miércoles, 21 de diciembre de 2016

VER EN EL PAISAJE LA BELLEZA QUE NOS MIRA


Anochecer en La Ulaña. Fotografía de Nicolás Gallego Rojas


Quería leer el último libro de Jhon Berger -“Rondó para Beverly”- y por eso buscaba una reseña del mismo, para enterarme de qué va. Y ya lo sé, va de ausencia, la de Beverly Bancroft, su mujer, que murió en 2013 tras una larga enfermedad. Me quedo con un párrafo: "La belleza de tu valentía te acompañó hasta el final. Y, desafiando al tiempo, se ha quedado con nosotros. Llena el silencio"

Antes de cerrar el ordenador miro el correo atrasado,  veo que me ha llegado la foto de un paisaje de Las Loras, un atardecer en las peñas de La Ulaña. Es de Nico, el geólogo, un amigo. No sé por qué me he puesto a mirarla con detenimiento, seguramente porque es muy bonita (¿la foto en sí, el paisaje, la palidez de esa luz de invierno al atardecer, la monumentalidad de las peñas, la misma Ulaña, su nombre, su evocación de remotos tiempos prerromanos ?)...vaya, vuelve Jhon Berger, su contagioso modo de ver me ha dejado su huella. Me pasa cuando veo un hermoso paisaje al natural, incluso cuando lo veo en pintura o en fotografía, y no sólo con paisajes, también me pasa con algunas personas. 

Antes de leer a J.B. no me pasaba, tampoco la primera vez, con la trilogía “De sus fatigas” (Puerca tierra, Una vez en Europa, Lila y Flag). Lo que me atrapó entonces fue su relato del excepcional acontecimiento humano que supuso el paso de la vida rural a la urbana. Me empezó a pasar después de leer su “Modos de ver”, donde decía que La vista llega antes que las palabras. El niño mira y ve antes de hablar”, desde entonces, cuando me sorprende algo que me parece hermoso, me paro un buen rato y espero, sin saber a qué.

El caso es que La Ulaña es un hermoso lugar de Las Loras. Y que de entre todo lo que aprendí leyendo a J.B. y  dicho en resumen y con otras palabras, creo que ésto es lo que espero cuando miro esta foto, eso que no se me va de la cabeza: un lugar no es paisaje hasta que alguien fija en él su mirada,  su belleza sólo se desvela si esa mirada es prolongada. Ante la belleza de un paisaje -o de una persona- detenemos la mirada sólo porque nos gusta ser mirados por ella...eso, eso es lo que espero. Gracias, Nico.


miércoles, 14 de diciembre de 2016

POR EL RADÓN (¿RUDRÓN?) DE LA RAD Y POR LA HONOR DE SEDANO



En 1780 T. Sánchez  y en 1894 F. Janer  interpretan el vocablo “rad” atraídos por escribirlo Gonzalo de Berceo en su obra:

Oido lo avedes, si bien vos acordades,
este abad benito, lumne de los abades,
cuantas sufrio de coitas e de adversidades
por ond a passar ovo de Ortoya las rades.

(Gonzalo de Berceo. Vida de Santo Domingo de Silos, (c.1230). Estrofa nº 223)

PIEDRAS Y LEÑAS (en las ruinas de un cementerio y en una casa habitada)


viernes, 9 de diciembre de 2016

REFORMAR LA CONSTITUCIÓN, MAREAR LA PERDIZ


Escribo hoy porque el pasado día de la Constitución no tenía ganas, me fui a pasear entre las ruinas de un pequeño pueblo abandonado, arrasado por el olvido, entre zarzas y cascotes de escombro; quise conmemorarlo así , a modo de premonición y huérfano de toda fe constitucional.
 Todas las dictaduras han tenido su Constitución, todas las monarquías y todas las repúblicas, todos los estados y de todo pelaje: capitalistas, comunistas y fascistas. Desde siempre, la cuestión esencial no se dirime entre variables de un texto constitucional, sino que sigue planteada, como siempre, entre   heteronomía o autonomía,  sumisión o libertad, estado o democracia, ser constituyentes o ser constituidos...ser o no ser.

lunes, 5 de diciembre de 2016

GEOSITIOS , PUEBLOS, DEL SILENCIO



Coincido con lo que dice Monticedo en su blog Tierras de Burgos: no es lo mismo un pueblo deshabitado que otro abandonado. Que todavía salga humo, aunque sea ocasional, por las chimeneas de unas pocas casas o que la vegetación se coma las paredes hasta borrar su existencia y su memoria. Algo habría que hacer para remediarlo, porque un paisaje deja de serlo cuando nadie lo mira y, aún más, cuando nadie lo habita. 

