, es que la elaboración de esta primitiva «cerveza» habría sido, según McGovern, la causa de la sedentarización. Santuarios como Göbekli Tepe o asentamientos como Jiahu o los que habrían de dar lugar a Sumer, habrían sido producto de la necesidad de las comunidades y partidas de caza nómadas de reencontrarse para celebrar y redistribuir el fruto del trabajo.
Como en Göbekli Tepe, Jiahu no alojaba originalmente a toda la tribu. Es muy posible que naciera como un asentamiento de tan solo unas pocas personas que cuidaban de cultivos «fermentables» que en cada ciclo estacional permitían la elaboración de la bebida. Se trataba de bebidas cuya función era integrarse en una suerte de fiesta en la que la comunidad nómada se reencontraba con sus tullidos y con los menos productivos y sacrificados agricultores. McGovern remarca:
Comoquiera que caractericemos a estas bebidas neolíticas y la domesticación de estas plantas, encontraremos que se trata de un esfuerzo igualitario, con todos trabajando juntos.
En una economía comunista primitiva, la celebración es el principal mecanismo colectivo de cohesión social. Uniendo la redistribución entre agricultores y cazadores a través de ceremoniales, la comunidad no escindida en clases, afirmaba sin fricciones su igualitarismo. La fermentación de granos salvajes -la forma más primitiva de cerveza- empieza a jugar un papel cada vez más importante en estas fiestas porque de forma natural se convierten en el «objetivo» de todos. Toda celebración necesita algo especial. De ese modo algo en apariencia anti-económico, como sembrar y cultivar a tiempo completo se convierte en el objeto de una primera división del trabajo que no sirve a la explotación de unos por otros.
Hay todavía ejemplos de esta lógica comunista primitiva operando en sociedades vivas, por ejemplo los Enawene-Nawe, cuya sociedad combina caza y agricultura articulándose alrededor de un festival cíclico central. Cada vez que vuelven las partidas conjuntas de caza y pesca, una casa distinta -los encargados de un huerto- organiza un festival comunitario donde se redistribuyen los resultados de la caza y el cultivo manteniendo la organización social. Las casas están distribuidas radialmente y la casa que debe organizar el festival va cambiando de radio a radio como el calendario cíclico amazónico.
Esta lógica redistributiva parece haber sido también el origen de las primeras redes «globales». Con toda probabilidad un intercambio no mercantil más parecido a las extensas redes de intercambio ritual polinésicas o las de los kwakiutl o hasta el siglo XX, que al comercio posterior de fenicios o griegos. Recientes investigaciones sobre el ADN de la flora británica llevaron a un equipo de científicos a concluir que las comunidades neolíticas del Sur de Europa compartían semillas de granos cultivados con sus vecinos más atrasados del Norte hace más de ocho mil años, dos mil años antes de las primeras evidencias conocidas de agricultura en las islas.
Es decir, los «santuarios» -originalmente el centro de los itinerarios de caza de las partidas de una tribu- posiblemente sirvieron también para la redistribución entre tribus, difundiendo e igualando los avances en distintas regiones geográficas. La revolución agraria creó un mundo interconectado con intercambios a larga distancia mucho antes del nacimiento de la mercancía.
El resultado global es un cuadro de la Revolución Neolítica y el nacimiento de la civilización muy diferente del que se tuvo durante el siglo XX. La primitiva comunidad agraria no tenía una estructura social ni un ciclo productivo esencialmente diferente de los de la tribu nómada. Tras el comunalismo primitivo de cazadores recolectores que fascinó a los primeros antropólogos, no vinieron inmediatamente el estado, la propiedad privada y la división sexual y social del trabajo, sino una larga fase de comunismo agrario que seguía sosteniéndose en parte con la caza, la pesca y la recolección. Este sistema productivo ocupaba amplios espacios geográficos, seguramente más conectados entre sí de lo que imaginamos. Y lo que es más importante: el gran salto no fue el descubrimiento de la agricultura en sí, sino el nacimiento del comunal agrario a partir de la lógica ceremonial de la celebración. 

