domingo, 14 de abril de 2013

AL LORO CON EL P2P



La vida de la sociedad humana transcurre en medio de una  compleja red de comunidades, unas elegidas (la cuadrilla de amigos, el  sindicato o nuestra red en Twitter)  y otras impuestas (la familia, la escuela o la nación). Toda comunidad es generada por la existencia de un comunal, aquello que comparten sus miembros, toda comunidad  implica un acuerdo tácito entre sus miembros, que supone sumisión  a sus normas. Toda arquitectura comunitaria incluye la función de gobierno e implica una estructura de poder, por lo que las comunidades pueden ser jerárquicas o democráticas. Son jerárquicas aquellas que se gobiernan mediante uno o varios  centros de decisión, lo que determina  una diferencia de poder  entre sus miembros; en las comunidades democráticas no es necesario un  centro de decisión, pero tampoco es suficiente que la toma de decisiones sea descentralizada, porque seguiría siendo jerárquica; es necesario que, además, la estructura de poder sea distribuida, construida a partir del principio democrático: “el gobierno del demos (demo-cracia) es un gobierno entre iguales”, de tal modo que la comunidad  democrática se estructura, inequívocamente, como una red de iguales y, por tanto, carente de jerarquía.
La asamblea ateniense, exclusivamente integrada por  ciudadanos "libres" (los que tenían propiedades) podía ser considerada una comunidad democrática, pero el conjunto de pobladores  (la "nación" ateniense, integrada por propietarios y esclavos) era una comunidad imaginada, porque se fundaba sobre un comunal  que,  en manos de los propietarios individuales, no era tal, por lo que sólo imaginariamente cumplía el principio democrático. Los ciudadanos “libres” de Atenas  fueron muy innovadores  al crear  una comunidad superior e imaginaria, similar a lo que hoy conocemos como Estado; como entonces, esa falsa comunidad democrática sigue formada por ciudadanos "libres" (propietarios del comunal)  y esclavos , hoy  llamados trabajadores asalariados.

Una comunidad democrática es una red P2P -red de pares, red entre iguales- en la que  cada miembro es un nodo soberano, que federa su igual soberanía individual para el gobierno cooperativo del comunal que justifica y da sentido a la red.
Sean democráticas o no, todas las comunidades interactúan entre sí en todo todo tiempo y lugar. Cuando las comunidades que interactúan son democráticas, esa relación genera una red confederal, en la que cada nodo conserva su autonomía-soberanía y en la que se genera un nuevo comunal formado por aquellas partes del  propio comunal que cada comunidad  decide compartir para formar el nuevo comunal cooperativo. En principio, las redes P2P son redes de naturaleza democrática y estructura confederal.

Las nuevas tecnologías de la comunicación han posibilitado visibilizar la existencia del conocimiento  como nuevo comunal (procomún) universal e inmaterial. Internet  ha  posibilitado su acceso y distribución universal  junto con la producción, así mismo distribuida, de nuevos bienes y servicios a partir de esa materia prima. Esa tecnología nos ha llevado a pensar en la posibilidad real de una comunidad global en red, constituida por un tejido inmenso de múltiples comunidades asimétricas, territoriales o virtuales, originando una estructura democrática a partir del procomún universal del conocimiento humano. Y, lógicamente, hemos pensado que  "la red" debería tener una estructura confederal,  fundada sobre el  principio democrático P2P ( “peer-to-peer”).

Esa  ideología tecnológica y democrática, surgida del movimiento hacker,  se enfrenta a la poderosa resistencia de quienes se consideran a sí mismos como propietarios del conocimiento y, en consecuencia, también propietarios de la tecnología. La ventaja del movimiento hacker es la suma de su ideología democrática y su dominio de la tecnología  de internet. Este movimiento  también está impulsando la aplicación experimental  de una nueva tecnología industrial,  orientada a la producción distribuida de bienes materiales e inspirada en el principio P2P, lo que supone un cambio revolucionario hacia la relocalización general de la industria  y  hacia la autonomía productiva de las comunidades locales; en definitiva, un cambio hacia el predominio de las economías locales sobre las economías de escala propias de la industria y  los mercados globales del  capitalismo. Sus posibles consecuencias parecen lógicas y ecológicas, de tal modo que nos hacen vislumbrar el  surgimiento de futuras redes distribuidas y,  dada su estructura confederal, cada nodo productivo, podría compartir su comunal local  como aportación cooperativa  al   procomún material  universal.

Lo anterior es la teoría de lo posible,  la parte más visible y sugerente de la  revolución tecnológica P2P que ya se ha iniciado. Pero, desde el siglo de Pericles abundan razones para no fiarnos de las revoluciones exclusivamente tecnológicas. El objetivo emancipatorio de la sociedad humana precisa que esa revolución sea, además, integral e inclusiva, necesita radicales cambios que nos permitan disolver la resistencia de la ciudadanía propietaria, como la de sus comunidades corporativas y estatales,  la de aquellos que retienen cautivo para sí el procomún universal, tanto material  como inmaterial.  Convendría, pues, no fiarnos, porque estamos en franco riesgo de  caer  una vez más en la misma trampa si hoy, como antaño en Atenas, la asamblea de ciudadanos “propietarios” lograra controlar las nuevas tecnologías, reinventando  otra comunidad democrática imaginaria, esta vez como  Estado global...y P2P.  

Al loro: hay dos revoluciones en marcha y una de ellas tiene como objetivo que todo siga igual que  en el siglo quinto antes de Cristo.

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