martes, 11 de agosto de 2015

LA FALSA INDEPENDENCIA, CONTRA EL ESTADO DE LAS HETERONOMÍAS




Con independencia de lo que suceda en las próximas y plebiscitarias elecciones en Cataluña, para toda la humanidad seguirá pendiente el objetivo civilizador que consiste en derribar el aparato global de la dominación en todas sus variantes –dictaduras, monarquías, repúblicas- que, al cabo, consisten en una similar estructura “capital/estado”, creada para lograr la máxima concentración del poder coercitivo, la máxima eficacia en el dominio de la naturaleza, de los individuos y sus comunidades, como de la sociedad humana en general.
Los catalanes, cada uno de ellos y en su conjunto, como cualesquiera otros individuos, pueblos y naciones, tienen, no el derecho, sino el deber ético y moral de decidir por sí mismos sobre su propia forma de organización social y, por tanto, sobre su independencia o autonomía.

Una nación es una comunidad cultural, no necesariamente política, integrada por individuos que comparten el vínculo materno de una misma lengua y territorio de nacimiento, de ahí el término nación. Por eso, Cataluña es una nación, como en la península ibérica  también lo son Portugal, Galicia, Castilla y Euzkadi. No existe, pues, la nación española, como no existe la lengua española. La lengua de la nación castellana es impropiamente denominada “lengua nacional” cuando se atribuye a un Estado. En el territorio catalán conviven gentes de diferentes nacionalidades, que hablan diferentes lenguas y nacieron en diferentes territorios. Se puede cambiar de Estado, pero no de nacionalidad. El Estado es cosa bien distinta y coyuntural, es una estructura política, no una comunidad nacional, es un aparato de poder desplegado por las élites, en el que se concentra el poder de dominación y control de una clase social dirigente en todas sus manifestaciones, social, económica, política, mediática, legislativa, educativa, cultural, militar.
Que la clase dirigente catalana, asociada en partidos políticos y corporaciones financieras, convoque en septiembre unas elecciones plebiscitarias, no deja de ser una falacia dispuesta para reproducir el mismo método de sojuzgamiento “estatal” del que pretenden librarse mediante la independencia de Cataluña respecto del Estado español. Ese proyecto es el de la constitución de un nuevo Estado, el catalán: un destino hacia el mismo sitio del que se parte, un pan como unas ostias.
No es una falacia menor el concepto de soberanía aplicado, por el que quienes tienen el derecho a decidir son miembros obligados de un ente abstracto construido desde el poder detentado por las élites dirigentes, un ente presuntamente soberano y erróneamente denominado “nación catalana”, en el que son incluidas gentes de otras muchas nacionalidades; un ente tan artificial, abstracto e irreal como la denominada “nación española”.
Autogobierno es lo contrario a ser gobernado. Lo primero es democracia, que hunde su raíz en el pensamiento libre, autónomo; lo segundo pertenece al mundo de la heteronomía, al pensamiento inducido y orientado hacia la dominación institucionalizada, hacia el Estado. Por eso cuadran tan mal las nociones de Nación, Democracia y Estado. Por eso es tan desafortunada, confusa y malintencionada la expresión "Estado de las Autonomías".
Así, pues, tras el “espectáculo independentista” que se nos ofrece en septiembre, la autonomía o democracia seguirá pendiente para la nación catalana como para las restantes naciones del mundo, no necesitadas de ningún Estado, sino, en todo caso, de la libre Confederación de las comunidades reales, concretas y soberanas, en las que sucede y se reproduce la vida de la gente, cualquiera que sea su nacionalidad, su lengua y territorio de nacimiento. De suceder algún día, ahí es donde brotará la auténtica independencia.

1 comentario:

www.institutosimoneweil.net dijo...

Genial!! Enteramente de acuerdo palabra por palabra. Los refiero a algunos textos que hemos publicado en nuestro sitio www.institutosimoneweil.net GRACIAS, AMIGOS!!