 LAS CIUDADES DEL COMUNISMO PRIMITIVO : las primeras grandes ciudades que bajo un sistema de comunismo primitivo prosperaron durante más de 3.000 años y sobrevivieron aproximadamente hasta el 850 aC.
Localización de los principales megasites de la cultura de Tripilia-Cucuteni
  
En el artículo anterior descubrimos como las primeras economías en transición hacia la agricultura y la sedentarización no escindieron la sociedad en clases. Por el contrario, evolucionaron dentro del comunismo primitivo creando el primer comunal agrario. Hoy nos acercaremos a la evolución de esos modelos en Europa Oriental. Allí grandes ciudades con decenas de miles de habitantes prosperaron durante siglos bajo formas avanzadas de comunismo primitivo, con mayor bienestar que sus contemporáneas basadas ya en economías de explotación y con un urbanismo prácticamente opuesto hasta fechas relativamente recientes, cuando Solón enunciaba las bases de la democracia esclavista griega. ¿Qué fue de ellas? ¿Por qué perduraron tanto? ¿Por qué desaparecieron? 
 En los años 70, comenzaron los primeros descubrimientos arqueológicos de lo que más tarde se llamó cultura de Tripilia-Cucuteni. En una vasta región de las actuales Ucrania, Rumanía y Moldavia, se han descubierto desde entonces docenas de megasites, ciudades neolíticas. Su apogeo estuvo entre el 4500 y el 3000 A.e.C. El problema de los arqueólogos es que el número de casas de cada uno de ellos resulta abrumador. En uno de los últimos megasites explorados, Nebelivka, durante más de seis años de trabajo de campo desde 2009, los investigadores han excavado y mapeado estructuras ubicadas en más de un kilómetro cuadrado. Fotos aéreas, imágenes satelitales y datos geomagnéticos, complementados con excavaciones de 88 pozos de prueba, identificaron 1.445 casas residenciales y 24 estructuras comunales llamadas casas de asambleas.
Pero lo interesante es que los investigadores dicen que no hay signos de un gobierno centralizado, una dinastía gobernante o disparidades de riqueza o clase social en el antiguo asentamiento. Las casas eran en gran medida similares en tamaño y diseño. Las excavaciones produjeron pocos bienes de «prestigio», como artículos de cobre y adornos de conchas. Aparecieron muchos ejemplos de cerámica pintada y figuras de arcilla típicas de la cultura Tripilia, y más de 6.300 huesos de animales desenterrados en el sitio sugieren que los residentes comieron mucha carne de res y cordero. Esas pistas sugieren que la vida diaria era muy parecida en los distintos barrios de Nebelivka. 
La población de estos megasites no tenía nada que envidiar a las ciudades mesopotámicas formadas ya bajo la división en clases. Los dos mayores megasites investigados, Talianki y Maidanets albergaron en su momento de máximo desarrollo a 26.000 y 46.000 personas respectivamente. Eso sí, bajo un urbanismo y unas prioridades tan radicalmente diferentes como su ordenación social. 
Una de las cosas que más ha llamado la atención de los investigadores ha sido la diversidad y sofisticación de la dieta. En los megasites se cultivaba trigo, avena, mijo, centeno y cebada -además de cáñamo usado para textiles- pero también tenían zonas de huertos y frutales donde se han encontrado restos de cultivo de albaricoques, ciruelas, cerezas, uvas, guisantes y habas. La ganadería, esencial para permitir la inclusión productiva de los miembros físicamente más débiles, estaba muy desarrollada y parece que la dieta era rica en proteínas provenientes de cerdos, cabras y ovejas domesticados, pero también de caza y pesca. Y evidentemente, se elaboraban fermentados de los granos -la cerveza antigua- y posiblemente vino de uva.
Pero además del igualitarismo de las casas y la diversidad dietética, en lo que estas ciudades del comunismo primitivo se diferenciaron de las mesopotámicas en su baja densidad espacial. Mientras Ur, en su máximo momento de esplendor ocupó 89 Hectáreas y tuvo unos 60.000 habitantes, las 3.000 casas de Maidanets ocupaban unas 270 Hectáreas y las 2.700 de Talianki nada más y nada menos que 450 Hectáreas.
La alta densidad de las primeras ciudades clasistas frente a las comunistas primitivas refleja evidentemente la explotación, pero también la centralización del poder estatal que acaba de nacer para «mediar» entre las clases sí, pero sobre todo para mantener el sistema de explotación. Una población concentrada es más fácil de controlar y contingentar con menos recursos. La estructura urbana de las ciudades del comunismo primitivo no solo refleja una distribución igualitaria del espacio y el acceso a los productos del trabajo colectivo -como vimos en la dieta- sino la diferente naturaleza del poder político en una sociedad sin estado.
En Nebelivka por ejemplo, las casas se agrupaban en 153 vecindarios, la mayoría de los cuales tenía entre tres y siete casas, que se agrupaban a su vez formando 14 barrios, cada uno con una o más casas de asambleas. Estos lugares para la coordinación y decisión social, necesitaban, por su propia naturaleza, disponer de un área abierta. La comunidad no escindida en clases necesita espacio.

