lunes, 29 de julio de 2013

POLITICOEMPRESARIOS Y ASALARIADOS, ESPECIES A EXTINGUIR


La existencia de la clase políticoempresarial y de la clase asalariada representa la insoportable contradicción en la que se fundamenta el actual sistema estatalcapitalista, que ha ido formándose a lo largo de los siglos, mediante la  inercia que genera la concentración del poder en sus formas -políticas y económicas-, artificialmente diferenciadas.
La clase políticoempresarial invade un espacio que no le es propio, que corresponde a la totalidad de las personas y aunque la representación que se arroga fuera ejercida sin corrupción y con mayor justicia, la democracia seguiría siendo objetivo revolucionario y civilizatorio, irrenunciable para la humanidad. El autogobierno de la convivencia humana es un fin en sí mismo, un fin con doble e inseparable objetivo: la calidad del individuo y  la calidad de la sociedad. No cabe otra definición de la democracia, por lo que la clase políticoempresarial representa al conglomerado estado-capital y es, por tanto, la antítesis de la democracia.

La clase asalariada es el reverso de ese error, ocupa un espacio que tampoco le es propio, porque en ninguna de sus formas es aceptable que la mayoría de la humanidad esté excluida de la responsabilidad de decidir sobre la producción de los bienes materiales que sirven para la perpetuación de la vida humana. Aunque el actual sistema productivo fuera benigno para la satisfacción de las necesidades materiales, seguiría siendo una forma de esclavitud, espiritualmente insoportable. La clase asalariada representa la pervivencia del capitalismo, la forma actual de la esclavitud, por muchas teorías que lo adornen.

Participar en la producción de los bienes materiales y participar en las decisiones que sirven para organizar la convivencia en sociedad no pueden seguir siendo considerados como derechos, sino como obligaciones del ser humano. No participar es renunciar a ser responsable, es aceptar decisiones impuestas, es una errónea interpretación de la libertad, fundamentada sólo en los derechos del individuo frente a la sociedad, con ignorancia de sus obligaciones. 

La renuncia de la libertad implica la dejación del poder y la responsabilidad de cada individuo y, por tanto, la concentración de ese poder y esa responsabilidad en favor de otros individuos; esa dejación es el origen del sistema de dominio-sumisión al que hemos llegado, siguiendo la inercia de un perverso mecanismo que nos empuja en dirección contraria al progreso humano.

Decidir sobre la economía es un acto político, por lo que la economía no puede ser considerada sino como espacio subsidiario, parte material de la política. De ahí que ambos espacios, económico y político, sean inseparables, como el cuerpo y el espíritu. 

La separación del cuerpo y el espíritu significa la muerte en la cultura cristiana, por lo que según esta cultura, hoy estamos muertos...puede que sea verdad, puede que la vida sea otra cosa, más próxima a la democracia, a la libertad.



"Nuestra primera necesidad no es de organización, sino de orientación. Un cambio de dirección y actitud".  Lewis Mumford


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