El paso del tiempo deja su sedimento en sólidos estratos, como poso y testimonio del correr de los siglos, pero es insoportable la ausencia de sedimento, memoria, cuando se trata de vidas humanas. No deberíamos permitir el olvido de quienes habitaron esos pueblos hoy abandonados, ni deberíamos dejar sólos a los que mantienen vivos los últimos pueblos habitados. Ellos y nosotros deberíamos hacer algo. Por de pronto, sólo se me ocurre una heroica resistencia y un viaje iniciático, para mantener abiertas las calles que fueron veredas y las veredas que fueron calles.


Podríamos recordar en piedra los últimos nombres, de las gentes que definitivamente se fueron, al igual que conservamos en los mapas el nombre de ríos y montañas, de generación en generación. No podemos permitirnos el olvido de sus vidas resistentes. Podríamos levantar pequeños hitos monumentales que desafiaran al olvido, un leve amontonamiento de sutiles estratos, con el sedimento de sus sueños y los nuestros. Podríamos hacer geología humana, del conocimiento y del sentimiento, en estos paisajes únicos y sublimes, olvidados, de Las Loras:

ALBACASTRO-CENICEROS-CORTIGUERA-FRESNO DE NIDÁGUILA-HORMICEDO-ICEDO-LORILLA-MOZUELOS DE SEDANO-PUENTES DE AMAYA-SIERO


Podríamos trazar un camino de poética peregrinación por esos pueblos, para que los caminantes puedan conocer-sentir la ausencia y la presencia de lo humano, una ruta emocional por los pueblos del silencio. Propongo poner allí una sencilla campana, que puedan tañir los solitarios caminantes a su paso entre las ruinas. Y un tendal multicolor de pañuelos tibetanos, para que cada nuevo caminante cuelgue allí uno con su nombre, como alegre ropa tendida a la esperanza, a modo de empadronamiento renovable, solidario y poético.


Un abrazo de agradecimiento a quienes tuvieron la sensibilidad de sentir y difundir el recuerdo de los últimos pueblos habitados:

-A Elías Rubio:
*Los pueblos del silencio
Libro editado en el año 2000 (Burgos, Gráf. Aldecoa). ISBN: 84-923878-0-7)

-A José Díaz Martín:


-A Faustino Calderón:


-A Monticedo:


-A Espacio Tangente:






domingo, 4 de diciembre de 2016

UNA ERMITA QUE NO ES, AL FINAL DE UNA TROCHA IMPOSIBLE




Hace muchos años, tomando un café en Fuencaliente y mirando al horizonte alto de Las Loras, vimos una construcción in-sólita; dijimos: un día tenemos que subir allí, parece una ermita, es un misterio...y ese día fue ayer. Tomamos el camino desde el coqueto parque de Quintanas de Valdelucio, donde hay un arbolario ilustrado, un estanque, un jardín con paseos que miran a su monumental iglesia renacentista, un cementerio moderno y unos bancos para reposar bajo nidos de cigüeñas ausentes. Tomando altura, traspasamos la raya que separa el sol de la sombra, una raya definitiva que te mete de repente en la realidad del invierno, un frío de mil demonios, cuando a sólo unos metros disfrutábamos el calorcito del sol en pleno diciembre. Subimos sorteando brezos hasta alcanzar el pie de los cantiles y dar allí con una trocha imposible, que trepa burlando el vacío, buscando la ermita que resulta ser una nave agrícola abandonada, decorada por dentro con grafitis surrealistas y una ventana que mira hacia los páramos de Sargentes, erizados de molinos eólicos. Transitando por abajo del Valle parece que aquello es lo más alto, pero no, llegando arriba descubres que hay más altos, que la lora continúa por allí, prolongándose hacia arriba, en altísimos campos de siembra, en valles escondidos encajonados entre peñas. Bajamos por el inmenso valle colgado, poblado de encinas en las laderas tumbadas a la solana, un larguísimo valle colgado y ciego -paralelo al Valdelucio-, que se hunde poco a poco en caóticas peñas cuando se acerca al pueblo de Ribas, peñas que vemos plegarse poco a poco, hasta alcanzar la verticalidad absoluta, cuarteadas y rotas por el paso del tiempo y por las heladas de muchos, muchísimos inviernos como éste. Al paso, aparecen un buitre fisgón que nos mira desde los cantiles y dos tractores laboriosos que rompen el silencio, adiós, buenas tardes.