Hórreos y cultivo en el campo en la cultura tripilia-cucuteni

La proto-lucha de clases

Otra cosa que ha llamado la atención de los arqueólogos de los megasites es la aparición de casas quemadas en distintas épocas. En muchos casos no se reconstruían. Solo se dejaba el hueco con las ruinas. Los investigadores en un principio lo achacaron a alguna forma de ritual. Era uno de esos «misterios» arqueológicos. Pero en realidad… no tanto.
Por todo el Este de Europa, al mismo tiempo y después de los «megasitios» de Cucuteni aparecieron ciudades igualitarias más o menos grandes pero muy parecidas. Se les conoce por la palabra latina «oppida». Y existe evidencia arqueológica de que prosperaron hasta el 580 AeC y que todavía hace poco más de 2000 años quedaban algunas. Al aumentar el marco de comprensión de este tipo de ciudades comunistas primitivas, han aparecido otras vías de interpretación mucho más interesantes que  el «deus ex machina» ritual. 
Okolište in Bosnia, había sido fundada alrededor del 5200 AeC y contenía grupos familiares que, aparentemente, desarrollaron distintos potenciales económicos y demográficos en su desarrollo. Las casas de las familias más ricas, que ejercían una creciente posición de poder dentro de la gran aldea, fueron quemadas alrededor del 4900 AC. Después de este momento, mucho cambia en Okolište: el tamaño de la aldea, que originalmente era muy grande para las condiciones neolíticas con aproximadamente 3500 habitantes, se reduce a un «tamaño estándar para el sudeste de Europa» de 100-200 habitantes. Además, las diferencias entre los hogares pasan a no ser reconocibles y las funciones específicas de la centralidad de Okolište dentro del asentamiento circundante son, del mismo modo, indiscernibles. En este sentido, en el caso de Okolište podemos asumir que estamos ante una rebelión interna contra las crecientes diferencias sociales y las crecientes diferencias en la gestión de los recursos. 
En los tres ejemplos mencionados, las certezas e incertidumbres en el manejo y la reconstrucción de los conflictos sociales internos se hacen evidentes. Sin embargo, los procesos, por ejemplo, en Heuneburg y Okolište pueden compararse. En ambos casos, el desarrollo de los crecientes potenciales económicos de un grupo de hogares dentro de la población total lleva a conflictos sociales internos. Mientras que una concentración de actividades y poder político en ciertos hogares es reconocible en la Okolište neolítica, en Heuneburg existe un distrito entero -separado del resto del asentamiento- en el que se concentran la artesanía y el control político. En ambos casos, los conflictos sociales llevan a un patrón de asentamiento más disperso y a una reducción de las diferencias sociales dentro de sociedad. (Johannes Müller. Rebellion and Ineguality in Archaelogy, 2017).

