viernes, 24 de noviembre de 2017

DEMOCRACIAS LOW COST



Cuando decimos democracia, según quien lo diga, nos estamos refiriendo a dos cosas bien distintas: a un ideal igualitario de organización política de la convivencia o, lo que es más frecuente, a su práctica real y dominante en el tiempo presente.

En sentido estricto, democracia sería gobierno del pueblo -demos/pueblo y cracia/gobierno-, no sería sólo voto (lo que realmente es hoy) que, en todo caso y como mucho, sólo sería un mero instrumento, un medio, nunca un fin en sí mismo.
No podemos seguir llamando democracia a lo que no es tal cosa, la democracia sólo puede darse en condiciones de comunidad, donde todos los participantes comparten en igualdad aquellos bienes que les son comunes. La democracia, así, sólo puede darse en comunidades pequeñas, nunca entre gentes que no se conocen ni comparten nada. La democracia que hoy tenemos es estatal y de masas; y, por tanto, en sentido estricto, ni es ni debería ser llamada democracia. Definitivamente, la democracia-democracia es incompatible con la noción de pueblo-masa, propia de la organización estatal de la sociedad.

Desde hace mucho, las izquierdas todas andan locas con este asunto. Han aceptado la democracia estatal de masas, se han integrado en ella hasta considerarse a sí mismas más demócratas que los liberales inventores de la cosa. Piensan a la contra de sus principios originales, creen que el pueblo es un sujeto político ausente y que su misión histórica es conseguir el poder del Estado para beneficio de ese sujeto. De acuerdo con los liberales, confunden masa y pueblo, Estado y Comunidad, en un revoltijo sin solución. Piensan que la víctima de la democracia de las derechas es la masa, a la que ellos consideran como pueblo en su imaginaria democracia de izquierdas, todavía no se han enterado que el éxito de la democracia liberal se fundamenta en la anulación del individuo, ese al que los liberales dicen defender, ese individuo libre e igual hoy desaparecido a manos de la democracia liberal de izquierdas y derechas, ese individuo sin el que el pueblo-masa no es, ni puede ser, sino antítesis de comunidad y ésta, metáfora inútil de una democracia imposible.

Vivimos en democracias de consumo, de usar y tirar, democracias baratas, low cost. Consumir, votar y se acabó. Ya deliberan los tertulianos hasta la extenuación, ya nos evitan el trabajo de pensar por nosotros mismos, ya producen la opinión pública ellos, los mass media. Ya gobierna la clase política, ya crea riqueza y empleo la clase empresarial y bancaria, ya gestionan los funcionarios a sus órdenes, ya somos plenamente liberados e irresponsables todos los demás, excepto si las cosas van mal, que la culpa es nuestra, por fiarnos, por haberles votado.

Por el marketing sabemos que el consumo de las masas funciona por mecanismo de emulación: los marginados emulan a las clases medias y éstas a las clases altas, a los famosos, a los artistas y demás figurantes. El arte del marketing consiste en crear necesidades donde no las hay, en generar la envidia de las mayorías precarías por las minorías pudientes. Le llaman emulación a la envidia de siempre. Pero la economía capitalista no puede producir mercancías de calidad para todos, la mayoría no podría comprarlas, por eso su marketing segmenta los mercados, discrimina muy bien a la clientela consumidora, produciendo buenas mercancías con altos precios y mercancías sucedáneas, malas y baratas, pero asequibles para el bolsillo de las masas...vuelos baratos, temporadas de rebajas, tiendas outlet, bazares de la China comunista, comercio online...democracias de consumo, viernes negro, blackfriday.

1 comentario:

Loam dijo...

"Como los productores no entran en contacto social hasta que intercambian los productos de
su trabajo, los atributos específicamente sociales de esos trabajos privados no se manifiestan
sino en el marco de dicho intercambio. (…) A los productores, por ende, las relaciones sociales entre sus trabajos privados se les ponen de manifiesto como lo que son, vale decir, no como relaciones directamente sociales trabadas entre las personas mismas, en sus trabajos, sino por el contrario como relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales entre las cosas". (Marx 1873a: 89)