martes, 10 de septiembre de 2013

CAPITAL VIENTO: (TODAVÍA) CONTRA LAS EÓLICAS

Estuvimos en el nuevo parque eólico de Peña Miján (Montaña Palentina), en plena obra.

Cuando parece que la polémica sobre los parques eólicos ha amainado, que ya no está de actualidad, viene bien volver a reflexionar sobre ello, antes de que la propaganda política, junto con la fuerza de la costumbre y de los hechos consumados, nos hagan ver como “lógica y natural” esta industria, ocultando la ideología desarrollista y de capitalismo “sostenible” que impulsa su expansión por todo el mundo.


Al menos en mi comarca -Montaña Palentina-, creíamos gozar de una moratoria en la instalación de parques eólicos, fundamentada en su negativa afectación al paisaje y al patrimonio monumental del territorio; pero, a principios de este verano, pudimos ver cómo se levantaban -sorpresivamente y sorteando los obstáculos legales y las alegaciones presentadas-, tres inmensos aerogeneradores correspondientes a un nuevo parque eólico, el segundo de la comarca, en Peña Miján, un paraje situado por encima del embalse de Lomilla, aunque perteneciente al término de Vallespinoso de Aguilar. El proyecto, con una inversión prevista de 7,3 millones de euros para una potencia unitaria de 2.000 kilovatios, es de la empresa Suministros Eólicos del Norte, radicada en Córdoba.

Igualmente es oportuno recordar que, aunque en su día, cuando se construyó el primer parque eólico en Barruelo de Santullán, el del Pical, hubo una importante contestación social, también es cierto que numerosas juntas vecinales mostraron su entusiasmo por instalarlos en sus pueblos, atraídos por los ingresos que ello podía suponerles. Son esas mismas juntas vecinales -fundamentalmente las que no se rigen por concejo abierto- las que ahora claman por la pérdida de su "autonomía" que, entre otras cacicadas, les permitiría firmar contratos de instalación cuando se abra la veda eólica, más todavía, al margen de la voluntad de sus propios vecinos como de los de otros pueblos afectados. Mientras las juntas vecinales funcionen sin concejo abierto, su defensa  me parece estéril, tiempo perdido.

En todo caso, creo que la industria eólica merece nuestro rechazo frontal por razones políticas de fondo y por encima de la defensa de nuestro patrimonio local. El siguiente texto de Miguel Amorós nos ayuda a comprender esas razones, que nos deberían llevar a detener la expansión de esta industria en nuestros territorios rurales, como en cualquier otra parte del mundo:

Resumen:

“…En resumidas cuentas, la energía eólica no surge en el mercado global para sustituir a ningún otro tipo de energía, pues sólo para reducir significativamente el número de térmicas de carbón-fuel o de nucleares necesitaríamos un “parque” cada tres o cuatro kilómetros cuadrados. Simplemente aparece para contribuir al crecimiento de la economía de mercado. No es ni siquiera renovable, puesto que la construcción de centrales y la fabricación de turbinas requieren una gran cantidad de combustibles fósiles que cuestiona la limpieza de la producción final. No disminuye pues la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera, ni contribuye a detener el cambio climático. Tampoco rebaja el precio del kwh, ni reduce la dependencia de los Estados sin yacimientos de petróleo o gas. La producción de energía eólica es, ante todo, un gran negocio en manos de un oligopolio multinacional que pone el territorio en explotación a fin de mantener viables las conurbaciones. De esta manera los derechos e intereses de los habitantes rurales son sacrificados en aras del mantenimiento de unas condiciones de consumo suficiente para la masa de asalariados que se amontonan en ellas. Es en definitiva una pieza más del nuevo capitalismo “sostenible”, aquel donde el territorio ambiental y socialmente deteriorado se transforma en mercado, y por consiguiente, en fuente de beneficio privado exclusivo protegido por el Estado. Es una prueba más de la carrera suicida de una civilización industrial con necesidades masivas de energía pero con cada vez menos petróleo, una civilización enferma y decadente de la que conviene salir…”





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