Es decir, diferencias en el desarrollo demográfico de los distintos grupos o tribus que convergían en la ciudad y la extensión desigual dentro de la comunidad de determinadas actividades -dicho de otro modo, el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el comunismo primitivo- habrían incitado conflictos tendentes a la aparición de clases. Alcanzado ese punto, el comunismo primitivo agrario solo podía reprimir el proceso -debilitando el tejido y la capacidad productiva del conjunto social- o transformarse en una sociedad de clases. El desarrollo de estas y su extensión a base de guerras, pero también de intercambios que extendieron nuevas tecnologías desarrolladas por ellas, sin duda incrementaron los momentos de crisis de las ciudades igualitarias. De ahí su desaparición o transformación en paralelo con el desarrollo del modo de producción esclavista. La ciudad comunista primitiva no desapareció sin lucha, pero su resistencia no dejaba de ser una resistencia al desarrollo de las capacidades productivas de la Humanidad entera.

Casa de asambleas en Nebelivka

 

¿Qué podemos aprender de la ciudad comunista primitiva?

Los descubrimientos de la cultura de Cucuteni están llevando a los arqueólogos a revisar la historia de las primeras ciudades no solo en Europa sino en Asia y América. Toda una tendencia está siguiendo hoy discursos como el del arqueólogo David Wengrow del University College London, que argumentan que las ciudades igualitarias no fueron un fenómeno local. Wengrow recuerda que los antiguos centros ceremoniales en China y Perú, por ejemplo, eran ciudades con infraestructuras sofisticadas que existían antes de cualquier indicio de control burocrático y que la administración igualitaria, mediante asambleas y sin estado, podría incluso haber caracterizado a las ciudades mesopotámicas durante sus primeros siglos, un período que carece de evidencia arqueológica de entierros reales, ejércitos o grandes burocracias típicas de los primeros estados.
La importancia de todo este debate histórico y arqueológico es su… actualidad. Nos demuestra como incluso con un grado de desarrollo tecnológico muy primitivo, fue posible sostener sistemas productivos complejos y no mercantilizados que ni destruían el medio natural ni trituraban a grupos sociales enteros. Muestra que la política puede ser la expresión organizada de la consciencia de una comunidad humana masiva y no escindida en clases, en vez de la batalla alrededor y contra un estado que pretende falsamente haber estado siempre ahí y que se dice imprescindible para mantener la producción más básica. Es decir, la Humanidad puede ser una comunidad real, no rota por la fractura entre clases antagónicas.
Es más, no se ve por ningún lado cómo el desarrollo del conocimiento y las capacidades productivas que nos legó el capitalismo, contradiga lo anterior como afirman los neo-malthusianos en todas sus versiones. Al revés, si el comunismo primitivo no es opción hoy en día no es porque el desarrollo humano niegue la posibilidad del comunismo, es porque este desarrollo hace posible un comunismo nuevo más allá de la escasez.







    

martes, 25 de febrero de 2020

LOS AVATARES DE LA CULTURA COMO MERCANCÍA




LOS AVATARES DE LA CULTURA COMO MERCANCÍA. 
Texto de Miquel Amorós
 
 La palabra “cultura” deriva del latín colere, que significa cultivar, cuidar, preservar. El primero en referirse a ella en el sentido de cultivar el espíritu, mejorar las facultades intelectuales y morales, fue Cicerón. Se ha sugerido que quizás los romanos inventaran el concepto para traducir la palabra griega paideia. Según Hannah Arendt los romanos concibieron la cultura en relación con la naturaleza y la asociaron al homenaje y respeto a las obras pasadas. “Culto” comparte raíz con cultura. Todavía hoy, cuando hablamos de cultura nos vienen a la mente esas ideas de naturaleza trabajada y monumento del pasado, aun cuando la realidad haga mucho que no tiene nada que ver.


