viernes, 29 de diciembre de 2017

PROPÓSITO DE ENMIENDA

Ilustración de Pawel  Kuczynski



No hablaré más que por mí mismo, ya que a nadie represento ni a nadie quiero representar. Mi premura esencial es la de intentar averiguar cuáles son los problemas decisivos del tiempo que me ha tocado vivir, precisar hasta donde pueda cuáles son los asuntos que organizan esta época, cuál es la razón subjetiva que mueve a las multitudes de las que formo parte, descubrir el perfil de quien gobierna hoy este averiado mundo, quién es ese individuo medio de las democracias massmedia, que se cree gobernante del mundo o que presta su pasivo sustento, su incondicional sumisión.

Cuanto más viejo me hago más amo la vida y, en consecuencia, más repudio todo lo que veo sucederse y que va contra ella, el espectáculo de un mundo que se me ofrece como una representación, como un burdo sucedáneo que desde hace mucho tiempo ya no siento como propio, pero del que no quiero apearme del todo, en plan mafalda, porque sé que es el único mundo existente, el único en el que, a pesar de todo, sigue sucediendo la vida.

Con la altura de los años, creo haber llegado a conocer bien los estrechos límites de mi inteligencia, por eso que guarde un gran rencor contra todos mis congéneres superdotados, contra todas las personas sabias que a diario desperdician sus capacidades a cambio de un salario fijo, mercantil o estatal, enfrascados de por vida en diseñar más y más cacharrería para el consumo ideológico y tecnológico de las masas, con la que justificar la vergonzosa relación de vasallaje que les ata al pagador de su nómina.

domingo, 17 de diciembre de 2017

EL “MONOTEMA”, LA TÉCNICA DEL POLITICISMO



Recurro a la definición de politicismo que hiciera Félix Rodrigo en uno de sus textos, el titulado “Negatividad del politicismo”: “por politicismo se entiende la creencia en que todos los problemas de la sociedad y del ser humano tienen solución y se resuelven con la política. Bajo el actual régimen partitocrático, el monodiscurso politicista se hace aún más reduccionista, al manifestarse como irracional fe subjetiva en que votando a tal o cual partido, formación o coalición se realiza el bien del cuerpo social”.

Se ha hecho popular el adjetivar como “monotema” la cuestión catalana, su sóla mención pone de los nervios a la mayoría de las personas. El efecto de su abuso por los medios de comunicación de masas no es inocente, consigue la banalización de la política, esa posición aparentemente contraria que es el apoliticismo, del que muchas personas hacen gala, como manifestación de su “hartura de lo político”, que se concreta en ignorar, “pasar de la política”, lo que conlleva una actitud pasiva y acrítica, que a los politicistas, mayoritariamente progresistas, les pone también de los nervios, porque identifican esta postura con el conservadurismo de derechas.
Por eso, ellos entienden que “todas las personas” que se dicen apolíticas son de derechas y, en definitiva, son sus enemigos políticos, aunque quienes así se manifiesten sean personas de las clases populares. Incluso se llega a decir que “no hay cosa más idiota que un obrero de derechas”.

sábado, 2 de diciembre de 2017

6 DE DICIEMBRE, FUN, FUN, FUN


La celebración constitucionalista de cada 6 de diciembre es un “happening” propagandístico más, uno de los más importantes para el regimen del 78, heredero del franquismo y, a la larga, heredero de todos los regímenes parlamentarios y totalitarios que se vienen sucediendo a partir de la constitución liberal de 1812, con la que en España se produce la consolidación estratégica y estructural de la alianza estatal-capitalista. 

Aún así, a pocos interesa, si hacemos excepción de los profesionales de la cosa, junto con sus familiares, colegas de puertas giratoria, su clientela más fiel y, por supuesto, la masa de  curiosos y despistados que hoy han hecho cola para ver los agujeros de Tejero, el ínclito madero, en la techumbre de las Cortes.  
  

Esta es oportunidad para renovar la denuncia del actual sistema político en su totalidad. No para desacreditarlo, que para eso no necesita ayuda y que sería un ejercicio de mero criticismo negativo, tan al uso, sino para ir abriendo camino a la revolución integral necesaria, como tarea constructiva, superadora del criticismo simplón, agotado en sí mismo, y que sólo sirve al sistema dominante al prescindir de toda propuesta realmente alternativa y transformadora,  contribuyendo eficazmente a generalizar la desesperanza de la mayoría social y, con ella, su pasividad y sometimiento al sistema imperante, que así es visto por esa mayoría como “lo único posible”, sólo objeto de mínimas reformas que “lo mejoren”, aunque sólo sea en apariencia. 

viernes, 24 de noviembre de 2017

DEMOCRACIAS LOW COST



Cuando decimos democracia, según quien lo diga, nos estamos refiriendo a dos cosas bien distintas: a un ideal igualitario de organización política de la convivencia o, lo que es más frecuente, a su práctica real y dominante en el tiempo presente.

