domingo, 18 de noviembre de 2012

PRESENTISMO Y LA IZQUIERDA SIN FUTURO


Cabecera de la manifestación en la huelga general del 14N

Presentismo es la creencia de que únicamente existe el presente y que tanto el futuro como el pasado son irreales.

Presentismo cultural
La filosofía budista es presentista: “todo pasado es irreal, todo futuro es irreal; todo aquello que se imagine, o que esté alejado o esté en la mente, es irreal. Solamente es real el momento presente, físico y efectivo, es decir, la causalidad”.
Existe un presentismo en el arte y según afirma su manifiesto, el presentismo es la estética que refleja la imposibilidad del individuo contemporáneo para sostener su atención en una sola cosa por el tiempo suficiente que le permita pasar del entendimiento capilar. Su icono podría ser “un turista que compra un viaje por treinta y dos ciudades europeas en una semana, que llega corriendo al Coliseo, a la puerta de Alcalá y al museo del Louvre, para tomar una fotografía y volver corriendo al autobús; tendrá treinta y dos fotografías nuevas en su álbum y el recuerdo de un lindo restaurante en el aeropuerto, donde probó las mejores enchiladas suizas de su vida, …¿o fue una hamburguesa?”
Cualquier consultora empresarial, especializada en gestión de recursos humanos, definiría el presentismo laboral como una amenaza aún más peligrosa que el absentismo, por su difícil detección y por la merma de la productividad que implica. Sucede cuando el empleado está presente en su puesto de trabajo, pero ausente en sus funciones. Dicen los expertos en la materia que la crisis ha multiplicado el número de trabajadores que practican el presentismo laboral, por el miedo a perder el trabajo. No nos arriesgamos a estar de baja y acudimos al trabajo con falta de motivación, incluso haciendo más horas, para dar una imagen más positiva, para aparentar un volumen de actividad inexistente, por lo que la eficiencia se ve reducida en modo muy significativo.
En el mismo terreno laboral, es tan histórica como recurrente la práctica del presentismo que hacen las administraciones del Estado, al aplicar  a los funcionarios unos sistemas de control de presencia en el puesto de trabajo, no con la intención de mejorar su productividad, sino para dar la “sensación de control”.

Presentismo político
De vez en cuando, me gusta leer a los liberales porque, aún sin conciencia, tienen un puntito de libertarios, que les permite representar la conciencia flácida, antiestatista y ortodoxa del capitalismo vigente, neoliberal e intervencionista. Uno de ellos, C. R. Braun, doctor en Ciencias Económicas y catedrático de Historia del Pensamiento Económico, refiriéndose a la reciente huelga general, decía que el profuso antiliberalismo que caracteriza la argumentación en favor de la huelga no debería impedir el reconocimiento de dos méritos que siempre han atesorado los intervencionistas de derechas e izquierdas, como son el brillo de su demagogia y la belleza de sus consignas; y ponía como ejemplo el eslogan de la pancarta que presidía la manifestación el día de la huelga: NOS DEJAN SIN FUTURO…y seguía diciendo: “…Sostienen que las prestaciones sociales y los derechos laborales hace cien años no existían y fueron conquistados a base de huelgas muy duras. Es falso, el crecimiento del Estado no fue ninguna conquista social sino al revés, fue el Estado quien conquistó la sociedad extendiéndose en todas partes con excusas benévolas y redistributivas, haya habido huelgas o no”. Yo tengo la impresión de que el papelón histórico desempeñado por la socialdemocracia, tanto en su versión política como sindical, parecen confirmar su argumentación ultraliberal.

Por otra parte, T.J. Clark, prestigioso intelectual inglés, historiador del arte y escritor autoconsiderado situacionista, provocó en su día una sonada polémica con su ensayo “Para una izquierda sin futuro”, en el que exponía los retos necesarios, a su entender, para una nueva oposición radical, siendo su punto de partida la incapacidad de la izquierda actual para aportar una alternativa programática al orden dominante en Occidente, a pesar de que dicho orden esté sufriendo una profunda crisis. Según él,  el «sin futuro» estaría ya establecido como el orden postmoderno del momento, un ahora inmutable y una política “presentista”, reducida a la repetición acrítica del eslogan utilizado por Barack Obama en la campaña  de las primarias  del 2008: “Yes, we can” (“sí, se puede”).
Susan  Watkins, editora de la revista inglesa  NewLeft (Nueva Izquierda), critica a TJ Clark por su filia nietzscheana, afirmando que “en su insistencia acerca del presente inmutable (no habrá futuro sin guerra, sin pobreza,…porque no habrá futuro), casi se puede oír a Zaratustra: la existencia tal cual -sin significado ni objetivo- no es sino una vuelta inevitable a la nada sin final, un eterno retorno”.
Susan Watkins aprecia contradicción cuando el mismo TJ Clark cita la evocación del concepto dinámico del tiempo  que hiciera Walter Benjamin: “la existencia de la sociedad sin clases no puede pensarse al mismo tiempo que se piensa en la lucha por dicha existencia…la política está obligada a predecir el presente”. Una  sentencia contraria a la lógica del eterno retorno.
Vuelvo a “Para una Izquierda sin futuro” de T.J. Clark, que entiende por izquierda una oposición de raíz al capitalismo y que sostiene que semejante oposición no tiene nada que ganar de una serie de presuntuosas y fantásticas predicciones sobre un capitalismo que llega a su fin, que “las raíces son las cosas del presente, que cuanto más profundo es el trabajo preliminar de un movimiento político, más se concentra en el aquí y el ahora. …Mi impresión es que la política de la izquierda se encuentra inmovilizada al nivel de la teoría -y por consiguiente de la práctica-, por la idea de que debería emplear su tiempo hurgando en las entrañas del presente a la búsqueda de señales de catástrofe y salvación. Sin embargo, es preferible una infinita ironía ante el día después y el postdespués, … una política fundamentada, una vez más, en la espera de alguna multitud de terracota dispuesta a salir rauda de la tumba del emperador”.

Sin ser marxista (como tampoco budista, ni artista, ni turista, ni consultor de recursos humanos, ni  responsable de administración estatal alguna), estoy de acuerdo con el judío W. Benjamín en su concepción dinámica del tiempo. Y, por tanto, creo que en el presente no deberíamos olvidar ni las experiencias del pasado ni el proyecto de un futuro mejor. De lo que se trata es de anticiparlo, bien conscientes de los errores del pasado. Así, pues, en vez del lastimero y presentista “nos dejan sin futuro”, propongo un eslogan alternativo: HOY  NOS TOCA CONSTRUIR EL FUTURO

2 comentarios:

Rosmerta dijo...

No es un eslogan alternativo, sino el que deberíamos adoptar: HOY NOS TOCA CONSTRUIR EL FUTURO. ¡Me gusta!. Para ello se necesita coraje, implica tomar partido. ¡¡Somos mas fuertes como equipo que como individuos!!

Teofrasco dijo...

Interesante punto de vista. Pero frente al muro de la verguenza del "presentismo" contemporáneo, ya se postularon corrientes artísticas a principios del s. XX, como el futurismo, el subrealismo o el dadaísmo, mientras que las ideologías políticas apenas evolucionaron.