La cultura como esfera separada de la sociedad donde se ejercita la creación libremente, como actividad justificable en sí y por sí misma, es una imagen idealizada. Su autonomía tiene un momento falso. La cultura pasó por las cortes de los reyes, se alojó en los monasterios e iglesias, fue protegida por los mecenas de los palacios y los salones. Cuando éstos la abandonaron la compró el burgués. El goce de la cultura ha sido el privilegio de la clase ociosa, liberada de la obligación de trabajar. Hasta el siglo XVIII la cultura fue patrimonio de la aristocracia; después, ha formado parte del acervo de la burguesía. Los escritores y artistas han tratado de preservar su libertad manteniendo independiente el proceso de creación, viviendo ellos mismos al margen de las convenciones sociales, pero a fin de cuentas es el burgués quien paga por el resultado final, es decir, por la obra. El burgués le pone precio, tanto si le complace como si le provoca y da pasmo. Tanto si sirve para algo como si es perfectamente inútil. Para el burgués la cultura es objeto de prestigio; quien la posee asciende en la escala social. La demanda de la clase dominante determina pues la formación de un mercado de la cultura. Para el burgués la cultura es un valor como los otros, un valor de cambio, una mercancía. Incluso las obras que rechazan la condición de mercancías, cuestionan la cultura mercantilizada e imponen sus reglas son también mercancías. Su valor consiste precisamente en ser rupturistas, ya que impulsan la renovación, esencial para el mercado. La cultura en conflicto con la burguesía es la cultura burguesa del futuro.

Por haberse atrincherado aparte en tanto que producción especial del espíritu humano, por no haberse involucrado en la transformación de la sociedad, es por lo que la cultura bajo el dominio burgués ha fracasado. Las vanguardias de comienzos del siglo XX –futuristas, dadaístas, constructivistas, expresionistas, surrealistas– trataron de corregir ese error ideando y difundiendo nuevos valores subversivos, nuevos comportamientos disolventes, pero la burguesía los supo trivializar y expropiar. El secreto consistió en impedir la formación de un punto de vista general. Los mejores descubrimientos eran esterilizados al separarse de la investigación global y de la crítica total. Los mecanismos comerciales y la especialización conseguían levantar una barrera entre el creador y el movimiento obrero revolucionario, el que le podría servir de base para acentuar todos los aspectos subversivos contenidos en su obra. Así renunció a cambiar el mundo y aceptó su trabajo como disciplina fragmentada, productora de obras degradadas e inofensivas.

Resulta significativo que cuando el pueblo llano se proletariza, desaparezca la cultura popular. El sistema capitalista somete al pueblo a la esclavitud asalariada y la burguesía culta descubre y se apropia de su folklore. La primera cultura específicamente burguesa es la cultura romántica. Como corresponde a un periodo revolucionario, es al mismo tiempo apologética y crítica; ensalza los valores burgueses y los cuestiona. Ese aspecto crítico influirá en la clase obrera. Cuando el proletariado concibe el proyecto de apropiarse de la riqueza social para ponerla al servicio de todos se percata de su aislamiento cultural y reivindica la cultura –principalmente en su vertiente romántica– como instrumento imprescindible de emancipación. Las bibliotecas, los ateneos, las escuelas racionalistas, las publicaciones formativas revelan la voluntad de los obreros por tener una cultura propia, arrebatada a la burguesía y puesta fuera del mercado en provecho de todos. Dependía de la vanguardia cultural, movimiento que hace tabla rasa con el pasado, que ese detournement obrero de la cultura burguesa no introdujese sus taras ideológicas en el medio proletario y desembocara en valores realmente nuevos y revolucionarios.

