jueves, 25 de febrero de 2016

LA LÍNEA ROJA







La declaración universal  de los bienes comunes y la democracia integral

Me refiero a la necesidad de una declaración unilateral, porque es impensable que las élites dominantes que controlan la sociedad a través de la economía y la política, puedan algún día  favorecer esta declaración, más bien todo lo contrario. 

Los bienes comunes y la democracia participativa no dejan de ser eufemismos en boca de la izquierda sistémica; fuegos fatuos, un ardid estratégico para mantener en las masas la ilusión utópica de “la igualdad” y “lo público”, que caracteriza al pensamiento reformista de esa izquierda, en su progresiva deriva adaptativa al orden dominante, estatal-capitalista. Esta aspiración abstracta y utópica, de apariencia “justiciera”, sigue siendo rentable para la clase dirigente alineada en la izquierda del sistema. Todavía permite el acceso a una cuota variable de poder. En función de la coyuntura histórica, sí, subordinadamente, sí, pero sin perder la cercanía del Poder, siempre a resguardo de la intemperie, siempre cerca del sol que más calienta. 


Desde antíguo las clases populares han abrigado esa sospecha referida a los dirigentes políticos y sindicales; esa sospecha preventiva ya forma parte de la intuición social más primaria, es una percepción crítica del papel de los dirigentes políticos y sindicales dentro del sistema de dominación, equiparado con la función de los mandos intermedios en la empresa capitalista; del “encargado” y el “jefe de personal” hemos pasado a la “dirección de recursos humanos”, pero se vista como se vista, sigue siendo la misma mona. Esa izquierda ha encontrado función y acomodo en su histórico papelón de actor secundario, en su continuada derrota. Es como el Real Betis CF, que siempre tiene asegurada su afición, su masa forofa y su sitio en la Liga, siempre, “manque pierda”. 

Esa izquierda sistémica comparte con la derecha su misma ideología de la cantidad y la innovación, en perjuicio de la calidad y la creatividad. En perjuicio de una comprensión de la evolución humana en sentido perfectivo. Porque ya hemos comprobado que "más no es mejor" y que "innovar por innovar" lleva al absurdo del crecentismo y del consumismo autodestructivos, cuando la capacidad innata de investigar y crear no va dirigida a mejorar la convivencia y la sostenibilidad de la vida humana, su cualidad y calidad. 

Situados en este contexto, esa izquierda sostiene todavía sus objetivos fantasmas del Bien Común y la Democracia Participativa. Hablan de bienes comunes empaquetados y parcelados, hablan de conquistarlos uno a uno hasta revertirlos a lo público-estatal, en un esfuerzo personal y social sin sentido, para poner esos bienes bajo el control del aparato estatal-capitalista, bajo la promesa de su justa administración por la clase dirigente del Pueblo. Las mismas alforjas para el mismo burro, un viaje al mismo sitio del que ya partíamos. 

Hablan de democracia al estilo occidental, reconocen los defectos del parlamentarismo y la representatividad, y están dispuestos a su regeneración mediante la Participación democrática, a su manera...Pero qué participación cabe cuando no puede darse la libertad de conciencia ni de opinión, cuando se juega con las cartas marcadas, cuando esa conciencia y opinión son producto de la educación privado-pública del Estado, a su manera “social”, a la que nos someten de por vida mediante las leyes y las instituciones productivas, mercantiles y burocráticas, inmiscuidas en cada rincón vital de nuestra existencia, condicionada ésta por leyes incuestionables, que blindan la apropiación privada de la tierra común y el orden social así instituido...¡qué libertad de conciencia y opinión!, obligadamente condicionadas a la fuerza legal y bruta de “la razón” de Estado, a su razón última, a sus ejércitos y cuerpos de seguridad del Estado, a su fundamento sustancial y definitivo...qué libertad de conciencia y opinión caben bajo la permanente tutela y orientación de los todopoderosos medios de comunicación de masas, herramientas siempre al servicio del sistema de dominación...qué libertad de conciencia y opinión caben esperar cuando sistemáticamente la historia de los últimos siglos ha sido empleada en neutralizar la lucha de clases en nombre del sindicalismo, en destruir la individualidad y la comunidad, respectivamente en nombre de la democracia, de la libertad y el socialismo...

En España asistimos en este tiempo al espectáculo de la democracia en su más esperpéntica vanalización mediática, fundamentalmente televisiva, un sucedáneo de la participación mediante la tertuliarización, su modo de “crear” la opinión pública, su modo de preparar la próxima Transición: “su regeneración” del estado, su capitalismo y su democracia. Y otro tanto sucede más allá del pequeño mundo patrio: la guerra, la precariedad personal y social, las emigraciones masivas como espectáculo...en el mismo nombre de la libertad y la democracia.

Va llegando el momento del hastío global, del hastío fundamental que nos lleve a marcar de una vez la verdadera e innegociable LÍNEA ROJA, va llegando el momento en que las izquierdas se retraten ante la historia, esas izquierdas que ahora negocian la renovación de su secular pacto con las derechas, simulando desacuerdos tácticos y puramente electorales. 

Hablo de la declaración universal y unilateral del Conocimiento humano y de la Tierra toda como bienes comunales universales. Hablo de la necesidad imperiosa de plantear la emancipación humana como objetivo ético, integral y universal, tan global como local, tan virtual como presencial, tan personal como social. Hablo de un ajuntamiento global y comunitario a partir de esa línea roja, ya insoslayable e inaplazable.












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