En sentido estricto, democracia sería gobierno del pueblo -demos/pueblo y cracia/gobierno-, no sería sólo voto (lo que realmente es hoy) que, en todo caso y como mucho, sólo sería un mero instrumento, un medio, nunca un fin en sí mismo.
No podemos seguir llamando democracia a lo que no es tal cosa, la democracia sólo puede darse en condiciones de comunidad, donde todos los participantes comparten en igualdad aquellos bienes que les son comunes. La democracia, así, sólo puede darse en comunidades pequeñas, nunca entre gentes que no se conocen ni comparten nada. La democracia que hoy tenemos es estatal y de masas; y, por tanto, en sentido estricto, ni es ni debería ser llamada democracia. Definitivamente, la democracia-democracia es incompatible con la noción de pueblo-masa, propia de la organización estatal de la sociedad.

Desde hace mucho, las izquierdas todas andan locas con este asunto. Han aceptado la democracia estatal de masas, se han integrado en ella hasta considerarse a sí mismas más demócratas que los liberales inventores de la cosa. Piensan a la contra de sus principios originales, creen que el pueblo es un sujeto político ausente y que su misión histórica es conseguir el poder del Estado para beneficio de ese sujeto. De acuerdo con los liberales, confunden masa y pueblo, Estado y Comunidad, en un revoltijo sin solución. Piensan que la víctima de la democracia de las derechas es la masa, a la que ellos consideran como pueblo en su imaginaria democracia de izquierdas, todavía no se han enterado que el éxito de la democracia liberal se fundamenta en la anulación del individuo, ese al que los liberales dicen defender, ese individuo libre e igual hoy desaparecido a manos de la democracia liberal de izquierdas y derechas, ese individuo sin el que el pueblo-masa no es, ni puede ser, sino antítesis de comunidad y ésta, metáfora inútil de una democracia imposible.

Vivimos en democracias de consumo, de usar y tirar, democracias baratas, low cost. Consumir, votar y se acabó. Ya deliberan los tertulianos hasta la extenuación, ya nos evitan el trabajo de pensar por nosotros mismos, ya producen la opinión pública ellos, los mass media. Ya gobierna la clase política, ya crea riqueza y empleo la clase empresarial y bancaria, ya gestionan los funcionarios a sus órdenes, ya somos plenamente liberados e irresponsables todos los demás, excepto si las cosas van mal, que la culpa es nuestra, por fiarnos, por haberles votado.

Por el marketing sabemos que el consumo de las masas funciona por mecanismo de emulación: los marginados emulan a las clases medias y éstas a las clases altas, a los famosos, a los artistas y demás figurantes. El arte del marketing consiste en crear necesidades donde no las hay, en generar la envidia de las mayorías precarías por las minorías pudientes. Le llaman emulación a la envidia de siempre. Pero la economía capitalista no puede producir mercancías de calidad para todos, la mayoría no podría comprarlas, por eso su marketing segmenta los mercados, discrimina muy bien a la clientela consumidora, produciendo buenas mercancías con altos precios y mercancías sucedáneas, malas y baratas, pero asequibles para el bolsillo de las masas...vuelos baratos, temporadas de rebajas, tiendas outlet, bazares de la China comunista, comercio online...democracias de consumo, viernes negro, blackfriday.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

ROMPER EL ESTADO QUE ROMPE LOS PUEBLOS


Lo llaman España cuando a lo que se refieren es a un Estado. Porque España no es una institución sino un territorio, habitado por un conglomerado de pueblos que, junto con el portugués, cohabitan una de las penínsulas del continente europeo, la ibérica. 

Lo que llaman España no es otra cosa que una parte artificial (un Estado) de esa península, que separa artificialmente a  pueblos mediante artificiales fronteras, trazadas por Decreto y casi siempre dibujadas con sangre de muchos miles de muertos, históricos y concretos, anónima gente de pueblo con sus nombres y apellidos, amontanados y olvidados en las lindes de la “gloriosa” historia del Estado español.

Son fronteras cartográficas y por tanto irreales, inexistentes en la geografía real que habitan los pueblos, las gentes que entre sí se llaman "paisanos" y no “nacionales”. Paisanos que se reconocen en la geografía de un “país”, de un territorio compartido, en la proximidad de los recursos naturales que sustentan sus vidas, en el paisaje físico y social compartido (que podrían compartir), en el que conviven (en el que podrían convivir) con sus iguales...si no fuera por el Estado.

lunes, 6 de noviembre de 2017

EL MITO DE LA SEPARACIÓN DE PODERES: CAPITALISMO Y ESTADO





El mito de la separación de poderes: Capital y Estado


 
Estos días oigo decir con mucha frecuencia que la separación de poderes caracteriza y es propia de las “democracias”...¡qué risa!, como si el poder político no fuera siamés inseparable del poder económico, como si la clase política (toda ella estatal y palaciega) no fuera esa disciplinada ama de llaves del capitalismo, así en el cielo como en la tierra, en la América Macarra (*) como en la China Comunista.

Lo de Cataluña no tiene arreglo en este sistema. Es una ruptura matrimonial que se quiere dirimir en los juzgados o en las urnas, cuando lo que desea cada uno de los conyuges es vencer al otro, machacarle o al menos darle unas hostias bien merecidas. No es desafección, es puro desamor abocado al odio. Es lo que sucede cuando ambos polos son del mismo signo, estatal-capitalista, y no me vengan con ese cuento que diferencia monarquías y repúblicas.