Entonces hubiera podido hablarse de una auténtica cultura proletaria. No fue así. Las propias victorias obreras, especialmente las que acarreaban una disminución del tiempo de trabajo, fueron usadas en contra de los trabajadores. El ocio se volvía de alguna manera proletario y la vida cotidiana de millones de trabajadores se abría al capitalismo. La dominación dispuso de dos poderosas armas creadas por la racionalización del proceso productivo: el sistema educativo estatal y los medios de comunicación de masas, el cine, la radio y la televisión. Por un lado teníamos una cultura burocrática, destinada a trasmitir las ideas de la clase dominante, por el otro, una expansión sin precedentes del mercado cultural, determinando la aparición de una industria de la cultura. El creador y el intelectual podían escoger entre la poltrona del funcionario o el camerino del animador. “Para conferir a los trabajadores el estatuto de productores y consumidores “libres” del tiempo-mercancía, la condición previa fue la expropiación violenta de su tiempo” (Debord). El espectáculo empezó a hacerse realidad con esa desposesión llevada a cabo por la industria cultural. Por una astucia técnica de la dominación la abolición del privilegio burgués no introdujo a las masas trabajadoras en la cultura, las introdujo en el espectáculo. El ocio no las liberó sino que culminó su esclavitud.

El tiempo “libre” es tal sólo de nombre. Nadie puede emplear su tiempo libremente si no posee los instrumentos adecuados para construir su vida cotidiana. El tiempo llamado libre existe en condiciones sociales de falta de libertad. Las relaciones de producción determinan absolutamente la existencia de los individuos y el grado de libertad que han de poseer. Esta libertad se ejerce dentro del mercado. En su tiempo de ocio el individuo desea lo que la oferta le impone. A más libertad, mayor imposición, o sea, más esclavitud. El tiempo libre es ocupación constante; es pues una prolongación del tiempo de trabajo y adopta las características del trabajo: la rutina, la fatiga, el hastío, el embrutecimiento. Al individuo la diversión le viene impuesta no ya para reparar las fuerzas gastadas en el trabajo sino para emplearlas de nuevo en el consumo. La diversión es la prolongación del trabajo en el capitalismo tardío” (Adorno). La cultura entra en el campo del ocio y se convierte en cultura de masas. Si la sociedad burguesa clasista utilizaba los productos culturales como mercancías, la sociedad de masas los consume. Ya no sirven para perfeccionarse o para mejorar la posición social; su función es la de divertir y pasar el rato. La nueva cultura es entretenimiento y el entretenimiento es ahora la cultura. Se trata de distraer, de matar el tiempo, no de educar y menos liberar el espíritu. Divertirse es evadirse, no pensar, por consiguiente, estar de acuerdo. Así se hace soportable la miseria de la vida cotidiana. La cultura industrial y burocrática no enfrenta al individuo con la sociedad que reprime sus deseos, sino que doma el instinto, embota la iniciativa y acrecienta la pobreza intelectual. Busca estandarizar cambiando al individuo por un estereotipo, el que se corresponde con el súbdito de la dominación, a saber, el espectador. La cultura industrial convierte a todo el mundo en “público”. El público por definición es pasivo, procede por identificación psicológica con el héroe televisivo, con la vedette, con el líder. Son los modelos de la falsa realización propios de una vida alienada. La imagen domina sobre cualquier otra forma de expresión. El espectador, no interviene, hace de bulto; tampoco protesta, más bien es el decorado de la protesta. Es más, si las conductas rebeldes se vuelven moda cultural es porque la protesta se ha vuelto mercancía. Sirva de ejemplo reciente la “movida” madrileña o su homóloga, la contracultura barcelonesa de los setenta. La verdadera función del espectáculo contestatario es integrar la revuelta, revelando el grado de docilidad o el nivel de idiotez de los participantes. El espectáculo extiende al máximo los momentos vulgares de la vida disfrazándolos de heroicos y únicos. En plena derrota de las ideas de igualitarias y libertarias, el espectáculo es el único que construye situaciones, aquellas en que los individuos ignoran todo lo que no divierte. Así se incuba el espectador, ser disperso a quien el régimen cotidiano de imágenes “ha privado de mundo, cortado de toda relación y vuelto incapaz de fijar la atención” (Anders).


Además de frívolos los productos de la cultura industrial son efímeros, pues la oferta ha de renovarse constantemente ya que el dominio sobre la vida cotidiana sigue las pautas de la moda, y en la moda la inconstancia es la regla. La moda siempre vive en presente. Incluso el pasado parece actual: el márketing consigue presentar a El Quijote como un libro acabado de escribir y a Goya como un pintor de la jet. El diluvio informativo que soporta el espectador está descontextualizado, privado de perspectiva histórica, dirigido a mentes preparadas para recibirlo, maleables, sin memoria y, por lo tanto, indiferentes a la historia. Los espectadores no viven más que en el instante. Sumergidos en un perpetuo presente son seres infantiles, incapaces de distinguir entre distracción banal y actividad pública. No quieren madurar, quieren pararse eternamente en la edad del pavo. Creen que la farsa lúdica es la conducta pública más apropiada, la única que surge espontáneamente de su existencia pueril. Esa valoración espectacular de la parodia juguetona hace del mundo de los niños un absoluto, donde han de ser confinados los adultos. La infantilización separa definitivamente al público espectador de los verdaderos actores, los dirigentes. El hecho es más que perverso; difícilmente la protesta puede sobrevivir a las maniobras de los recuperadores infiltrados, pero nunca sobrevivirá a una versión cómic. La ideología ludista es la buena conciencia de las mentes infantilizadas bajo el espectáculo.

El espectáculo integrado reina donde la cultura estatal y la cultura industrial se han fusionado. Las mismas normas rigen las dos. La creciente importancia del ocio en la producción moderna ha sido una de las causas que han impulsado el proceso de terciarización económica característico de la globalización. La cultura, en tanto que objeto de consumo en tiempo ocioso, se ha desarrollado como fuerza productiva. Crea empleos, estimula el consumo, atrae visitantes. El turismo cultural es mayoritario ya que la oferta cultural es prioritaria en las ciudades. La industria cultural se ha diversificado y ahora el mercado de la cultura es global. Se exporta y se importa cultura, como se importan y se exportan pollos. Los adelantos técnicos en el transporte favorecen esa mundialización; la basura, como los medios de comunicación nos muestran, es igual para todos. En las cuatro esquinas del mundo se oye “Macarena”. Los nuevos sistemas técnicos –Internet, vídeo, DVD, fibra óptica, televisión por cable, telefonía móvil– han acelerado el proceso globalizador de la cultura burocratico-industrial; también le han proporcionado un nuevo territorio: el espacio virtual. En esa nueva dimensión el espectáculo efectúa un salto cualitativo. Todas las características de la susodicha cultura, a saber, banalización, unidimensionalidad, frivolidad, superficialidad, ludismo, eclecticismo, fragmentación, etc., se hallan realizadas a niveles insuperables. La cultura del monitor culmina a la carta la colonización de la vida cotidiana proyectando en la nada virtual la realización de los deseos. La “interactividad” que permiten las nuevas tecnologías rompe en el éter electromagnético alguna de las reglas del espectáculo, como la pasividad o la unilateralidad, y gracias a eso el espectador puede comunicarse con otros y participar activamente, pero sólo en tanto que fantasma. El alter ego virtual puede ser dentro de la matriz tecnológica todo lo que quiera, especialmente todo lo que el ser real no será jamás en el espacio real, de forma que a través de ese desdoblamiento del ser, el individuo contribuye a su propia imbecilidad y por lo tanto, a su aniquilamiento. La alienación moderna se descubre a través de los nuevos mecanismos de evasión como una modalidad de esquizofrenia.

En la actual fase histórica y en la medida en que un proyecto contra el sistema dominante es concebible, recobrar la cultura como cultura animi ciceroniana no significa dedicarse a una paciente erudición, o a una habilidosa cultura artesanal, o a una restitución militante de la memoria. Es ante todo práctica del sabotaje cultural inseparable de una crítica total de la dominación. La cultura murió hace tiempo y la sustituyó un sucedáneo burocrático e industrial. Por eso todo aquél que hable de cultura –o de arte, o de recuperación de la memoria histórica– sin referirse a la transformación revolucionaria de la vida social tiene en la boca un cadáver. Toda actividad en ese campo ha de inscribirse en un plan unitario de subversión total; por consiguiente toda creación será fundamentalmente destructiva. No ha de rehuir el conflicto, ha de plantearlo y permanecer en él.